CAPÍTULO 4: UN TRATO INCOMPRENSIBLE

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Cristina estaba de muy buen ánimo después de escuchar a la doctora decir que su salud estaba mejorando y que los resultados de sus análisis habían dado mejor de lo pensado.

Si pasaba una buena noche quizás al día siguiente podría regresar a su casa. Ella ignoraba las intenciones de sus hijas de internarla en un geriátrico y la oposición de su nieto que hacía planes para llevarla con él a su casa.

Paula luego de charlar con Matías, se quedó intranquila sobre la nueva propuesta de trabajo. No era lo mismo cuidar a Cristina en el horario de hospital y donde había médicos y enfermeras, que tener que ser responsable de ella, y menos en la casa de Matías Chávez.

Algo en su interior le decía que trabajar para él le traería problemas, pero no podía resistirse ante el gran aumento de sueldo que le ofrecía. Con ese dinero podía ayudar a sus padres a pagar las deudas antes de lo previsto.

Cuando Matías regresó a su trabajo y las dos se quedaron solas, Paula creyó oportuno retomar el relato de la vida de Cristina.

Aquella historia del pasado la había atrapado más que cualquier serie de Netflix.

Mientras le acomodaba la almohada, aprovecho para preguntarle sobre aquella parte extraña y confusa que era el casamiento por obligación.

_ Cristina... ¿amaba a su esposo?_ preguntó tímidamente.

_ Por supuesto que lo amaba...

Paula un poco confundida se sentó al costado de la cama y volvió a preguntar.

_ ¿A caso no dijiste el otro día que tu padre te obligó a casarte?

Cristina sonrió mientras aclaraba su garganta y se acomodaba sobre el colchón. Al parecer la historia era bastante larga y merecía una extensa explicación.

_ Bueno, al parecer prestas más atención de lo que yo creía a mis palabras...Si es cierto que mi padre me obligó a casarme... Es una larga historia... ¿Quieres oírla?

Paula asintió con su cabeza mientras se acercaba lo más posible al lado de la cama de Cristina.

_ Muy bien... déjame empezar por el comienzo: Cuando mi padre quedó viudo, traté de ayudarlo lo más que pude. Me encargué de la casa, los niños, y de todo. Era demasiado joven para entender que él necesitaba casarse nuevamente. Pensaba que si yo suplía todo lo que mi madre hacía, la vida seguiría bien. Hoy entiendo que merecía reconstruir su vida y formar una nueva pareja.

_ Así que volvió a casarse..._ completó Paula tratando de apurar la parte de la historia que ya conocía.

_ Si, Amparo se llamaba su nueva esposa. Era una mujer un poco mayor que él, a mi modo de ver era mala e insensible. No la quería, le tenía celos porque mi padre le prestaba demasiada atención. Desde que llegó a la casa le hice la vida lo más difícil posible, y ella hizo lo mismo conmigo. Cuando mi padre se casó yo tenía 17 años. Había abandonado la escuela, no tenía amigos, nunca me había enamorado, ¡no tenía tiempo para pensar en eso con tantas tareas en casa! y tampoco conocía a ningún muchacho. Mis días se pasaban en la casona cocinando, limpiando o bañando niños. Amparo era dura conmigo. Siempre estábamos discutiendo. Me daba celos y bronca que mis hermanos menores la quisieran y hasta el más pequeño la llamaba mamá. Las discusiones aumentaron tanto que un día Amparo le pidió a mi padre que me sacara de la casa o ella se iría. Debía decidir por una de las dos. Me sentí tan herida y desprotegida. Lloré durante varios días mientras esperaba la decisión de mi padre. Días después entró en mi pieza y se sentó en el borde de mi cama. Lo recuerdo como si fuera hoy... me dijo: _ Mi amigo Miguel tiene un hijo, es un buen muchacho, muy trabajador y necesita una esposa, así que le dije que te casarás con él.

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