Sr.

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"No eres bueno para mí, pero cariño, te deseo"

*

- ¿A quién trajeron hoy? - Preguntó el poderoso tipo sentado en la poltrona de su oficina, con un puro entre sus dedos, y esperando por su nueva adquisición.

Así les llamaba él a todas las mujeres que visitaban su palacio.

- Una que le va a gustar mucho jefe. - Respondió uno de sus hombres antes de que los otros dos entraran al cuarto con la susodicha mujer.

- Reina, modelo, actriz, ¿Famosa? - Era él tan poderoso e influyente que hasta su recámara habían llegado mujeres del mundo de la farándula, una que otra miss universo, y algunas completamente desconocidas. - Sabes que me gusta conocerlas..

- No, no es actriz, tampoco de esas reinas que se pasean por aquí. Es una diosa. - Contestó el tipo sonriendo. - Y creo que usted la conoce muy bien.

Fernando arrugó el entrecejo.

- Mmm.. no me está gustando mucho, pero tráela. - Ordenó dándole una  calada a su tabaco. - Espero que sea bonita como dices.

- Lo es...

El hombre se dio vuelta para abrir la puerta y darle paso a sus dos compañeros que traían a la mujer. En un segundo los dos tipos enormes entraron a la lujosa y grande oficina con la susodicha, quien venía totalmente cubierta con una bolsa en la cabeza. Fernando volvió a arrugar el ceño mientras observaba a la mujer, y la escrudiñaba con la mirada.

- Es toda suya, señor..

Los tres hombres se fueron, dejándola allí. La mujer no se movió de su sitio, pero si sonrió debajo de aquel saco, sintiendo como las pisadas de aquel hombre iban hacia ella.

- Vamos a ver que tenemos aquí. - Dijo él teniéndola enfrente, mirándola de abajo a arriba sin encontrar ni un tramo de piel descubierta.  - Estás como muy tapada ¿No?, esto no es un convento mi reina.

- Aunque debo admitir que estás... Muy hermosa.

- Pues a mi me gustan mucho mis jeans.. - Dijo por fin la misteriosa mujer y se quitó aquel saco de la cabeza. Revelando su rostro, y dejando caer una larga melena rizada de cabello castaño claro.

Fernando la miró descolocado, y luego mostró su ira.

- ¡Tu! ¿Qué estás haciendo aquí? - Gritó al reconocer a su ex esposa.

- ¡Eres un desgraciado! ¡Maldito! ¡Sin vergüenza! - Le dio una bofetada. - Venía a darme cuenta por mis propios ojos lo que haces. ¿Cómo puedes engañarme así? ¡Bastardo!

- ¿Estás loca? ¡Ya no somos nada! ¡Pensé que ya te habías casado con algún idiota por ahí! - Exclamó sacado de quicio, pero también extrañado porque ella se apareciera a esas alturas de la vida. Justamente a tres años de su divorcio.

- ¡Claro que no imbécil! ¡Yo no firmé nada! ¡Ni siquiera sabía que nos íbamos a divorciar! ¿Qué mierda? - Ella también se encontraba muy confundía. - Ahora regreso y me encuentro con esto..

La castaña lo miró y señaló con sus manos.

- Tres años, ¿En donde carajos te metiste? Pensé que me habías dejado, que te había atropellado un carro, yo que se...

- ¡Idiota! ¡Pues no! Estoy viva, estoy aquí, ¡Y soy tu esposa! - Gritó a regañadientes. - ¿Cuantas mujeres has metido aquí? ¡Eres un maldito! ¡Asqueroso! Ahh.. Mierda.

Ella tiró un florero de la rabia. Siempre había sido de mal carácter, pero ahora estaba hecha una fiera.

Fernando tomó su mandíbula con fuerza, mirándola igual de neurótico, la mujer se quejó.

- Sabes que detesto que digas groserías.

Ella enarcó una ceja y le dio una bofetada.

- Ridículo... - Susurró. - Dime una cosa, ¿Has forzado a alguna de las mujeres que vienen aquí?

- ¡Claro que no! ¿Qué crees que soy?

- ¡Un cerdo! - Soltó furiosa y dándole otra bofetada.

- Si tienes tan mal concepto de mi, ¿Para qué volviste? - Preguntó Fernando cruzando sus brazos debajo de su pecho. Esperando que ella se calmara. - ¿Quieres dinero?

La mujer negó mientras empezaba a lagrimear.

- Sabes que no necesito tu dinero, nunca me interesó.. -  Ella bajó la mirada intentando ocultar sus ojos llorosos, ¿Por qué tenía que amar tanto a ese canalla? Se preguntaba.

- ¿Y entonces?

Él se acercó a ella conociendo ya lo vulnerable que eso la ponía, el sólo sentir su olor a tabaco y perfume hacía que su mujer derribara aquellos muros de contención. Hizo sus  manos hacia atrás de su cintura y la pegó a él, oliendo su perfume exquisito que usaba desde siempre, acariciando la larguísima melena de cabello que tanto amaba, y que había extrañado.

- No creo que hayas venido sólo a regañarme.  - Susurró cerca de su oído, besando su cuello. - Ese perfume...

- Puedo usar mi perfume cuando se me de la gana, no es para ti... Idiota. - Espetó, pero sin alejarse de él.

- Esa boquita... - Regañó Fernando. - Has vuelto más irritable que siempre.

- Me has engañado, claro que estoy molesta. - Le confesó de nuevo con los ojos mojados. - Con muchas, con demasiadas, con mujeres importantes, bellas.. Me siento tan ridícula.

Y ahora sí, lloró.

- Ninguna mujer va a ser más importante que tu. - Secó las lágrimas de ella, recriminándose mentalmente todo lo que había hecho.

- Sólo me siento como una más de tantas, y probablemente yo sea la más desdichada. - Afirmó la castaña mirándolo con los ojos húmedos, no le importaba más nada. Había dejado su dignidad muy atrás, en el momento en que entró a aquella mansión. - No sabes cuanto me odio en estos momentos por estar aquí, debo odiarte, huir, pero te amo maldito sinvergüenza.

Fernando rió por lo bajo.

Y la besó, sintiendo el sabor de sus lágrimas saladas, y el sabor de su labial, sintiendo de nuevo el corazón lleno.

- Yo también debería odiarte por haberte ido, por dejarme así, tan amargado y tan decepcionado.. - Confesó. - Buscando mil mujeres para olvidarte, las más inalcanzables, las más...

- Bonitas. - Completó ella con dolor.

- Nunca lo logré. - Dijo Fernando ahora serio, calmado. - Tal vez será porque tú eres la más inalcanzable y bella para mí.

- Mentiroso, idiota.

- Sí, y también la que más me insulta. - Volvió a besarla con adoración, con toda esa pasión contenida de hace tres años, sintiendo como cada molécula de su cuerpo brincaba de dicha, pero sin querer mostrarle a ella lo entusiasmado y feliz que estaba. - Te amo Lucero.

Ella hizo como si no hubiese escuchado aquello, pero en el fondo estaba tan feliz como a escondidas lo estaba él. Lo abrazó besándolo también, y quitando su camisa, acariciando sus pectorales suavemente, rodeándolo con sus brazos y apoyando su cabeza en el pecho. Preguntándose una y otra vez como es que lo amaba tanto.

- Veo que te has puesto tierna. - Lo escuchó decir. No le importó. - No sabes que así te adoro muchísimo más.

Fernando la tomó por los hombros y la observó, su rostro dibujó una sutil sonrisa. Él también deshizo los botones de su camisa, y la tiró.

- No.. no logré superarte. - Dijo acariciado la mejilla sonrosada de la castaña. - Ni esa sonrisa, ni este cuerpo...

El hombre la apretó contra él, besó su cuello. Seguía delineando toda su silueta con las manos, apretando sus caderas con intensidad.

- Vamos a otro lado.. - Le sugirió ella.

El asintió, y la tomó de la mano.

- Ven...

Lucero y Fernando [Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora