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ZAFIRO

—Señorita— me llamó la directora haciendo una mueca al ver a Lucían a mi lado sin el maldito uniforme que en cuanto tuviera oportunidad cambiaría por uno menos ridículo.— ¿Y usted es...?

Rodé los ojos y seguí caminando para ignorar a la vieja chismosa que estaba a punto de pensionarse como entrenadora profesional de uno de los mejores internados así que no tenía de qué más quejarme de ella.

Hice una mueca de incomodidad porque ahora sentía el pequeño ardor en mis labios vaginales gracias a Lucían e incluso el roce con la bragas que llevaba puestas, y que siempre cargaba en mi bolsa de mano, era incómodo pero no me quejaría ni un poco porque lo había disfrutado.

—Soy uno de los prometidos de la princesa— respondió dejandome paralizada por unos segundos en los que lograron alcanzarme.— Príncipe Lucían Demian— se presentó al tomarme de la cintura y salí de mi trance de manera inmediata al soltarme de manera brusca de su agarre.— El señor de los muertos— esas últimas palabras hicieron palidecer a la directora y dió un paso atrás al saber que se encontraba frente al guardián de la tierra de los muertos.

Me resultaba un poco gracioso que actualmente la gente se siguiera sorprendiendo de tener a un ser espiritual en frente suyo siendo que hacía ochocientos años, casi novecientos, los sobrenaturales salieron a la luz y con ello también los seres espirituales. Muchos no querían aceptar que yo era la nieta de Lucifer por el temor que les causaba pero estaba acostumbrada a vivir entre seres de gran poder que iban y venían del mundo espiritual así que para mí era algo cotidiano.

—No es una información de carácter público así que no se atreva abrir la boca— gruñí siguiendo mi camino pero enfurecí de manera inmediata cuando alguien chocó conmigo logrando que los dos cayeramos al suelo de forma abrupta.— Me lleva el diablo— gruñí al sentir el impacto justo en mi trasero adolorido por la actividad anterior  y respiré profundo para no comenzar a soltar improperios a diestra y siniestra.

—Sigue siendo tu abuelo, princesa— me recordó Lucían con una sonrisa en el rostro mientras me tomaba de la mano para ayudarme a levantar.— ¿Estás bien?
— preguntó al ver la mueca de dolor estampada en mi cara y volví a gruñir enojada haciéndole entender por qué el dolor.— Oh... Sé lo que se siente— susurró de forma juguetona y rodé los ojos antes de enfocarme en la joven que se había estampado conmigo.— ¿Por qué estás huyendo?— cuestionó a la joven que se había levantado rápidamente y que me miraba pálida estando totalmente aterrada.

Princesa— habló en ruso y fruncí mi ceño pues se suponía que en los internados se le enseñaban a los estudiantes los idiomas que desearan pero era obligatorio el inglés y el español ya que eran los más hablados actualmente.— Disculpe... no pude verla.

—Es nueva, princesa— interfirió la directora y asentí mirando a la joven que no pasaba de más de catorce años según mis cálculos, sin embargo, algo en ella me causaba curiosidad pues su olor era fuerte y ferroso pero al mismo tiempo me parecía atrayente y enigmático. Había algo en ella...

—Nombre— exigí de forma dura y la joven tembló dando otro paso atrás.— No volveré a repetirlo— advertí hablando en ruso y ella bajó su mirada al suelo.

Su lenguaje corporal me daba a entender que era una joven sumisa pero de carácter fuerte y extremadamente tímido pues a pesar de que escondía sus manos tras la espalda mantenía sus labios fuertemente cerrados formando una línea dejando ver pequeñas arrugas en su frente al tener el ceño fruncido como si quisiera oponerse a lo ordenado por mí.

—La intimidas, Zafiro— susurró Lucían en lengua espiritual con el fin de que solo yo le entendiera y bufé al ver que la joven estaba a punto de sufrir un paro cardiorespiratorio.

El Corazón de la princesa cazadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora