CAPÍTULO 27

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Nunca en su vida se había sentido tan poca cosa. En verdad creía haberlo conquistado. En verdad sintió haber descifrado sus señales. Pero al fin y al cabo solo había sido producto de su imaginación.

Se entregó a los placeres de un hombre que era capaz de darle el dinero que su hermana necesitaba para la operación y, sin embargo, no fue tan astuta como para no enamorarse. Se sentía tan estúpida que se odiaba más a sí misma por haber sido tan dócil. Verdaderamente, estaba muy ofendida por lo que él había dicho. Le fue doloroso haberlos escuchado decir todas esas ofensas. «Por caridad», esas palabras no dejaban de retumbar en su cabeza, y por más que les buscaba la vuelta, no conseguía entender cómo. Si no era del tipo de mujeres con las que acostumbraba a relacionarse, se esmeró en que aceptara y firmara el acuerdo. No podía comprenderlo.

Durante toda la jornada se limitó a hacer su trabajo sin despegar los ojos del computador, y aunque tenía la mirada de él puesta en ella y en cada movimiento que hacía, le restaba total importancia.

En algún momento quiso buscar su atención dándole trabajo extra solo por el hecho de sentirla cerca, de tener sus ojos cafés sobre él y sentir ese aroma a jazmín en su piel. Nunca una fragancia femenina lo supo seducir tanto como en la piel de esa mujer.

—¿Piensa seguir ignorándome? —indagó con toda su atención puesta en ella, que se mantenía con la mirada fija en el monitor—. Le estoy hablando. —Se acercó a ella, exigiéndole atención, al borde de perder los nervios, pero ella siguió sin prestarle atención—. ¡Abril! —gritó enfadado y le desenchufó el procesador de la computadora, pero lejos de lograr que lo mirase continuó haciendo otra cosa.

Abril estaba tan enojada que siquiera se había tomado el tiempo de levantar la mirada, y eso, además de molestarle, le generaban un centenar de emociones revoloteando en su estómago. Lo ponía alterado el no saber a qué se debía el que lo ignorara de ese modo, aunque, si era franco, podía tener idea, y el pensarlo un escalofrío le recorría el cuerpo. Era obvio que los había escuchado hablar, porque ellos estaban más que bien, y de repente, justo el día que tuvo que usar su oficina para dialogar con Clara, Abril llegó temprano.

Desesperado por tener su atención, gira alrededor del escritorio la tomó de sus brazos y la hizo poner de pie y al hacerlo ella se liberó de manera brusca, pero aún así no dijo nada.

—¿Qué te pasa? —Preguntó, pero empezaba a creer que efectivamente los escuchó. —Abril, yo...

—¿Hasta cuándo tendré que ser parte de ese ese contrato? —Preguntó fría y distante. —Necesito que me liquide el dinero para pagar el tratamiento. Ya hemos tenido el turno y...

No pudo finalizar de hablar porque enseguida capturó sus labios.

Aunque quería, ella no se pudo resistir y fue cuestión de segundos que envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se fundió en su beso.

Por un largo rato estuvieron besándose jugando con la intensidad.

Sin mediar palabra alguna, la alzó para acomodarla sobre el escritorio y en tanto no se despegaba de su boca, se bajó el cierre de su pantalón, liberó su erección y buscó con urgencia su deseo.

—Mojada para mí.

Ella soltó sus labios para llevar su cabeza hacia atrás y con sus ojos cerrados recibirlo en su cuerpo.

Por momentos lo odiaba, pero luego tenía tantos deseos de perderse en el brillo de sus ojos que no era capaz de resistirse.

‹‹Lo haces por Cathy›› se repetía una y otra vez y aunque quería morderle la lengua y escupirle en el rostro, él es quien tiene el poder y ante eso, no puede hacer nada.

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