Amor para dos

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"La otra mujer es perfecta en donde su rival falla... La otra mujer siempre llorará hasta quedarse dormida"

***

- ¡Pero mi amor! No es que no quiero... - Decía una alta rubia atrás de su esposo, de nuevo lo rechazaba. - Simplemente...

- Simplemente creo que ya no te intereso, es que desde hace meses que estamos así.. - Contestó el esposo contrariado, se terminó de arreglar la ropa. - Ni siquiera quieres hablar conmigo, ni decir que pasa...

- Es que estoy cansada..

- Siempre estás cansada Blanca. - Soltó con desdén. - Y no sólo en esas cuestiones, ya no eres como antes... Esto parece una atadura y no un matrimonio.

- ¡No digas eso! Yo te quiero..

- Ese es el problema, tu me quieres... Y yo te amo. Con todo lo que soy.. - Confesó mirándola, encontrándose con los ojos grises de su esposa, los que siempre le habían resultado los más bellos entre todos. Pero que ahora parecían no transmitirle nada. - Pero estoy cansado... Hasta más tarde Blanca, saluda a los chicos cuando lleguen de la escuela.

- Fer...

- Vuelvo en la noche.

Y el hombre partió, con el peso del desamor encima, sintiendo que ya el amor no era algo para él, que todo lo bonito que había construido con su esposa se estaba esfumando. La vida era tan monótona, tan aburrida, sólo sus hijos lo mantenían de pie, sus hijos y Ella.

Una sonrisa cálida apareció en su rostro. Y ni siquiera él se dio cuenta.

No era consciente de que aquel rayo de luz que iluminaba su vida estaba logrando abrirse un espacio en su triste corazón.

Iría a verla, como siempre... Como lo hacía desde que se conocieron, y como podría ser para toda la vida.

____

Un peludo minino gris se rozó con la pierna de su dueña, mientras maullaba y seguía haciéndole mimos. Ella dejó de mirarse en el espejo y vio al gato, se agachó frente a él y lo cargó mientras le hablaba con cariño y lo mimaba. Luego el salió de sus brazos y fue a comer, la castaña sonrió y siguió en lo suyo.

Secaba su cabello café mientras sonreía enamorada, y cantaba con dulzura una canción, esperando por él. Sí, aunque siempre tratara de estar feliz y tranquila, el hecho de estar en medio de la soledad le hacía un hueco en el corazón, y es que su ilusa sonrisa y sus ojos color miel que brillaban con intensidad no lo decían, pero era muy claro. No quería ser más un premio de consolación.

Quería amar las 24 horas del día, y que la amaran también, quería una familia, quería estabilidad, quería ser feliz. Podía simplemente renunciar a todo y buscar la felicidad en otro lado, pero el amor que sentía por él era más poderoso que ella misma.

Una lágrima se deslizó por su mejilla, pero enseguida la limpió.

Y el timbre sonó, supo que era él.

La castaña sonrió y corrió con emoción hasta llegar a la puerta, la abrió inmediatamente y apenas vio quien estaba ahí, se lanzó a sus brazos. Él también sonrió y entró con ella a la casa.

No hubo momento para saludos ni preguntas, se fundieron en un beso intenso y arrasador, se abrazaron fuerte, y ella de nuevo le dijo "Te amo". Pero como siempre, él sólo sonrió y no supo que responder.

Entonces ella tendría que actuar como si no importara, y aquello no le hubiera afectado.

- ¿Quieres tomar algo? - Le preguntó viéndolo serio y tenso. - ¿Té?

El asintió, y ella se fue a poner la tetera. Rápido volvió, y estuvo a su lado, se sentó.

- ¿Cómo has estado? - Preguntó curiosa.

- Ya sabes, tengo problemas..

- ¿Con ella?

Él asintió, la castaña guardó silencio.

- ¿Y tu como estás? - Al fin se giró a verla bien, los ojos de ella se iluminaron. - Bueno, para qué lo pregunto si siempre estás hermosa.

- Estoy bien, no hay ninguna novedad. - Ella se acercó y lo abrazó, recostó su cabeza sobre el pecho de él. - Y estoy mucho mejor cuando estás aquí.

Fernando sonrió.

- No se que haría sin ti bonita.. - Acarició el suave pelo de ella color castaño cortado a capas, acarició su cabeza. - Eres mi sol.

- Fer... - Susurró mientras sonreía encima de la piel de su pecho, ya había sacado algunos botones. - Yo tampoco se que haría sin ti..

- Puedes hacer mucho más de lo que yo sin ti..

Ella rió, y lo besó. Lo besó tiernamente y con dulzura, con amor, con entrega, con pasión. Y esa pasión se empezó a hacer presente entre los dos, ya los besos no fueron más suaves, ni las caricias tan delicadas, y las manos de él rodeaban su cintura mientras caminaban buscando la habitación. Pronto cayeron a la cama besándose con pasión y necesidad, y sólo uno de ellos, con amor. Fernando se quitó el resto de ropa mientras seguía besando a su amada amante, sus manos no dejaron de acariciar las piernas de ella en ningún momento, y los besos de la mujer ahora avanzaban por sus hombros.

Quería gritarle su amor hasta que a él le quedara claro y lo entendiera, pero calló. Su hombre fue abriendo su bata poco a poco hasta dejarla igual de descubierta que él, sonrió bobo al ver que no tenía sostén, y aún más encantado al imaginar que tampoco tendría bragas. Fernando volvió a besarla, ahora tomando su cabeza en su mano y acariciando su mejilla con el pulgar, aquel gesto muy poco lo tenía con ella, la mujer abrió los ojos y lo miró, justo en el momento en el que él también lo hacía y las miradas se encontraban.

Una enamorada, y otra sólo de pura excitación.

Fernando sintió que aquellos ojos cafés le robaban el alma, y el corazón. Se quedó contemplando un momento y luego dejó de mirarla, sólo metió su rostro entre los pechos de ella y besó con voracidad, sosteniendo su cintura ahora y juntando su aún encerrada excitación con el centro de ella, que también estaba bajo la ropa. Repitió el movimiento besando su cuello, y fue inevitable no escucharla suspirar, volvió a hacerlo más y más veces, moviéndose encima de ella sólo provocándola, pero también haciendo que perdiera la cordura y gritara un par de veces.

- Eres.. tan.. - La miró fijo a los ojos. - Perfecta.

La castaña se derritió al oírlo, y también al sentirlo. La estaba torturando y ella ya no podía más.

- Ya... Ya Fer.. - Dijo sintiendo su cuerpo vibrando por el contacto. - Hazlo de una vez.

- Dame un beso.. - Le pidió mirándola y acariciando su rostro. Ella se acercó y devoró sus labios en un beso, metió su lengua y acarició cada rincón de su boca, dejó su sabor a chicles de fresa en el paladar del hombre.

En medio del beso sus cuerpos se fundieron, y la llama del placer los envolvió. La castaña abrazó la cadera de él y hundió un grito en uno de sus pectorales, mientras él seguía complaciendo sus pechos, y se hundía en ella una y otra vez, moviéndose con rapidez y más luego a un ritmo mucho más lento y seductor, que los hizo explotar en mil pedazos a uno en los brazos del otro.

Y él se tumbó encima de ella, aún en su interior.

La miró y volvió a besarla, ella sonrió y lo apretó en un abrazo, sintiéndose dichosa, emocionada, satisfecha, extasiada sintiéndolo salir de su interior y haciendo que su cuerpo se estremeciera. Pero las lágrimas humedecieron sus ojos brillantes, mientras escuchaba sus respiraciones tranquilas que le decían que ya había quedado rendido, lo abrazó de nuevo apretándole con fuerza sin querer dejarlo ir, y tratando de no dormirse con el corazón encogido como siempre, porque sabía que al despertar él ya no estaría ahí.

Y sus lágrimas pronto se fueron secando, porque al final, el sueño igualmente la envolvió.

Lucero y Fernando [Relatos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora