Capítulo 11

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—A ver si me puedo explicar. No necesito dar un sermón. Tienes dos minutos para decirme porqué mierda Chiara contestó tu móvil a horas de la madrugada. Cuando claramente ella debería estar durmiendo en su habitación, habitación que no debió compartir con nadie.

Trago grueso mirando a Heiner de reojo, pero él mantiene su estilo tranquilo y relajado. Yo no hago ningún gesto u algo que me delate con papi, quien asesina a Heiner con los ojos mientras camina de un lado a otro con las manos cruzadas a su espalda.

Papá es un hombre inteligente y jamás dejaría que alguien le viera la cara de imbécil. Para mentirle a papá se me hace muy difícil, incluso cuando pienso que soy buena haciéndolo, él siempre me descubre y revela mis mentiras. Tiene una táctica, algo que no tiene nombre. Puedo decir que es perspicaz.

Se preguntarán: ¿qué hago aquí? ¿En la oficina de papá? En Madrid, con Heiner a unos pasos y a Angie sentada en el sofá, observando con reproche. La respuesta es sencilla. Cuando Heiner colgó la llamada con su bonita esposa, ella inmediatamente acudió a papá, insistiéndole en saber mi paradero y preguntando si había viajado a Londres, ya que juraba que era mi voz la que sonaba al otro lado de la línea. No pasó un día más cuando ya papi estaba en Londres, de sorpresa.

Agradezco el que Heiner se haya distanciado desde el día en que descubrí su tatuaje, el tatuaje con la fecha que conoció a Gisela. Al día siguiente luego que confesáramos nuestro odio mutuo, le pedí con rabia que se largara de mi vista y no refutó al hacerlo, de hecho se veía feliz de alejarse de mí. Pidió una habitación para él y durmió esa noche solo, como el maldito perro que es.

Yo disfruté mi noche sola. Pude ver películas y comer a gusto, hablar con mi recolectora de café por horas, y luego hacer una llamada caliente con Oliver. Todo fue perfecto hasta que desperté y la silueta de papá en la orilla de la cama me hizo gritar de susto. Grité tan fuerte que la garganta me dolió en el acto. Él no se mostró preocupado, ni siquiera me saludó, solo cogió mis maletas y me llevo al jet a rastras.

Así es como llegué aquí.

Nerviosa le echo un vistazo a Angie en busca de alguna ayuda, pero ella no hace más que encogerse de hombros. La entiendo, aunque es una mujer fuerte y complicada, jamás se mete en los asuntos de papá.

Escucho la risita de Heiner y vuelvo a tragar grueso cuando habla.

—No sabía que tenía dos malditas mujeres —escupe con desdén—. ¿Que te hace creer que fue Chiara quien cogió el móvil? ¿Quien te hace creer que tienes el derecho de interrogarme como si fuera un jodido crío? Si estoy aquí es porque quiero aclarar las cosas por mi cuenta.

—No puedes...

—He dejado el móvil en casa de Conner —el que diga el apellido real de John, me hace pensar que esto es serio—. No me he dado cuenta y fue su novia quien se hizo cargo de guardarlo. Contestó la llamada pensando que era el suyo y lamentablemente Gisela no lo entendió cuando ella quiso explicarle...

La carcajada de papá interrumpe las próximas palabras del adonis. Joder.

—¿John? ¿Novia? —vuelve a reír—. No hablas en serio. Todos sabemos que John batea para otra dirección.

Claro.

Aunque intento no reír, es imposible reprimir la carcajada que sale de mi boca. Heiner me mira por dos segundos, sin mostrar ninguna expresión.

John me demostró ese día el hombre que es y lo bien que folla. Un cosquilleo en mi zona sensible me hace mover incómoda, así que dejo de reírme y observo a papá.

Más allá de una caricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora