CAPÍTULO 31

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Santino jamás se había sentido de ese modo. Sinceramente, creía que dejarla ir sería la solución a esa revolución de sentimientos dentro de él, pero solo había conseguido hundirse en la desesperación y una tristeza que no había experimentado nunca.

Verla allí, en los brazos de otro, lo hacía sentir con el alma en pedazos. La sensación de las lágrimas correr por su rostro, mojándolo, era una experiencia que vivía por segunda vez en su vida. ¿Por qué tenía que sentirse tan miserable?

La expresión de tristeza en el rostro de Abril lograba calar tan hondo en su corazón que cada una de sus lágrimas se volvían una punzada aguda que dolía cada vez más fuerte. ¿Cómo reaccionar ante eso? Él era el único culpable de que la mujer que amaba se viera obligada a estar con otro hombre. Aun así, no podía aceptar lo que le pasaba con ella, porque no creía ser capaz de hacerla feliz.

Haber pasado gran parte de su vida acostándose con decenas de mujeres bajo contrato lo había convertido en una persona fría que basaba su existencia en los placeres que podía otorgarle la carne, y por eso siempre necesitaba más en la cama. No era suficiente sodomizar a sus mujeres hasta volverlas esclavas de sus deseos, de sus fantasías. Siempre necesitó llevar sus deseos al límite, y últimamente ya no le era suficiente eso con Abril. Lo peor para él no solo era verla con aquel que solo buscaba vengarse porque se quedó con Clara, sino que sabía que lo hacía por el dinero para el tratamiento y el mismo ya había sido abonado en su totalidad.

—¡Abril! —Su grito de desesperación y los golpes a puños limpio en el cristal eran en vano porque el mismo no se quebraba y seguía mirando la escena.

Gastón sabía a la perfección que él podía estar viéndolos, por lo que quería que tuviera un primerísimo primer plano de como gozaba de la única mujer capaz de darle vuelta a su mundo.

Los golpes que daba a ese cristal irrompible lograban lastimar sus manos y su voz se quebraba con cada grito desgarrador, pero aún había más que ver.

Ese hombre sólo buscaba seguir echando sal a la herida y pese a saber que ella no estaba disfrutando del acto, le exigió: —Quiero que finjas que esto te gusta. —Ordenó sosteniendo su cuello y ubicándola sobre su regazó, pero de frente a donde se encontraba Santino observándolos.

Debía ver y tenía que sufrir.

Las manos de Gastón sujetaban sus caderas, y como si supiera de su ubicación frente a la cama, dejó caer su cabeza del borde del colchón y fijó su mirada en ese espejo y con una sonrisa triunfante comenzó a guiar los movimientos de ella sobre su miembro. Su sonrisa siniestra hacía que la cabeza de Santino le estallase. Ambos sabían que Abril solo era una víctima que pagaba de lo que siquiera estaba enterada ni mucho menos fue en su tiempo.

Ya no podía seguir aguantando esa situación.

Él conocía el funcionamiento de esas habitaciones; si ellos querían salir, primero deberían hacerlo los visitantes y eso no era sino hasta 45 minutos, pero habían pasado 20 y ya no quería seguir viendo cómo ese tipo saca ventaja de la desesperación de ella.

Santino Rivas pertenecía a los socios de alto rango, por lo que, si él pedía que alguna atracción se detenga, eso mismo debía de suceder. Claro, mientras tuviera un claro motivo y que ese hombre estuviera con su sumisa era uno muy fuerte.

Con determinación, se dirigió hacia el cubículo 0, el sitio donde se manejaba el funcionamiento del resto, por lo que, con furia y determinación, se acercó y golpeando el vidrio es que pidió que le dieran acceso donde estaba Abril.

—Señor, yo no puedo hacer eso. —Menciona una joven rubia, reemplazo de la mujer que suele estar al frente de ese sector de la atracción.

—¿Usted quién es? —Pregunta despectivo y saca de su bolsillo una credencia con bordes y su nombre bordado en oro y mostrándole de quién se trataba, ordena. —¡Abríme ya la puerta 9 si no querés que sea tu último día de trabajo!

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