Santino estaba decidido a no dejar pasar esa noche sin que lo escuche.
Tomó su auto y así, llevando la misma ropa, el mismo aspecto devastado fue a buscarla.
Ni bien estacionó empezó a tocar bocina y tras no asomarse a su ventana, bajó y empezó a los gritos.
—¡Abril! ¡Abril! ¡Abril!
Espera unos minutos antes de continuar gritando, pero justo cuando iba a llamarla por cuarta vez, apareció en la puerta y con un balde de agua, el mismo que vació encima de su cuerpo.
—¡No me molestes más! —Gritó histérica y le dio el tiempo suficiente como para que la tome del brazo y la acorrale contra la pared para amenazarla.
—Si no venís conmigo, juro que... —Ella ya no se iba a dejar manipular por él, por lo que como una fiera se defendió.
—¡¿Qué?! —Desafía. —¡¿Vas a obligarme a devolverte la plata?! ¡¿Tengo que recordarte que correspondía que lo pagues?! Me cogiste; toca pagar ¿no? —espeta con desprecio—. No te quiero volver a ver en mí vida. ¡Déjame en paz!
—Tenes que escucharme.
—¡No me importa lo que tenés para decirme! ¡¿No lo entendés, Santino?
En ese momento en el que él le suelta las manos, ella se le queda viendo por unos segundos, más luego le da la espalda y sin decir nada, abre la puerta para entrar al edificio, pero en ese momento, él se mete detrás.
—¡Santino! ¡Voy a denunciarte! —Amenaza, pero a él no le importa.
—¿Querés que salga de tu vida? —La vuelve agarrar de los brazos y espera su respuesta. —¡Contéstame!
—¡Si! —grita desquiciada.
—Entonces dame la oportunidad de darte mi versión y si aun así no te convenzo, entonces juro no volver a buscarte, pero dame la oportunidad de explicarte porque actué así.
Ella se gira para ver a su amiga quien se mantiene de pie en el ascensor y asiente para que acepte escucharlo. Después de todo, todos merecen la oportunidad de explicarse.
Abril volvió a mirarlo y pudo notar el rojo en sus ojos, aquellas lágrimas que batallaban por salir, pero aun así las mantenía en su lugar.
—Esta bien. —Acepta. —Te escucho —. Se cruza de brazos, pero él no desea hablar allí.
—Acá no. Vamos a otro lugar.
Ante esa petición, ella se negó. Pero luego de varias insistencias, terminó por aceptar.
En el vehículo ella se sentó atrás, aunque él esperó que lo haga delante.
Durante todo el viaje no lo miró, pero él sí lo hizo.
Abril estaba triste, acongojada y solo quería que aquella conversación, se termine lo más pronto posible.
Ella pensó que irían a algún lugar cercano, quizá a unas pocas cuadras, pero se dio cuenta que ya habían pasado varios minutos y seguía arriba del auto. Cuando quiso preguntar a donde la llevaba, estacionaron.
—Llegamos. —Dijo mirándola a partir del espejo retrovisor.
Ella observó por la ventana y luego le dirigió la mirada.
—¿Dónde estamos?
Se trataba de un edificio lujoso, cuya entrada estaba llena de plantas artificiales y los detalles eran muy buena imitación oro. Aunque pudo reconocer ciertas en bronce.
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RomanceSantino Rivas, es un exitoso abogado de 35 años que no ha perdido un sólo caso en toda su carrera. Se caracteriza por ser un hombre vanidoso, frívolo, narcisista, y por sobre todo alexitimico, es decir, que es una persona incapaz de sentir cualquier...