Hechizo 15

304 40 3
                                    


Bright extendió su brazo y moviendo sus dedos unos tras otro, atrajo hacia sí una botella de cerveza que salió flotando desde la isla de la cocina hacia él.

Con el tiempo había notado que cuando no podía concentrarse, extender la mano y mover los dedos le ayudaba a traer las cosas que quería. Ciertamente, aunque no quisiera admitirlo, desde hacía un tiempo se había acostumbrado bastante bien a la magia. Y, con el pasar de los días, había aprendido a utilizarla mejor. Claro que, para Pete, todo ese aprendizaje era un desperdicio porque, según él, no había nada extraordinario en traer flotando cosas de la cocina. Y es que Bright no podía culparlo por pensar así, de haber estado en la misma posición probablemente él hubiera dicho lo mismo.

Pero vivirlo era distinto y simplemente acercar alimentos o utensilios de la cocina para él era suficiente. Además, el hecho de tener magia aún le resultaba increíble y estaba casi seguro de que la posibilidad de perder esa 'habilidad' era muy alta. Entonces, ¿para que depender de algo que podría perder en cualquier momento? Lo mejor era usar lo mínimo posible y así el día que todo volviera a la normalidad no sufriría. Porque era doloroso perder algo de un momento a otro, tal y como...

Los toquidos en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Se levantó con pesadez y arrastró sus pies hasta la dura madera.

— Supuse que no habías cenado —dijo Pete, levantando una gran bolsa blanca y mostrándosela —¿Otra vez bebiendo sin mí?

— Pensaba llamarte —se hizo a un lado para dejarlo pasar.

— Pensabas llamarme, sí claro —dijo, rodando los ojos—. Bright, son las ocho de la noche.

— ¿Las ocho?

— Sí, ¿en qué mundo vives? No, no me digas, ya sé en que mundo. No ha vuelto, ¿cierto?

Bright miró hacia un lado sin decir nada. Pete lo observó unos segundos antes de poner la gran bolsa en la isla de la cocina.

— Bright, ¿no te gustaría salir hoy? —sugirió, buscando los platos.

— No lo sé, estoy un poco cansado.

— Si, cansado hoy, cansado ayer, cansado la semana pasada. ¿Sabes? Puedes engañar a los demás, pero a mi no.

— No te engaño, es sólo que no tengo ganas de salir.

— Últimamente nunca las tienes.

— Pete.

— Sí, lo sé. Lo siento. Esta bien, si no tienes ganas de salir, entonces nos quedaremos aquí. No te creas que no tenía un plan B para hoy. Así que prende el televisor porque comeremos viendo una película —afirmó sonriente—. Me pasé toda la mañana buscando una en Amazon. Ya vas a ver que te va a encantar.

Bright le sonrió débilmente y con lentitud empezó a quitar las cosas que estaban sobre la mesita frente al televisor; una cámara fotográfica, dos botellas de cerveza vacías, su celular y un libro abierto por la mitad. Cuando levantó la cámara recordó sin querer que la última foto que había tomado con ella había sido la del gato que lo observaba desde el techo de una casa el día que caminó con Metawin hacia el bar. Un pinchazo ya recurrente le cruzó el corazón y pensativo apretó el frío material. Sus ojos, ya acostumbrados, viajaron a la ventana abierta y buscaron en la casa silenciosa la figura que tanto añoraba ver. Pero sucedió lo mismo que sucedía desde hacía veintisiete días. Nada.

Y es que, desde esa noche en el bar no lo había visto más, ni en su casa, ni en su vecindario, ni siquiera en esos extraños sueños. En ningún lugar. Win Metawin se había esfumado completamente de su vida.

Sortilegio #Brightwin #SarawatTineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora