Capítulo 30

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«Cuatro días después»

Barcelona-España.

Heiner.

—Tienes... —le echo un vistazo a mi reloj de mano—. Quince minutos para explicarme qué diablos pretendes hacer con Chiara.

La mujer frente a mí, palidece.

—Heiner... ¿Eras tú?

Me encojo de hombros.

—Soy muy intenso cuando algo me inquieta. Fue muy fácil encontrarte.

Alguna vez creí que Chiara podría tener un parecido a Álvaro. Y es que sí, es idéntica a su papá. Pero, analizo el rostro y los gestos de Verónica y me doy cuenta que me he estado equivocando estos meses. Ambas son dos gotas de agua.

Sus gestos, la manera en cómo frunce los labios luego de decir una palabra.

La única diferencia que tienen es que, Verónica tienes unos ojos tan azules que llegan a tornarse eléctricos. Y, los de Chiara son café oscuros, como los de su papá.

Encontrar a Verónica fue trabajo de solo unas semanas.

Solo me bastó un investigador privado y en menos de nada, la tenía en la palma de mi mano. Todo fue en secreto, Chiara no tiene ni la menor idea que, frente a mí está la mujer que le dio la vida y quien le ha estado mintiendo todos estos años.

«Maldita»

Desconozco a Verónica, no es la mujer que conocí hace años, no es quien alguna vez creí que fue mi amiga. Ahora solo veo a una mentirosa, una cobarde.

Tamborilea los dedos en la mesa, el camarero insistió unas cuantas veces en traer el menú, pero yo me negué y de inmediato le disparé a la mujer frente a mí, todas las preguntas que me han estado carcomiendo desde que Chiara me contó sobre las malditas cartas.

Es inteligente.

Verónica es una mujer que sabe lo que hace y mentirle a Chiara le ha salido de maravilla.

Mi pequeña. Está sufriendo como nadie, llora como un niño cuando recuerda que su mamá no quiere darle la cara. Se cabrea al pensar que no ha sido lo suficientemente buena como para encontrarla, cuando en realidad es Verónica quien no quiere ceder.

No sé qué intensiones tiene la castaña, pero si algo tengo claro, es que no son buenas. ¿Qué sentido tiene esconderse por tantos años y luego aparecer con mentiras absurdas? Álvaro va asesinarla, de eso no hay duda.

Un tic nervioso en su barbilla, me hace espabilar. Joder, que es idéntica a su hija. Tiene una mirada tan letal, que es difícil darle la cara. Lástima que me sabe a mierda, no me interesa que intente verse fuere.

Vine a una sola cosa y no es a detallarla. Quiero que se largue de la vida de mi mujer, que deje de lastimarla y mentirle con esas putas cartas de amor. Que no le dé alas para luego hacerla sufrir.

Porque si eso ocurre, si Chiara sufre por su culpa, no habrá lugar en la tierra donde pueda esconderse de mí.

—Responde, Verónica. ¿Qué diablos te traes en manos?

—Lo que yo haga con mi hija no te incumbe.

—Oh, créeme que sí. Porque si no me dejas el trabajo fácil, tendré que acudir a... Álvaro.

Ajá, justo en el clavo.

Su barrera de poder y altanería se derrumba en segundos. El labio inferior le tiembla y comienza a balbucear cosas que no entiendo.

Más allá de una caricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora