Capítulo 9: Traicionera

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Mi hija, aquella adorable niña a la que le he entregado todo mi amor y compresión, ha tenido la desfachatez de traicionarme y decir "Llama a mi padrino, él sabrá qué hacer"

¿Cómo es eso posible? ¡Yo soy su padre! Está bien que desconfíe de Víctor, yo también lo haría para una situación como esta, sin embargo ¿de mí? Yo, quién le ha enseñado a decir su primer insulto, incluso le he hablado sobre sexo, ¿por qué demonios ha desconfiado de mí?

Ella se encerró en su habitación y se niega a salir, además ni siquiera me quiere decir qué está ocurriendo, ¡ella sólo quiere a su puto padrino!

–¡Esto es tu culpa!– le grité a Víctor.

–¿Por qué? Yo tampoco entiendo qué ocurre– decía desconcertado.

Ambos nos encontrábamos frente a la blanca puerta de su habitación, esperando a que nos abra, sin embargo, Isabel no planea hacerlo.

–Si no lo hubieses elegido de padrino, ella no lo estaría llamando– me quejé.

–¿¡Y por qué es mi culpa?! Tú también estuviste de acuerdo– se quejaba.

–Ya basta, sólo llámenlo– decía desde adentro nuestra hija.

–Hija, pero dinos antes qué está pasando– le decía dulcemente Víctor, queriendo convencerla de abrirnos la puerta.

–Ustedes no sabrán qué hacer, no sirve de nada decirles– nos aseguraba nuestra hija.

–¡Mira, hija de tu puto padre, o me abres, o tiro abajo la puerta! –la amenace, ya impaciente y preocupado por su seguridad.

–¡Tú también eres mi padre! –chilló ella.

–¡Pero hablaba de Víctor!

–¡Oye! –se quejó el recién nombrado.

El diálogo no estaba funcionando, por tanto, me disponía a derrumbar la puerta, como ya había advertido, sin embargo, Víctor, como el adulto responsable de la relación, quiso intentar convencerla de decir lo que ocurría.

Nuestra hija se mostraba tímida, incluso aun cuando no podía verla, podría jurar que está inflando los mofletes mientras habla casi entre dientes para que no sea fácil entenderle.

Por suerte, como apoyamos la oreja contra la puerta, conseguimos entender cuál era el problema y...

Sí, no sabíamos qué hacer, sin embargo, me negaba a llamar a Jack. Como su padre, me aseguré de salir inmediatamente de la casa y Víctor me siguió, marchándonos juntos al supermercado.

Estaba cerca, sólo tardaríamos diez minutos, aunque cuando estuvimos en la sección femenina, no sabíamos qué comprar.

–Cortas... largas...– leía con atención Víctor– diarias... ¿Nocturnas?

–¿Qué tal un tampón? –pregunté.

–¿No es muy invasivo? Es su primera menstruación, deberíamos elegir de estas– decía apuntándolas.

–Ok, pero ¿cuál de todas? Hay muchas marcas– dije observando como había un largo estante lleno de cosas que podrían servirle.

–Hm...– soltó sin saber qué elegir– las llevaremos todas– dijo antes de comenzar a meter un paquete de cada marca en el carro.

En total usamos cuatro carros, ya que compramos varios paquetes de cada marca, aunque la gente se nos quedó mirando raro cuando estamos pagando.

Claro que, eso no importó, a nosotros sólo nos preocupaba nuestra hija a quién también le llevamos dulces. Oímos que en estos días las mujeres suelen tener antojos, así que aprovechamos de comprar varios dulces.

Un final feliz [Bl]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora