🍺El bar de la plaza 2🍺

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8 meses después

- ¡Serás...!- Tom se ríe al ver que le ha ganado a su amigo Andreas- Hijo de puta, enséñame a jugar.

- Es cuestión de práctica- le responde el trenzado. Siente su presencia, siempre lo siente y lo ha estado sintiendo desde que lo vio. No sabe cómo pero, lo siente. Se gira lentamente, sonriéndole ampliamente al pelinegro- Luego hablamos, Andreas.

- Está bien. Me voy ya de todas formas, la parienta me va a matar- Tom se ríe- Hasta luego- cuando se va, Bill ocupa su lugar. Mira a Tom sin decir palabra y con tan sólo ese gesto, el mayor se sonroja, pero lo disimula haciendo como que mira al exterior.

- ¿Todo bien, Tom?- la dulce voz del menor hace que Tom se derrita por dentro. Que mono es.

- Sí, ese es mi amigo Andreas. Siento que se haya ido así- se sonríen.

- Un café con hielo, por favor- pide Bill amablemente.

- ¿Sombra doble?- el pelinegro asiente. Como están sentados en la barra se lo sirven rápido- Uno cincuenta- paga con un billete de cinco, le devuelven el cambio y ya puede tomar si café tranquilo mientras Tom, sin que él se dé cuenta, lo desnuda con la mirada.

- Gracias. Da igual, Tom, entiendo que tenga prisa- le sonríe al mayor- ¿Qué tal el día?

- Bien, bueno. Tuve que ir a trabajar unas horillas pero bien.

- ¿En qué trabajas?- Tom lo mira, mueve el café tranquilamente mientras espera una respuesta.

- Mayordomo- Bill lo mira asombrado- Así es, soy mayordomo.

- ¿Cómo es que siendo mayordomo estás aquí, en este barrio tan mafioso y cutre? Qué yo sepa, los mayordomos ganan una pasta.

- Sí, pero tengo niños a los que alimentar- Bill lo mira con los ojos abiertos.

- ¿Eres padre?

- Sí.

- ¿Me lo dices de verdad?

- Sí, soy padre de cinco criaturitas que aún gatean- Bill siente ternura- ¿Los quieres conocer?

- Me gustaría- sonríe.

- Seguro que se encariñan contigo rápido. ¡Quédate el cambio, Amanda!- le dice a la mujer de la barra.

- ¡Gracias, Tom!- grita ella, sonriéndole desde el almacén. Bill se termina el café y sigue a Tom, quién lleva hasta una moto grande y muy cara.

- Que motaza- Bill se queda asombrado mientras acaricia el cuerpo de la moto, sonriendo después.

- Mi único y mejor regalo de cumpleaños- Tom asiente sonriendo- ¿Subes?- saca un casco, Bill lo mira.

- ¿Sí?- Tom asiente- ¿Cómo sé que no me llevas a algún lugar apartado para luego matarme?

- ¿Crees que si quisiera hacer tal cosa no te hubiera obligado, llevado, violado y matado?- Bill se queda sin palabras- Pues eso. Si fuese un psicópata asesino estaría entre rejas seguramente. Ahora, ¿quieres subir? Respetaré tu opinión, puedo traerlos aquí en vez de llevarte a tí- Bill, totalmente feliz de poder tener la oportunidad con él, coge el casco- Dame la mochila.

- No llevo gran cosa, hoy es viernes- se la tiende a Tom, él la guarda en el maletero de la moto y luego, tras ponerse el casco, se sube y la arranca. Bill termina de ajustarse el casco, se sube con Tom después.

- ¿Listo?

- Sí.

- No te asustes cuando llegues y los veas, puede que estén alborotados- Bill se ríe como Tom. Coge velocidad, tanta que Bill va un poco asustado. En una curva se aferra del todo a la cintura de Tom, va totalmente pegado a él. El trenzado mira a Bill por el espejo, quién observa el paisaje del mediodía, sonriendo. Su cabello negro se cuela bajo el casco dándole aspecto de chica pero, para Tom es precioso. Se meten por otro barrio, Bill se pone atento de nuevo- Tranquilo, aquí me conocen. Bienvenido a mi casa- dice abriendo la puerta- ¡Chicos, estoy aquí! Ahí vienen- de repente, cinco grandaneses aparecen por la puerta del salón corriendo, Tom sonríe- ¡Hola!

- ¿Perros?- Tom lo mira- Creí que eras padre padre, que tenías hijos de sangre.

- Bueno, ellos son como mis hijos realmente. Y van gateando aún, como te dije, porque van a cuatro patas. Veo que no lo pillaste- Bill niega riendo- Aria, tranquila- dice al ver que su perra se acerca a Bill, oliendo su ropa y revisando que todo esté en orden- Acerca la mano.

- ¡Para que me muerda!- exclama el menor un tanto preocupado por la actitud de Aria.

- No, no muerde, huele el miedo y te gruñe. No tengas miedo. Vamos, arrima la mano, no te pasará nada- Bill, dudando de su acto, obedece. La grandanesa lo olisquea y se deja tocar, Bill suspira aliviado- ¿Ves?

- Que mona- ella se deja caer, Bill se ríe mientras le rasca la barriga- ¡Pero bueno, si está embarazada!

- Ah, sí. Este granuja aprovechó una noche que conseguí dormir bien y se la montó hasta el amanecer- dice Tom separándose de un grandanes negro, ella es blanca- A ver cómo salen. Lleva unos días regular, a lo mejor es por el parto. Puede que los cachorros estén entre nosotros muy pronto- Bill sonríe- ¿Te gustan?

- Me encantan los perros, Tom. Y estos son preciosos- dice Bill acariciando a la perra aún- Oish, que cariñosa. ¡Aria!- le dice riendo cuando la perra se lanza a lamerlo, todos los demás van también- ¡Tom, tus perros me tragan!- mientras Tom ríe mira a Bill, tan feliz con los perros, parece un niño pequeño. Él es tan inocente, tan tierno.

***
- Bueno, gracias por todo. De verdad que me ha encantado la tarde- Tom acaba de dejar a Bill en casa- Gracias.

- A tí- responde el trenzado, sonriéndole al pelinegro. Sin decir palabra, Bill se acerca hasta Tom y le da un beso en la mejilla, pero el mayor ha aguantado demasiado tiempo- Bill.

- ¿Qué pasa?- se cuelga la mochila de un hombro, mirando a Tom de mientras con una sonrisilla tímida.

- Creo que...soy gay. Hay... Hay un chico que...me gusta mucho- esperaba una carcajada por parte de Bill tan sonora que se escucharía en China, pero, no es así. En cambio, el pelinegro suelta su mochila en la acera y se abraza a él aprovechando que está apoyado en la moto. Tom siente verdadera ternura esta vez, se siente comprendido, al fin alguien que lo entiende y alguien en quien poder confiar después de tanto tiempo sólo en este mundo. Bill, sin pensarlo, lo coge de las mejillas y se pone de puntillas levemente, Tom enseguida le responde el beso totalmente feliz. Da comienzo un dulce baile de lenguas en el interior de sus bocas, algo nuevo despierta en el adolescente que Tom ya sabe qué es perfectamente, pero decide no comentarlo para no incomodar a su posible amor. Se separan sonriendo, pero Tom mira atentamente la mano de Bill. Pone un pequeño papel doblado sobre la suya y, tras darle un rápido pico, se encamina a la puerta de su casa. Justo cuando la abre, lo mira sonriendo.

- Llámame- le hace el signo con la mano y, antes de entrar del todo, le guiña un ojo. Y ahí se queda Tom, totalmente embobado con su pelinegro mientras relame sus labios, quedándose con el sabor de los de Bill.

- Gatito negro...- se sonríe a sí mismo y se sube en la moto camino a casa. Lo que no sabía era la alegría que le daría mañana a su pequeño adolescente nada más salir del instituto...

[MIS PEQUEÑOS OS (One-Shots)] ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora