Bárbara apenas llegaba de Lactos, había trabajado casi todo el día sin descanso alguno. Últimamente Artemio estaba más exigente, le hacía trabajar todo el día por el quiebre de la empresa, hacer todo lo necesario por tumbar la industria de los Elizalde. Y por lo menos, el esfuerzo estaba valiendo la pena.El valor de las acciones de Lactos había caído, estaban a un paso de la ruina.
La mujer se bajó de su camioneta, y entró a su casa. Encontrándose a toda la familia reunida, los miró con un desprecio que supo disimular, tenía ganas de sacar su pistola y volarle el cerebro a todos los que estaban ahí. Pero vio a su niña, vio a Aurora, que estaba junto a Santiago, e inmediatamente sonrió.
La paz volvió a ella.
- Buenas noches. - Saludó lo más cariñosa que su hipocresía le permitió. Pero luego fue sincera y amable. - ¿Cómo estás Aurora?
- Bien... Señora Bárbara. - Dijo la muchacha sonriendo nerviosa, y bajó la mirada. Ella sabía el porqué de aquello, ya ambas conocían su lazo sanguíneo. - ¿Y usted?
- Yo un poco cansada linda.. - Dijo Bárbara mirando luego a los demás presentes. - Por eso quisiera irme a descansar, disculpen... Vida, estoy muerta, me voy a dormir...
- Tranquila mi alma, ve. - Respondió Gonzalo asintiendo.
Bárbara sonrió, por primera vez no lo hacia con maldad, ironía, ni cinismo. Podía decir que estaba tranquila con el viejo, y al menos agradecía que fuera gentil con ella antes de que se largara y los dejara con la vida destruída.
La mujer se fue a su recámara.
- No entiendo como puedes ser tan gentil con esa víbora papá. - Dijo Santiago mirando a Gonzalo.
- Es mi esposa Santiago, ¡Déjala en paz!
- Tampoco entiendo como tú puedes comportarte así con ella Aurora, sabiendo la clase de mujer que es.
- A mi no me interesa juzgar a las personas Santiago, tu deberías hacer lo mismo.
Mientras tanto, Bárbara llegaba agotada a su habitación, se quitó los tacos antes de entrar, en esos momentos sólo deseaba tirarse en la cama y despertar hasta el otro día. Pero al parecer eso no sería posible.
- Te amo.. - Escuchó decir a una voz muy familiar.
Enseguida abrió los ojos como dos platos y sintió el corazón acelerarse, era la voz de Franco. Y no le decía eso a ella.
Intentó mantenerse tranquila, pero no era una opción viable, estaba realmente decepcionada y furiosa. Caminó siguiendo la voz de Santoro, encontrándose una escena que sabía que no estaba lista para ver.
- ¿Franco? - Preguntó en voz baja viéndolo besando a Fernanda, los dos estaban tan concentrados que ni siquiera la habían escuchado.
Artemio se lo había dicho tantas veces, que no confiara del todo en él, que podía traicionarla. Y ahí estaba, era un hecho. Franco muy seguramente se había acercado a ella para sacarle información, y de paso.. Divertirse un rato. Pero no sólo eso, ahora su trabajo y esfuerzo de años podría estar en jaque.
Si Fernanda también era parte de esto, estaba acabada.
- ¡Señor Santoro, qué sorpresa! - Gritó.
Y ahora sí, él escuchó.
Fernanda se sorprendió y se separó de él, Franco hizo lo mismo, miró a la pelinegra con asombro y algo de pena.
- Bárbara, no sabía que habías llegado. - Dijo la muchacha mirándola.
- Yo tampoco sabía que... Estabas con el señor Santoro. - Respondió Bárbara tratando de soñar tranquila. - Que sorpresa mi amor..
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Lucero y Fernando [Relatos]
Hayran KurguRelatos y One shots LC / Lucero y Fernando Colunga.