CAPÍTULO 29

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Durante el viaje camino a su casa, no había parado de llorar y solo quería encerrarse en su cuarto y pensar cómo resolvería la situación. Pero si había algo claro, eso era que no podía permitir que su hermana caiga en depresión por no poder costear el tratamiento. Algo debía hacer. Lo que sea.

Cuando abrió la puerta del departamento, Erika la sorprendió con un abrazo sin deparar en sus ojos rojos e hinchados de haber estado llorando. Ya cuando lo hizo Cathy se había acercado.

—¡Abril! Llamó mi doctor y ya dijo que todo está listo para viajar y que todo sale bien, en menos de un mes me operan.

Erika la miraba mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Algo andaba mal.

—Amor, por qué no vas a la habitación así vas pensando qué vas a llevar al viaje.

Su amiga intenta sacar a la niña de escena para poder hablar con Abril y que le cuente qué es lo que había pasado porque por lo bien que la conocía, sabía que algo grave sucedió.

—¿Qué pasa?

—Erika. —No pudo decir más porque se quebró y antes de que la niña se de cuenta de ello, actuó rápido.

—¡Cathy, vamos a comprar algo para festejar con Abril!

—¡Bueno! ¡¿Me traen alfajores de maicena?!

—¡Si! —y la puerta se cierra y un segundo más tarde se abalanza sobre su cuerpo para abrazarla.

Como pudo la hizo caminar hacia la escalera de emergencia y se dirigieron a la terraza, una vez que estuvieron solas, le contó todo lo que había pasado.

—¡Que hijo de puta! — espetó con mucha rabia, mientras la amiga estaba sentada en la cornisa llorando a más no poder. —¿Qué vamos a hacer?

—No lo sé. Sinceramente no sé qué va a pasar. No tengo esa suma de dinero ¿De dónde iba a sacarla si no es porque me pagaría por acostarme con él? ¿Cómo haré para tener esa plata en mis manos? No puedo romperle el corazón a Cathy, ella está tan ilusionada que no podría ni pensar en la decepción que tendrá al contarle que de pronto la única esperanza de que pueda volver a usar sus piernas no va a poder ser.

Erika la veía desesperada y caminando de un lado al otro, mientras los espasmos del llanto no la dejaban hablar de corrido y buscaba, en vano, una solución positiva.

Cansada de verla en ese estado es que la toma de los brazos e intenta calmarla.

—Basta. Tenes que hablarle con la verdad. —Ella la miró y frunció el ceño. Bajo ningún concepto le contaría a Cathy cómo iba a conseguir el dinero.

—Nunca. Yo voy a conseguir esa plata. Cueste lo que cueste. — Y piensa en las veces que asistió al The clímax, las que no habían sido tantas, pero si lo suficiente para saber cómo se manejaban allí dentro. Lo que debía hacer era buscar a alguien como Santino. Quizá la solución pertinente era apelar su resolución, después de todo él también rompió las reglas y ya había tenido de su cuerpo lo que deseó ¿Por qué no cumplir con su palabra? Pero no tenía tiempo. Solo tenía por delante unos días para tener la plata y efectuar el pago.

—No estás pensando bien las cosas. Deja toda esa vida a un lado.

—No. —Estaba decidida y no había nada ni nadie que la hiciera cambiar de parecer.

—No quiero que te arrepientas después. No quiero que sufras más.

—No lo voy a hacer. Tengo que darle ese tratamiento y eso voy a hacer.

Tenía dos opciones, tirarse a la cama y llorar o bien buscar la manera de conseguir ese dinero así fuera lo último que hiciera y claramente está última era la única opción que veía viable.

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