Hechizo 21

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Bright tomó asiento en la larga banqueta de madera. Lo hizo con un libro entre sus manos, sin despegar los ojos de la letra ya borrosa por antigua.

Aún lucía un poco pálido, a pesar de que habían pasado dos días desde que había sido desvinculado y, con ello arrancada la magia que había poseído los últimos meses. La energía que antes lo envolvía había desaparecido, pero eso no hacía su presencia menos atractiva.

— Te sentirás mejor con el pasar de los días —le dijo el anciano, volviendo su mirada al libro de cubierta raída que sostenía. Retomó el repasar con su dedo índice una y otra vez las letras borrosas de la página trescientos cuatro.

— Me siento mejor.

— Es bueno escucharlo al fin —le sonrió, separando otra vez la mirada del libro —. ¿Qué tal dormiste?

— Un poco más que ayer.

— Bien, bien, vamos mejorando.

— Y...—titubeó—. ¿Lo hallaste? —preguntó, rascándose la nuca y desviando la mirada. Sus ojos ansiosos esperando una respuesta.

— ¿Qué haremos con esta juventud impaciente? —bromeó el anciano, burlándose de los ojos huidizos de Bright.

— No, es que...

El viejo le sonrió tiernamente. Las mejillas de Bright se tornaron rosas, adornando su atractivo rostro. Era realmente impresionante, sobre todo en los momentos en que la dulzura trepaba a través de su natural sensualidad.

No lo iba a negar, cuando lo vio aparecer en el estrado, a pesar de estar envuelto de pura irracionalidad, casi lo creyó. Podía contar con sus dedos las veces que la apariencia de alguien lo había impresionado así, más aún adornado con esa ropa celestial, parecía casi un ángel. Sin embargo, pronto se sacudió la sorpresa y supo que era falso. Él mismo había estudiado la muerte del último Antinoo; era imposible que hubiera otro vivo.

En un primer momento, el engaño le colmó la paciencia y estuvo a punto de mostrar la verdad frente a todos. Pero todavía en el silencio fue capaz de oír el llanto y desesperación del joven brujo y quién desde el estrado entre miradas escondidas le observaba, en momentos parecía querer ir hacia él y en otros buscaba esconder su propio temblor; el falso Antinoo moría de miedo, pero hervía en valentía. Era amor.

El mismo amor que alguna vez tuvo su joven hijo por un mortal. El mismo amor que él combatió, pero que comprendió con los años. Quizá más que entendimiento fue compasión. Ver su apariencia hermosa con las manos temblorosas y oír a todos aquello que lo reclamaban, despertó en su alma anciana el deseo profundo de salvarlo.

Lo planeó rápido, casi desafiando su inteligencia muchas veces alabada. Se apuró en declarar verdadera su condición para sacarlo de ahí.

Sorprendió a todos cuando al finalizar el juicio hizo el reclamo. Nunca lo había hecho antes, apoderarse de un ser de otro mundo por más amenazante que éste fuera siempre le había parecido barbárico, pero necesitaba actuar rápido.

Al ser un brujo mayor y sumamente respetado, el muchacho le fue dado sin discutir y obviamente no pudo evitar sentir placer el ver las caras enojadas y resignadas de quienes durante el juicio lo habían reclamado.

Celebró la valentía del falso Antinoo cuando lo vio pelear al intentar llevárselo. Lamentó desmayarlo. Y no pudo evitar notar la mirada y el cuerpo titubeante de la bruja Ole Opas Iamkjorn, que en más de una ocasión trató de acercársele.

Lo acostó en la cama de la habitación que antes fue de su hijo y lo dejó dormir. Horas después el falso Antinoo despertó tan asustado como un cervatillo frente a un cazador.

Sortilegio #Brightwin #SarawatTineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora