Dos bandos

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- ¡Mi capitán, cuerpo a la vista!- el capitán, cogiendo su catalejo rápidamente, echa un vistazo a la alborotada agua del mar.

- ¡Subidlo!- ordena. En cuestión de segundos sus hombres se ponen manos a la obra, y lo que tarda en bajar a su camarote a soltar el catalejo es lo que tardan ellos en subir el cuerpo a la cubierta. El capitán enseguida sale, arrodillandose en el suelo e inclinándose un poco para descubrir que es...- ¡Una mujer!- baja la capucha de su capa pata descubrir una cabellera larga y castaña. Se queda mirando su rostro, tiene un par de cortes y una brecha en su ceja izquierda.

- Menuda chica, capitán. Esta noche cobramos, chicos- todos se ríen a la vez.

- Olvidad vuestro deseo impuro, marranos. Está herida- la coge en brazos y la lleva a su camarote. Mira por completo a la chica entonces- No puede ser- saca con cuidado el colgante que hay escondido entre sus senos y lo observa- No....- la mira de nuevo. Le toma el pulso, está viva, respira por muy increíble que parezca- Que mona es- la deja en corsé y se lo desata un poco para que pueda respirar mejor. Tras limpiar sus cortes y cerrar su brecha, la deja descansando en su cómoda cama y la arropa con todas sus mantas, hace mucho frío y la chica está helada. Cansado se sienta a su lado en una silla, donde minutos después, se duerme.

****

- ¡AAAAH!

- ¡JODER!- el capitán se levanta sobresaltado de la silla donde se durmió anoche. Se toca la nariz dándose cuenta de que le está sangrando, enseguida nota un pequeño mareo haciendo que se tenga que sentar de nuevo. Mira a la chica, quien sostiene una sartén furiosamente entre sus manos y lo mira con los ojos muy abiertos.

- ¡¿Quién eres?!

-El hombre que te salvó la vida, jovencita. Estaba naufragando en alta mar cuando te encontramos- baja un poco la sartén observando como trata de cortar su sangrado- ¿Cómo te llamas?

- ¡No pienso decírtelo! ¡Me has dejado en corsé, pervertido!- el chico se levanta rápidamente molesto por el comportamiento de la chica.

- ¡Yo fui quien ordenó que te sacaran del agua, niña! ¡¿Quieres ser el almuerzo de la mar hoy?!- rápidamente la chica sube la sartén, dispuesta a darle otra vez.

- ¡No te acerques, desgraciado!- coge la muñeca de la chica haciendo que no pueda mover la sartén, entonces ambos empiezan una pequeña pelea cuerpo a cuerpo que se basa en empujones- ¡Quita tus sucias manos de mi cuerpo!

- ¡Eres una niñita muy mimada! ¡Eh, oye, para ya!- ambos se caen al suelo, él encima de ella para ser claros.

- ¡QUITA, QUITA, QUITA! ¡ME HACES DAÑO, MALDITO!

- ¡Dame tiempo, niña!- se separan rápidamente, no pueden dejar de mirarse- ¿Quién eres tú?

- Nadie- el chico se fija en su colgante de nuevo. Ella, al notar que está observando el objeto, lo agarra con fuerza- Menos mal.

- ¿Por qué tienes esa medalla?

- Por nada.

- Quiero verla- insiste él acercándose a ella de nuevo.

- ¡Aléjate!

- Niña exagerada- suelta él haciendo casi omiso, se mete en el pecho de la chica volviendo a mirar la medalla que estuvo observando anoche tan detenidamente.

- Es incómodo, ¿sabes?

- Calla por un momento- asiente- Maldita malcriada, con razón eres tan tiquismiquis.

- ¡Eh!- él se ríe.

- Eres de familia rica. ¿Qué te trajo por estas aguas? Vamos, siéntate, no muerdo- se va hacia su barreño con agua para limpiarse la nariz, por suerte no está rota.

- Mi barco de hundió- dice la chica levantándose, pero no deja de mirarlo atentamente con sartén en mano.

- ¿Cómo fue?

- Nos atacaron- él levanta la vista aún mirándose en el espejo- Fueron unos que tenían unas velas negras, y el barco entero era blanco como la nieve. No había ni una sola mancha de musgo o algo, nada. Blanco impoluto- él la mira- Empezaron a cañonazos y ahí ya...

- ¿Velas negras y barco blanco?- ella asiente un par de veces- Muy bien. Toma- le saca ropa de su armario- Algo tendrás que ponerte, no saldrás así delante de esos depravados.

- ¿Tu tripulación dices?

- Sí. Ellos sólo piensan en chicas y sus zonas específicas, así que mejor tapate un poco- ella asiente y se queda mirándolo fijamente- ¿A qué esperas?

- A qué te vayas. No puedo vestirme con un hombre delante, chico.

- Pero si te he visto en corsé.

- ¡En mi casa ya te habrían ahorcado!- él se ríe.

- Vale, yo no miro. Atenta- se da la vuelta para que ella pueda vestirse tranquila- ¿Mejor?

- Sí, gracias- y mientras ella se termina de deshacer se su antigua ropa para vestirse con la que el capitán le ha dado, él la miraba todo el tiempo por el espejo. Se había colocado ahí para verla- Ya estoy. Por cierto, tengo hambre.

- Ahora desayunaremos. Sígueme- ella va detrás suya subiendo las escaleras que llevan a cubierta- Aún no me dijiste tu nombre.

- Abby- él la mira y sonríe- ¿Qué?

- Nada. Bueno, bienvenida al paraíso del barco- todos los miran a ambos en cuanto el capitán abre la puerta.

- ¡Vaya! ¡Buenos días, capitán!- el más listillo se acerca a la chica rápidamente- Buenos días, querida- y coge su mano para besarla.

- Tom, deja de incomodarla.

- Que soso eres, hermanito. Mira que preciosidad- enseguida se pone roja- Ay, que bonita es.

- ¡Ya basta, Thomas!- el nombrado ríe- Perdonalo, es un idiota.

- Gracias- le agradece ella.

- Cómo se nota que te ha dado una buena noche, mi capitán.

- ¿Cómo puedes pensar eso? No me ha dejado, así que eso lo respeto. Deja el ron y come, anda- dice él riendo.

- ¿Cómo te llams tú?- pregunta la chica dulcemente, como si fuera a ser castigada si eleva más la voz.

- Capitán- se ríen.

- Digo tu nombre de verdad, idiota- vuelve a mirarla.

- William, para tí Bill- le sonríe- ¡Venga a trabajar si no queréis comer, olgazanes!- así comienza una gran amistad entre la clase alta y la pobreza, lo egoísta y lo humilde. Una amistad extraña pero perfecta.

[MIS PEQUEÑOS OS (One-Shots)] ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora