Capítulo 74: Los herederos de la guerra

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Todo ese día, se había sentido intranquilo. Xichen solo se había comunicado para preguntarle si se encontraban bien, pero no le había mencionado lo que él deseaba: ir a verlos para rendir respeto a su madre, para que todos dejaran de verlos con lastima. Luego, sintió que algo sucedía con Xichen. Intentó comunicarse con él, pero el alfa no respondió. Finalmente, la noche llegó, revolvió el talismán entre sus dedos hasta que este brilló, señal de que Xichen buscaba comunicarse con él. Pero esta vez, no solo eran palabras en el aire ni solo su voz, sino que podía ver al otro lado. El talismán de comunicación permitía ver la imagen del otro en tiempo real, pero consumía mucha energía por lo que no lo usaban.

Su corazón se apretó en cuanto vio a una persona inesperada con el talismán de su marido en manos: Meng Yao. Ambos se quedaron en silencio un largo momento. Jiang Cheng pronto pudo notar que el lugar alrededor era el patio del hanshi, la habitación de su marido. Un lugar tan íntimo que pocas personas podían ingresar. Él lo reconocía tan rápidamente porque había pasado sus días ahí, al lado de Xichen cuando vivía en el Receso de las Nubes. Su corazón se apretó adolorido. ¿Finalmente había sucedido? ¿Esas sensaciones extrañas eran porque Xichen había decidido olvidarse de ellos? Escuchó la vocecita de Jingyi atrás suyo y su corazón se apretó más.. En ese instante imaginó un futuro desolador donde sus niños no fueran reconocidos por su padre alfa. Y, entonces el omega habló, dejándolo en silencio y sintiéndose ridículo por caer nuevamente en sus propias inseguridades.

—Iré. Ahora mismo. — Resolvió de inmediato, lleno de preocupación por su marido.

—No, aun no. Debes estar en el bosque en la madrugada de mañana. — Propuso Meng Yao. — Lo sacaré en ese momento. Sus heridas están recién curadas y , ahora mismo, la vigilancia es muy firme.

—Bien, entonces, estaré ahí desde la medianoche esperando.

No dijeron más, había mucho que decir, pero no era el medio adecuado. Jiang Cheng se sentó en su lecho, donde Jingyi jugaba con su peluche de perro, balbuceaba entretenido sin saber todo el caos que rodeaba a sus padres. El cachorro era un bebé que se volvía cada vez más inquieto, pero que no paraba de reír todo el día. Jiang Cheng quería pensar que su hijo podía sentir su afecto y cuidado y por ello siempre mostraba su sonrisa.

El omega acarició su pequeño vientre de cuatro meses. Su curva se hacía más evidente día con día. Ya no podía usar su túnica apretada con el cinturón, sino hanfu que se sostuviera en el pecho. Aun así, Jiang Cheng seguía luciendo poderoso y atemorizante para sus discípulos.

—Xichen, eres un tonto, seguramente me lo ocultaste porque no querías hacerme sentir peor. —Murmuró para sí mismo.

Y sí, se sentía culpable, pero también era una prueba del amor de su marido por él y los niños, a pesar del rechazo de la secta Lan. Se puso de pie nuevamente, debía buscar una manera de ir hasta allá sin ser notado. Sabía a quién debía recurrir, aunque le daba algo de vergüenza pedirle ayuda a Wei Wuxian, pero también tenía claro que su hermano no se negaría. Activó su talismán por medio del cascabel y habló con él. Sacaría a su marido del Receso de las Nubes y lo cuidaría apropiadamente, aunque, de todas maneras, le castigaría por no decirle nada sobre el castigo.

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Meng Yao cerró la comunicación, se masajeó las sienes. No podía creer que los estaba ayudando. Aún recuerda el dolor que sintió cuando Xichen se comprometió con Jiang Wanyin, pero, en realidad, todos habían sufrido lo suficiente. Y Jiang Wanyin no fue culpable de ese matrimonio, sino Madam Jin. Que luego ambos se enamoraran, escapaba de la razón y de la propia decisión. Regresó con Xichen al interior del Hanshi. Los discípulos ya le habían aplicado ungüentos en la herida y vendado. Pero, el sanador había indicado que tardaría mucho tiempo en sanarse. Los miembros del consejo lo habían hecho a propósito para que así el alfa no pudiera ir por su esposo a explicarle porque, de repente, todas las sectas tenían un decreto donde lo repudia y desconocían a los cachorros.

Betrayal LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora