Bárbara y Franco II

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Llevo como media hora haciendo corajes con wattpad porque no me deja organizar las partes, y se me desordenan 😭. Pero aquí está la segunda parte de "Bárbara y Franco".. Espero que les guste.

*

Bárbara ahora tenía los ojos húmedos, ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué se humillaba de esa forma? Si ya sabía que no le interesaba para nada a él. Franco estaba serio, y en vez de seguir con su provocación, ahora parecía molesto con ella.

Cansado, hastiado.

- Bárbara por favor, puede entrar alguien... - Dijo tratando de mantener la cordura, y no claudicar ante sus encantos.

- No me importa. - Soltó la pelinegra igual de molesta. Ahora se podía notar enojada, ¿Y por qué no? Desquiciada. - ¿Sabes? Hace rato he estado necesitando del afecto de un hombre... Gonzalo ya no sirve para nada, Damián se perdió, y tú... Tu eres el único tipo que tengo a mi alcance.

- Pero ya no quiero nada contigo.

- Eso ni tú te lo crees, Santoro. - Bárbara le dejó ver una sonrisa fascinante, miró a su rostro, vio como sudaba, como los nervios lo consumían. - No puedes mentir cuando tu cuerpo dice otra cosa.

La mujer lo miró sonriente, haciéndole saber que algo pasaba por su malévola mente. Franco solamente observaba cada movimiento sin perderse de nada. La mujer puso las manos sobre su pecho, agarró el arma y la sacó de su alcance, pensó que no la necesitaba por ahora.

Se movió lentamente sobre él, mientras echaba su cabeza hacia atrás, y sus piernas se enredaban más en la cadera de Franco.

- Bárbara... - Soltó el hombre en un jadeo, aquella sensación lo estaba dominando.

Ella continuó haciendo lo mismo, pero ahora más frenéticamente, la mujer empezó a perder el control al igual que él, jadeaba sin ninguna contemplación, mientras el hombre le suplicaba piedad. Mordió su labio inferior arqueando su espalda y gimiendo alto, para luego mirar hacia Santoro y sonreírle complacida.

- Ya... Para por favor. - Le pidió él hablándole agitado, su erección le dolía endemonidamante. La necesitaba.

Ella negó con la cabeza, acercándose a besarlo en el pecho, mordía desesperada como si se tratara de una vampira hambrienta, se fue a su cuello y lo chupeteó un par de veces, mientras le decía unas cuantas obscenidades al oído. Y al fin estuvo frente a su rostro, esbozó una sonrisa dulce y tierna, sus cabellos negros caían sobre el pecho de él y parte de su cuello moratado. Lo besó, desperada y salvajemente, seguro llegando a lastimar aquellos labios que muchas veces la habían hecho feliz.

Lo abrazó al culminar el beso, y arrecostó su cabeza en el pecho de él, extrañando sus otros encuentros, en donde ambos parecían quererse, cuando ella podía dormir tranquila en su regazo, y no prácticamente forzarlo como lo hacía ahora.

Lo deseaba tanto, su cuerpo lo pedía, lo necesitaba, estaba jodidamente excitada y prendida, pero ya no quería seguir. Era como engañarse a ella misma, sabiendo que él no sentía absolutamente nada por ella, y ahora  sólo respondía a sus necesidades de hombre.

Pero antes de ponerse a llorar tenía que resolver el problema en medio de sus piernas. Franco la miraba sin ninguna expresión en los ojos, pensando seguramente que era una ninfómana, y maniática, tenía la cara magullada, por los cuantos golpes que ella le había dado, tenía el labio roto, y el pecho arañado. Bárbara decidió acabar con todo de una vez y no dejar lo que le quedaba de dignidad ahí.

- Sueltame Bárbara.. - Le exigió con voz jadeante.

- Déjame sentirte aunque sea una última vez. - Le dijo ella tranquila, mirándolo con un brillo especial en los ojos. Se acercó y le dio un pequeño beso en la nariz, no esperó respuesta de él.

La pelinegra se sentó de lleno sobre su erección, con las manos terminó de quitarle el pantalón, y los calzones. Su espalda se volvió curva apenas lo sintió entrar, gritó como una gata en celo porque aún no se terminaba de acostumbrar a él, ni a su tamaño. Se movió lentamente permitiéndose sentir como su cuerpo se contraía, y el vientre le ardía, siguió con más velocidad en busca de más placer.

De pronto, sintió como tiraban de su cabello con fuerza, gimió por el dolor, y por otro lado, también por placer. Abrió los ojos y vio las vendas rotas a una lado de la cama, y las manos de Franco jalando su cabello. Su corazón se aceleró.

Una de las manos de él dejó su cabello y se metió por debajo de la pequeña bata transparente, el hombre apretó con fuerza uno de sus pechos. Era todo tan salvaje y frenético que sentían que en cualquier momento podía acabar.

Bárbara enterró sus uñas en el pecho masculino, sintiendo como ahora él ponía sus manos en sus caderas y la movía con más brusquedad. La mujer gimió fuerte, y una bofetada la calló.

Él estaba jugando igual de sucio que ella.

Pronto la encerró entre sus brazos y de un sólo movimiento la puso debajo de él, aplastándola con su fornido cuerpo.

- Aún me gustas como la primera vez, Bárbara. - Dijo sonriendole igual de torcido que ella hace un momento. - Pero esta debe ser la última.

- Te a... - La enorme mano de Santoro cubrió su boca y calló aquella palabra.  Mientras que con la otra volvía trizas el baby doll negro que aún llevaba su hiena.

Su boca armó un camino de besos por todo su pecho, concentrándose en sus senos, mamando de ellos como si fuese un bebé hambriento. Se apoderó de su cuello y le devolvió el favor que hace un momento ella le hacía hecho.

Bárbara gritaba debajo de su mano.

Él estaba insaciable.

La mujer intentó acariciarle el rostro para ensuavizar el momento, pero él no lo permitió. En cambio, llevó las manos a sus piernas y las acarició con necesidad, antes de mirarla como sádico, y abrirlas mas para enterrarse con más fuerza en ella.

Volvió a besarla, casi queriendo comerse sus labios, y arrasando con su boca, dejando sus labios rojos e hinchados.

- Franco.. - Le susurró ella, pero nuevamente él la calló con un beso. Uno más calmado y tierno ahora, al tiempo que sus embestidas iban más lento.

- Si esta es nuestra despedida... Debe ser con todos los juguetes.. - El hombre llevó sus dos manos hasta el cuello de ella y lo apretó fuerte, mientras seguía robándole el aliento en un beso largo.

Lucero y Fernando [Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora