Cuando Santino la vio irse con ese hombre, sintió el enojo recorrerle el cuerpo de tal modo que jamás experimentó, y lejos de pensar en romper ese acuerdo y anular toda retribución, decidió ir por donde ellos para darse cuenta de que quebraría una de las cláusulas fundamentales del contrato: exclusividad.
Aguardó en frente del lugar por diez minutos esperando a que se arrepintiera, a que recordara las reglas que no debía infringir, y se retirara de ese lugar de inmediato. Cruzó la calle con tanta furia y se adentró en el albergue pasando por alto que es él mismo el que infringía otra de sus cláusulas: discreción.
La recepcionista lo miró idiotizada, reconociéndolo de inmediato y no fue capaz de prohibirle el paso. Cundo él se dio cuenta que no podría abrir puerta a puerta para encontrarla, tuvo que regresar y solicitar la información y ella se la entregó enseguida. Para la mujer no era la primera vez que veía figuras públicas en ese lugar, y aunque no lo pidió, Santino le ofreció una fuerte suma de dinero por su silencio y solo bastó firmarle un cheque con un valor de cinco dígitos.
Tras abrir la puerta la ira lo invadió, pero sorprendido quedó él al darse cuenta que aquel desconocido no lo era tanto. se trataba de Matteo Oliveri, un hombre al que conocía porque frecuentaba los mismo clubes privados y exclusivos que él.
—¡Abril! —gritó enfadado.
Ella se sorprendió al verlo allí.
—Santino —le habló el hombre que tenía su erección dentro de ella.
—Te estas cogiendo a mi sumisa.
Enseguida el sujeto corrió a la chica de encima de él para intentar justificarse.
—Disculpame, no lo sabía. —Levantó sus brazos.
Lejos de sacarlo a golpes, cómo ella esperaba que hiciera, los dos se miraron con complicidad. Ambos habían compartido innumerables mujeres y habían castigado a más de una. No había nada que les diera más placer que follarlas duro.
—¿Qué haces? — le inquirió él a Abril, evitando las disculpas del muchacho.
—¿Cómo? ¿No se notó? ¿Te hago un dibujo de lo que estábamos haciendo para ver si esta vez lo entendés? —espetó furiosa. Comenzó a buscar su ropa del suelo, pero él la detuvo—. Dejáme. —Forcejeó, pero él era más fuerte.
—¿Queres coger? —Acercó su cuerpo al de ella y sujetó sus brazos por detrás de su espalda.
—¡Soltáme, animal! Con vos no quiero nada más —escupió enojada, mirándolo a los ojos.
Toda la escena la miraba Matteo, que jamás había visto a Santino actuar de esa manera con ninguna mujer, por lo que dedujo que esa chica era su favorita. Sin más, se sentó y los observó cual película en el cine. Ellos habían participado en varias orgías, así que no sería nada extraño que lo invite a jugar con ellos. Esa mujer tenía una manera de ser que hasta a él le hacía perder la cabeza, y eso que la conoció tan solo hacía media hora.
—Seguí resistiéndote, que solo me provocas hacértelo duro —le susurró al oído. El cuerpo de Abril se estremeció, dejándole sentir cómo era capaz de hacer que su piel se erizara—. Ahora te pondrás en cuatro en la cama, levantarás el culo y dejarás que me divierta, mientras él nos ve y disfruta o... —a ella le llamó la atención lo que dijo antes sin imaginar lo que diría ahora— puedes seguir cogiendo con él mientras yo te lo hago a vos.
Sorprendida abrió sus ojos bien grandes.
—¿Qué? —soltó incrédula. ¿Qué le insinuaba?
—Que, si preferís seguir jugando con él, podemos ser dos jugando con vos. Y al mismo tiempo.
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RomanceSantino Rivas, es un exitoso abogado de 35 años que no ha perdido un sólo caso en toda su carrera. Se caracteriza por ser un hombre vanidoso, frívolo, narcisista, y por sobre todo alexitimico, es decir, que es una persona incapaz de sentir cualquier...