Fin

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POV Bárbara

Miraba perdida hacia la gris y rayoneada pared de mi celda, esperando que algo sucediera y pudiera salir de ahí, pero ya habían pasado meses esperando, y mi libertad no había llegado. Esa ansiada libertad que tanto clamaba y decía estar cerca de alcanzar, ahora menos que nunca podía ser libre, encerrada entre cuatro paredes y luchando día con día por sobrevivir.

Muchos decían que yo era mala, que era una persona llena de odio y resentimiento. Tal vez era así, pero la verdadera maldad la conocí aquí.

¿Y quien podía imaginarlo? La terrible y malvada Bárbara Greco ahora era un corderito rodeado de verdaderas fieras. Ni siquiera yo lo podía creer.

Por todos los delitos que cometí el juez me mandó al reclusorio de máxima seguridad, pero yo no debería estar aquí. Aquí, rodeada de personas más peligrosas que el mismísimo demonio, mujeres terribles, que habían cometido desde un asesinato como cualquier otra ahí, o hasta robos en masa, asaltos, masacres. Vivir aquí era esperar la muerte cada mañana.

Sobrevivir era la tarea de las más débiles.

Y yo era una de ellas.

Recuerdo que llegando aquí siempre me caracterizé por no hablar con nadie y estar lo más sería y callada posible, quería evitar conflictos, pero aquí siempre había uno nuevo cada día, yo pensando que podría ser una de las más fuertes, una de las que llegaría a dominar... Que equivocada estaba. En los cuatro meses que llevo aquí he recibido dos palizas, y ni una sola visita. Que irónico.

Tanto entrenamiento y tanta cosa por nada, al final sólo era una más entre todas.

Al menos puedo decir que algunas guardias se han apiadado de mí, ya les he dicho que tengo una hija allá afuera, y que también espero otro. Me han puesto con las reclusas más tranquilas, y por ahora estoy fuera del peligro de las más violentas. También me han regalado una navaja, por si no llegasen a estar cuando me agarre una riña en el patio, o en otro sitio.

Quisiera saber porqué son tan condescendientes conmigo, ¿A caso mi estado les ha ablandado el corazón?

Me paré de la cama, tomé mis cosas para ir a la rutina de aseo de todos los días, pensando en mi vida, en los meses antes de que me apresaran, en los Elizalde.. En Franco, Eduardo... Como se llamara.

En el día que descubrí que estaba embarazada, que fue el mismo día de mi juicio.

Pero ya todo eso era pasado, la realidad era ahora, estaba sola, esperando dar a luz y que se llevaran a mi bebé con el servicio social, y esperar los sesenta años de condena. Saldría toda una anciana, a veces dudaba de llegar viva incluso a los dos años en prisión, y menos con todo el sufrimiento que cargaba conmigo. No soportaría tampoco que me volvieran a quitar de los brazos a mi hijo.

Toda mi vida era una condena.

***

- ¡Sánchez! - Gritó una de las guardias llamándome, yo estaba sentada en la cama peinando mi cabello en una coleta.

Miré hacia ella, y me puse de pie aproximándome a los barrotes, la mujer me miró detenidamente y sonrió.

- Ya se te nota bastante, eh... - Señaló mi abdomen, yo asentí y puse mi mano sobre el mismo, tenía cinco meses ya.  - En fin, alguien vino a visitarte.

La noticia me fue difícil de asimilar al principio, me acerqué más rápido a ella y puse mis manos en los barrotes.

- ¿Quién es?

- Yo que voy a saber, tienes que ir a ver... -  Dijo jugueteando con su bolillo de dotación. - Pero apúrale...

Me quedé pensativa pensando en quien podría ser, los Elizalde me odiaban, Damián había muerto, Eduardo me había dejado claro que ya no quería saber nada de mí, no tenía a nadie más... ¿Y si era Aurora?

Lucero y Fernando [Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora