Estaba completamente furiosa. Pero ¿quién se creía que era ese imbécil engreído?
En su vida se había sentido tan frustrada y enojada con alguien, y ese alguien era ella misma. ¿Cómo se dejó tocar por un hombre que no era su novio? Además, ¿cómo podía creer ese hombre que la vería arrastrarse para regresar a esa oficina y trabajar para él? Sí, volvería, pero para escupirle el rostro, en sentido figurado.
No quiso esperar hasta el día siguiente, pues quería ir a decirle unas cuantas cosas. Si él estaba acostumbrado a intimidar a algunas mujeres para que hicieran lo que se le antojara, con ella se equivocó. Salió de la casa como alma que lleva el diablo directo a ese estudio jurídico. Santino necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar, y ese alguien sería ella, o lo intentaría. Lo que no sabía era que, una vez que volviera a esa oficina, no saldría siendo la misma. Al llegar, no esperó a ser anunciada y atravesó los pasillos hacia su despacho. Varios hombres de seguridad la seguían.
Un portazo lo tomó por sorpresa al mismo tiempo que atendía un asunto importante, aunque nada podía ser más importante que él y sus deseos sexuales.
—Lo lamento, señor —dijeron apenados los de seguridad.
No dejó de mirarla; observó con detenimiento cómo su pecho subía y bajaba.
—No se hagan problemas. Déjenme con la señorita. —Todos se fueron, dejándolos solos. Dejó su computador de lado, se apoyó en el respaldo de la silla y rompió el silencio entre los dos—. Bueno, me sorprende el entusiasmo con el que tomó la noticia de que trabajará para mí —soltó de repente.
—Usted es un cínico idiota.
Él chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—Algo habrá que hacer con esos modismos suyos. Lamento informarle que, si vino a firmar el contrato para ser mi secretaria, recién mañana por la mañana estará listo. Si su intención es firmar el acuerdo especial — dice enfatizando la palabra ‹‹especial›› y sigue hablando — que le propuse, ese podemos cerrarlo en este momento. —Abrió uno de los cajones y sacó dos carpetas transparentes, donde pudo visualizar su nombre, Abril Evans. Él tenía una copia del contrato, solo agregó su nombre con birome negra.
—¿Y eso? —preguntó sin imaginar de qué se trataba, o bien sin querer imaginarlo.
—Aquí es donde firmará su consentimiento para disponer de su cuerpo como yo deseo.
Su rostro quedó inmóvil, con la misma expresión de espanto y asombro. ¿En serio este tipo tenía el acuerdo ya preparado? Pero ¿cómo?
—Usted está loco y es un desubicado ¿Cómo va a ofrecerme acostarme con usted? —espetó con recelo y luego, sin darse cuenta añadió—: Además tengo novio.
Santino recarga su espalda en el respaldo de su asiento y la observa en silencio, luego añade—: Déjelo. Yo solo comparto con los que juegan mí juego —dice dejándola sin palabras; no podía creer lo que estaba escuchando, pero todavía le faltaba escuchar lo próximo que le diría—. Por cierto, la manera en la que me nombras es la adecuada, porque limita tu rol y el mío. Yo su amo y usted mi esclava.
Ella rompió en carcajadas.
Él solo miró hacía un punto fijo en la habitación dispuesto a oír y porque no disfrutar del sonido de su risa.
—Reitero, está loco. —Se acercó al escritorio—. Déjeme en paz, porque ni voy a dejar a mí novio, ni mucho menos firmaré ningún acuerdo, siquiera el de trabajo.
Pero él sabía cómo convencerla.
Se levantó de su asiento y a pasos lentos pero seguros se acercó a ella.
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RomansaSantino Rivas, es un exitoso abogado de 35 años que no ha perdido un sólo caso en toda su carrera. Se caracteriza por ser un hombre vanidoso, frívolo, narcisista, y por sobre todo alexitimico, es decir, que es una persona incapaz de sentir cualquier...