CAPÍTULO 13

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—¡Ay, que emoción! —gritó tan fuerte que casi despertó a Cathy, que dormía una siesta.

—Sh..., cerrá la boca, ¿o acaso querés que mi hermana se entere de que soy una...? —Se mordió los labios.

—Decílo, Abril. Decílo sin culpa: una puta vip.

Ambas se echaron a reír.

—Ahora en serio, no me llames así, porque no me gusta. Vos sabes por qué lo estoy haciendo —le pidió apenada.

—Okey, discúlpame, pero todavía no me lo creo. —Apoyó sus codos en la mesa para dejar descansar su rostro entre sus manos—. Que envidia, nena. Si yo fuera vos, no sabes todo lo que le haría. —Soltó un fuerte suspiro. Ella estalló de risa—. Contame, ¿es grande? —Abril no pudo evitar recordar los detalles de su pene. El gesto de morderse el labio la delató—. Cómo te envidio, perra. Cómo te envidio. —De repente, su expresión cambió y se incorporó—. Pero, amiga, hay algo que no comprendo, y es sobre esas reglas. Se supone que no debiste haberme contado.

Le dio un gran sorbo a su vaso de agua y le explicó los motivos por los cuales se lo contó.

La realidad era que, si bien ella dio su consentimiento para intimar con él y firmó, aceptando las reglas, no lo conocía. ¿Y si podía hacerle algo? Ella aceptaba que era algo... calentona, fogosa, y que el dinero lo necesitaba, pero si llegara a pasarle algo, ¿cómo la encontrarían? Por eso había decidido contarle. Además, mientras Santino no se enterará, ¿qué regla infringía?

—Igual, sabés que lo que me explicaste no tiene lógica, ¿verdad? —Quizá no, porque a fin de cuentas no debió haber aceptado, y si se lo contaba a su amiga, no era más que por compartir, contarle una vez más todas sus cosas, todos sus secretos—. En fin, ¿y ahora te tenés que poner esto? —Observó la caja y la abrió. De ella cayó una tarjeta de memoria de celular y una pequeña nota—. ¿Qué es esto, Abril? —Tomó la nota para leerla en voz alta—. "¿Querés saber qué es lo que te espera? Inserta la tarjeta memoria". —Ambas se miraron, y como dos locas desesperadas, fueron a buscar el teléfono —. ¡Yo la pongo! —Le arrebató el celular de las manos y comenzó el proceso de colocación de la tarjeta de memoria.

Cuando al fin pudo hacerlo, Abril la detuvo de golpe.

—¡Esperá!

—¿Qué? —cuestionó ella con el teléfono en las manos.

—Pongámosle lo auriculares. Con Santino Rivas se puede esperar cualquier cosa. —Corrió al cuarto a buscarlos.

Una vez que los trajo y los colocó, abrieron el multimedia y buscaron en las fotos, pero la sección estaba vacía. Luego buscaron en los videos. Lo que estaban a punto de reproducir les volaría la cabeza.

En el vídeo se podía visualizar a una mujer atada de sus muñecas, con sus brazos extendidos por encima de su cabeza, sobre algo parecido a una camilla, pero de acero, amurada al suelo. Sus piernas estaban separadas y amarradas por unas tobilleras de cuero que se unían por debajo de la placa donde ella estaba recostada. Su cintura, sus muslos, sus pechos y su cuello tenían ataduras, aunque lo que más les llamó la atención eran las de los pechos. Se notaba la presión que esas ataduras hacían por encima y por debajo de cada mama, pero la chica no se quejaba, más bien sonreía. Asimismo, llevaba una venda en sus ojos y sus piernas estaban tan abiertas que su parte íntima estaba nítidamente visible. Fue allí donde las chicas notaron que dentro de su vagina había algo, que reconocieron con facilidad como el aparato vibrador que Abril debía usar.

De pronto, la chica comenzó a escuchar el sonido de unas vibraciones a la vez de unas campanitas; su boca empezó a retorcerse. Mientras sonaba, ella disfrutaba y gemía, más cuando el ruido aumentaba y al parecer la velocidad también, ya que todo su cuerpo se tensaba y comenzaba a sacudirse al mismo tiempo que gritaba y gemía.

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