Capítulo 24

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Chiara.

—No lo voy a permitir, ¿como la ves?

Papá se masajea la sien, cerrando los ojos y tomando respiraciones pesadas.

—Maldita sea, Chiara. Es por tu seguridad. Ignacio ya se encuentra inestable para conducir, su edad no le permite tal cosa.

Lo fulmino con la mirada.

—¿Le estás diciendo anciano? Te recuerdo que Ignacio ha estado conmigo desde que nací, es mi mejor amigo y no quiero que deje de ser mi chofer.

—Joder.

Aunque me mire con reproche, no voy a ceder. Papá quiere que Ignacio deje de trabajar para mí y me niego. No quiero un coche, no necesito eso, solo quiero asegurarme de que Ignacio pueda tener el dinero que papá le paga y un trabajo estable. ¿Que hará luego de irse de casa? No puedo imaginar algo así.

Él ha sido mi compañero por muchos años, así que no pretendo dejarlo ahora es sus años más difícil. Aunque papá está exagerando, Ignacio apenas está por sus sesenta, todavía puede conducir un coche.

—Papi, por favor. Solo te estoy pidiendo algo mínimo. ¿Que será de él cuando lo despidas?

—Que no voy a despedirlo, Chiara. Solo le diré que su trabajo ya no es necesitado.

—Es lo mismo, algo muy egoísta de tu parte.

—Recuerda que tiene la salud de Susana en sus manos. Debe cuidarla y ver por ella, ser tu chofer requiere darte la atención que ella merece. Y, tampoco voy a dejarlo sin dinero, tendrá su recompensa y será ayudado económicamente. Ignacio tiene dinero para vivir toda su vida.

Ruedo los ojos. Es inútil discutir con papá, siempre tiene solución para todo.

—Sigue sin gustarme tu idea. Ignacio es mi chofer, por lo tanto hará lo que yo quiera. ¿Vale?

Se ríe.

—Eres imposible, niña.

Palmea su pierna y arrastro los pies hasta llegar a él.

Me siento en sus piernas y me acurruco en su pecho.

Papá es todo lo que necesito para sentirme tranquila, para tener paz. No sé qué haría sin él.

Acaricia mi cabello y besa mi frente.

—Hace unos días recibí una llamada —habla casi en un susurro—. Fue muy extraño.

—¿Por qué?

—Juro haber escuchado la voz de...

Se queda callado por un momento, casi como si temiera a lo que está apunto de decir.

—¿De quien?

—De tu madre —musita—. Han pasado muchos años, pero pude reconocer su voz. No sé si fue una equivocación, realmente quisiera creer que alguien se ha equivocado de número, pero eso me dejó pensando por días. Ángela insiste en que puede ser alguna empleada, alguien de la empresa que llamó por error a mi número personal. Siento que esa voz ya la he escuchado antes además de tu mamá.

Me tenso, realmente mi cuerpo se pone rígido y la boca se me reseca al igual que mi garganta. Las palabras no salen y quedo en silencio, solo escuchando los latidos fuertes del corazón de papá junto con el mío. Me encojo más sobre su cuerpo y él me abraza con fuerza. No sé si es por temor.

Había olvidado el tema de mamá los últimos dos días.Viviana y yo hemos mantenido nuestra búsqueda más extensa. Mamá no solo deja pistas estúpidas, sino que también hace llamadas en las cuales solo respira fuerte y se queda en silencio, torturándome y dejándome con una zozobra jodidamente mal.

Más allá de una caricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora