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ZAFIRO

—Te ha preguntado donde están— hablé dándome la vuelta para mirarlo directamente a los ojos cuando estuve casi dopada con el aroma del alpha al mismo tiempo que me soltaba de su agarre.— No quiero evasiones del tema y mucho menos que me salgas con alguna estupidez.

Había necesitado un momento entre los brazos del alpha en el cual recorde que Khail era una amenaza para mi ascenso al trono y su padre lo era aún más así que no podía darme el lujo de que el pasado revoloteara en mi mente, no cuando solo quería cobrarme una vida arrebatada sin siquiera haber nacido.

—Están en tu habitación en el palacio de Indonesia— respondió por lo bajo y fruncí mi ceño. ¿Cómo demonios era que él y su padre lograban burlar la seguridad de los lugares más custodiados en el mundo?— Mi padre los quería para conocer tus debilidades pero no hubo nada en cuanto a ti que fuese físico y que le ayudara, por eso publicó tu expediente.

Necesitaba urgentemente hacer ajustes en el sistema de vigilancia porque dos fallas no eran justificables, significaban un ineptitud por parte tanto del personal como de la tecnología que teníamos para cumplir con la protección de la familia y los residentes de los palacios.

—¿Lo leíste?— pregunté de manera frívola y él tembló desviando su mirada. Ya no tenía nada que ocultar ante él y me sentía desnuda ante ese hecho.— Lo leíste— afirmé ésta vez y él asintió con los ojos cristalizados por las lágrimas acumuladas por lo que suspiré de manera pesada. Él ya sabía el hecho de que perdimos un bebé.— Ahora sabes que no saldrás vivo de aquí.

—No sabía que estabas embarazada— lo escuché susurrar muy a penas y convertí mis manos en puños ante la rabia que comenzó a recorrerme las venas como si fuese lava ardiente.— Yo jamás quise hacerte daño pero necesitaba que te alejaras.

Era válido que me dijera que no sabía que estaba embarazada porque ni yo misma lo supe hasta ese fatal día pero me parecía un gran descaro de su parte decir que no quería hacerme daño. Él siempre estuvo allí con el objetivo de matarme incluso cuando decía amarme y por ello me obligaba a no creer en sus mundanas palabras.

—¿Con qué objetivo te acercaste a mí entonces?— cuestione con una voz demasiado calmada y eso hizo que mis hermanos dieran un paso atrás, sabían que el infierno estaba por desatarse.— Estuvimos tres años juntos y nunca fuiste capaz de decirme que pretendías matarme—  le gruñí antes de volver a la mesa de artículos para tomar un par de bolas de acero junto a un pequeño control remoto.— Tal vez así me habría alejado— susurré analizando cada detalle de ese par de bolitas que podían llegar a ser mucho más dolorosas que las agujas incrustadas en su carne.— Además de eso me infectaste con el virus sangre negra y pretendes que todavía te siga amando.

—Aún lo haces— habló al lograr pararse correctamente y lo miré de arriba a bajo intentando buscar eso que él decía encontrando que sí, definitivamente aún sentía algo por ese híbrido pero no se comparaba con la rabia y deseo de venganza.— No quieras mentirte ingenuamente al decir que ya no sientes nada por mí porque tus ojos demuestran lo contrario, tus actos no son los de una ex en busca de matar sino los de una mujer herida en el lugar donde más le duele— continuó tartamudeando al ver que me acercaba poco a poco sin dejarle ver lo que tenía entre mis manos.— Aunque ahora los tengas a ellos yo siempre he estado en tu mente y siempre lo estaré.

Aún ante el gruñido de mis compañeros me atreví a posar mis manos en el pecho de Khail sintiendo el recorrido que hacía su sangre por su cuerpo hasta llegar a su corazón que latía rápidamente y ésta vez no sentí el deseo de beber de él, al contrario, me causó asco la sola idea de clavar mis colmillos en su piel.

—No te equivoques— le susurré muy por lo bajo y aproveché la posición para meterle las bolas en la boca logrando que se las tragara de una vez.— No soy una mujer como cualquiera— declaré activando las bolas y me deleite cuando su grito llenó la estancia ya que esas bolas se podían deformar por medio de descargas eléctricas para simular una cierra que cortaba y desgarraba todo a su paso.— Yo soy la nieta de Lucifer, el primer caído— le recordé subiendo la intensidad y eso lo hizo vómitar sangre.— La heredera legítima al trono de cazadores— él negó una y otra vez suplicando que parara pero, para su desgracia, a penas estaba comenzando.— Y te juro en este mismo instante que te sacaré completamente de mi corazón porque no te lo mereces. Seré la última persona que verás antes de morir. Parece que no rogaste por clemencia al cielo para que no cayeras entre mis garras.

El Corazón de la princesa cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora