Capítulo 40

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Chiara.

Georgia y Ariana disfrutan del estanque, jugueteando y tomándole fotografías a los peces como si fuera algo sobrenatural. Franco está escuchando una entretenida charla entre papá y Sebastian. Y Angie amamanta a Gabriel, justo a mi lado.

La vista es perfecta, incluso el ambiente se siente tranquilo y especial. Venir a la casa de reposo definitivamente es lo que necesitaba hace mucho tiempo. Hace tres semanas, para ser exactos.

No puedo creer aunque han pasado casi cuatro semanas desde la ultima vez que vi al adonis. Heiner de verdad se tomó en serio eso de largarse con Gisela.

La primera semana trataba de asimilarlo. Los primeros días esperaba un mensaje, una llamada o una señal de que me extraña o que al menos quisiera volver a España. Pero no pasó, en realidad no obtuve nada.

La segunda semana aún guardaba esa esperanza y aunque no revisaba constantemente mi móvil, siempre le hacía preguntas disimuladas a papá, solo para tener un poco de información con respecto a Heiner. Y tenía ese pequeño dolor en mi pecho cuando pensaba en él.

Ya la tercera semana no existía ningún ápice de emoción u esperanza. Solo me quedaba con la idea de que al menos estuviera arrepentido, pensaba en lo mucho que me gustaría tenerlo conmigo y me reprochaba el haber sido tan débil con él y permitir que se fuera tan fácil.

Ya estoy en la cuarta semana, donde me encuentro totalmente jodida. Ya no reviso el móvil, tampoco pregunto nada a papá y mucho menos intento marcar su número. Antes buscaba una excusa para visitar su oficina y así ver si se encuentra ahí, pero ya el día de hoy, me da náuseas pensar en eso. Estoy intentando hacer cosas constantemente y así mantener mi mente ocupada, para no tener que pensar en él y en lo mucho que lo he extrañado.

Las noches de películas, las compras, sus llamadas telefónicas a horas de la madrugada. También sus caricias, sus besos y los susurros somnolientos. Extraño mucho su aroma y la manía que tenía con pellizcar la tela de su pantalón. Cualquier cosa, así sea lo más mínimo, viene a mi cabeza cada noche, torturándome. Por eso he creado un plan de entretenimiento.

Hay una dinámica muy divertida y consiste en desechar una colección de mis zapatos favoritos cada que pienso u lloro por Heiner. Ha funcionado muy bien, de hecho ya he dejado mi closet vacío.

No es como si llorara a diario por él. Pero la verdad es que anhelo dejar de sentir esta opresión en mi pecho, quisiera dejar de reprocharle tantas cosas y enojarme al penar que él posiblemente la esté pasando bien con Gisela y su embarazo.

Sebastian no es como si me ayudara mucho. Lo he tenido que ver durante cada día por estas cuatro semanas. Me busca y me lleva al cole, viene a casa a trabajar con papá y aprovecha cada situación para hacerme propuestas íntimas e irrespetuosas. No es un mal prospecto para mí, pero cada que lo tengo cerca, algo en mi pecho vibra, quizá sea el que no pueda verlo a los ojos sin pensar en Heiner.

Hemos tenido charlas y salido un par de veces. A medida que pasan los días, he dejado mi mal carácter para con él, tampoco lo he tratado mal y sus flores las he puesto en agua cada día. Siempre llega un obsequio a casa, alguna joya o prenda de oro y diamantes, como si eso me impresionara. Sin embargo jamás obtendrá lo que quiere.

—Míralo —mamá arruga la nariz, dándole un pequeño beso en la mejilla a Gabriel—. Es tan pequeño y precioso.

—¿Cuando dejarás de amamantarlo?

—No lo sé, aún es un bebé —toma su manita y deja otro beso—. Es idéntico a Georgia.

—Aveces me pregunto cómo ha de ser mi primer hijo —bromeo—. Quiero que todos se parezcan a mí.

Más allá de una caricia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora