Capítulo 9

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Heiner.

Chiara Beltrán. Esa pequeña hija de su...

He intentado respirar profundo y poder buscarle una respuesta a mi maldito humor de mierda. Nada. No encuentro nada. No entiendo porqué mierda estoy tan cabreado desde el momento que salí de la oficina de Conner.

Todo mi plan se fue a la mierda desde el momento que crucé la puerta del despacho.

Antes de que Álvaro se enterara de mi viaje a Londres, me encargué de que castigara a Chiara sustituyendo a Susana. Sabia que si ella ocupaba su lugar, no había problema de que me acompañara. Desde el día que la follé en mi maldito baño, desde ese día ha rondado en mi cabeza y ha permanecido ahí, sin querer salir. Yo aún me sigo preguntando que me pasó ese día, aún sigo carcomiéndome y matándome por dentro por la simple razón de no sentir culpa, de no arrepentirme el haberme comido el coño de Chiara.

¿Gisela? Ella ni siquiera pasó por mis pensamientos en ese momento. Yo simplemente me estaba aguantando desde la primera y segunda vez que la había visto encuerada. La primera vez que la vi, fue en su habitación y joder, juro que no quería verla, pero ella sola apareció en mi campo de visión y desde ese día se ha adueñado de mis pesadillas.

Recuerdo que Álvaro me llevó a su casa días después que llegué de Alemania. Ya llevaba unas cuantas horas en su oficina y le pedí la dirección de algún baño cerca. No contaba con que me iba a encontrar a la pequeña Chiara, completamente desnuda frente al espejo mientras cantaba y se llenaba los labios del maldito gloss que hace días tiré por la ventana de mi coche. Sí, además de estar provocándome con el jodido labial, una de las razones por la cual lo deshice, fue porque me recordó al día en que la encontré desnuda y con el cabello mojado. Intenté apartarme, pero sus jodidas y perfectas tetas me noquearon y las curvas de su delgado cuerpo me dejaron con un sabor a pecado en mis labios. Algo que no debía pensar, ya que aunque me intenté convencer que era una jodida cría de mierda, eso no detuvo mi impulso.

La segunda vez, ella sí pudo encontrar mis ojos. La descarada me miraba como si quisiera comerme vivo y yo no detuve mis deseos de observarla con atención. Ver cómo coqueteaba conmigo disimuladamente y como contoneaba sus caderas mientras se dirigía al borde de la piscina, con un diminuto biquini negro que me hizo de nuevo recordarla desnuda.

Juro por Dios que jamás, desde que me casé con Gisela, le he sido infiel o pensé serlo. Nunca tuve motivos y estuve seguro de mis sentimientos por ella. Es una mujer hermosa y pensé que la amaba, es por eso que jamás intenté engañarla con otra mujer. Fueron once años de fidelidad pura a ella. Joder, Chiara llegó a mi vida y desde el momento que la vi por primera vez, la lujuria y el pecado que guardaba desde que me casé con Gisela, salieron a flote convirtiéndome en una fiera.

Por eso no contuve mis ganas cuando la oí cerca de mi baño. Despotricando el hecho de que el estúpido niño de su novio, no la complacía sexualmente. Eso puso a prueba mi juicio y sí, perdí contra la maldita fresita de mierda.

Es una fresa en todo el sentido de la palabra. La manera en que habla, en cómo se dirige a los demás y lo consentida que es. Acostumbra a fruncir los labios como una niña de cinco años, hace pataletas y pucheros sin darse cuenta y tiene un aura de reina que nadie puede opacar. Chiara es una reina, es una jodida fresa que puede volver loco a cualquiera. A mí me ha vuelto loco, me ha vuelto adicto y maldigo cada que estoy con Gisela e imagino que es a esa maldita cría a quien tengo bajo mi cuerpo. La necesidad de adueñarme de ella crece cada día, aumenta cuando la tengo cerca y no puedo parar de pensar en su bonito y delgado cuerpo.

Es una atrevida descarriada. No tiene vergüenza y es muy segura de sí, tanto que da miedo de lo que puede ser capaz. No hay que subestimarla, se sale con la suya si se le da la gana. Es lo que dijo Álvaro y yo lo confirmo.

Más allá de una caricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora