El cementerio se llenó de familiares y amigos para darle el último adiós a Cristina.
Matías se mantuvo alejado de la gente mientras el Pastor de la iglesia decía unas palabras a los presentes.
Paula giraba cada tanto para verle.
Se notaba que la pérdida de su abuela le causaba una grande tristeza.
Cuando bajaron el ataúd en el pozo, Clarisa y Laura se abrazaron llorando. Los nietos arrojaron flores como un adiós simbólico.
Con lágrimas en los ojos, ella también tomó un clavel rojo y acercándose al lugar donde bajaron el cajón, arrojó la flor diciendo en un suave susurro para que nadie la oyera:
_ Adiós querida amiga. Fue un regalo de Dios poder conocerte y escuchar tu historia. Te voy a extrañar.
Se alejó caminando despacio.
La mirada de Paula recorrió a todos los cercanos que rodeaban la tumba en busca de Matías, pero no estaba allí.
Caminó por los alrededores, solo para comprar que Matías se había marchado.
No se despidió de nadie... tampoco de ella.
Mientras se dirigía a la parada del colectivo, un escalofrío le recorrió la espalda. Quizás esa tarde había sido la última vez que lo vería.
Ya no había nada que los obligara a encontrarse.
Era una despedida doble.
De Cristina y de Matías.
...
La casa estaba desierta.
Carmen había ido al cementerio. El resto de los empleados había tomado el día libre.
Matías caminó por el amplio pasillo de planta baja escuchando el sonido de de sus pasos retumbar en el silencio.
Se sirvió un vaso de agua en la cocina y caminó hasta la galería donde tantas veces, al regresar de la clínica, había encontrado a Cristina tomando un té, charlando con Paula, o con Carmen.
Sintió un nudo en su garganta que le impidió tragar el agua por un instante.
<La casa volvía a ser una casa vacía y solitaria>
No aguantó la angustia que le causaban todos los recuerdos de estos últimos meses con su abuela viviendo allí. Subió rápidamente las escaleras buscando la soledad e intimidad de su cuarto.
Cerró la puerta, también las cortinas de todas las ventanas y se dejó caer en el amplio somier.
La cabeza le palpitaba de dolor y los párpados se le cerraban del cansancio y estrés.
Llevó las manos a su cara para masajear sus sienes.
No había resistido tiempo en el cementerio, quizás porque allí fue plenamente consciente de la despedida.
No vería nunca más a Cristina.
...
Cuatro días después...
Paula sintió el celular vibrar en su bolsillo. Miró la pantalla de su móvil y el nombre de Carmen apareció en la pantalla.
Su clase estaba por terminar, así que juntó sus cuadernos y salió del aula, atendiendo la llamada mientras caminaba.
_ ¿Sí? Hola ¿Carmen?
_ Perdón que la llame señorita Paula.
_ No hay problema...
_ Es el señor Matías.
_ ¿Qué pasó? ¿sucede algo malo?
_ Lleva días encerrado en su cuarto, no quiere comer, ni salir... me preocupa que pueda enfermar nuevamente.
_ ¿Has llamado a Clarisa o Álvaro?
_ Si, se fueron de viaje, no están en el país, fue el señor quien me dijo que la llamara a usted.
Paula recordó de inmediato la charla que habían tenido en la sala de espera del hospital.
Le molestaba que Álvaro la pusiera en esa incómoda situación.
Aunque en su interior quería correr a la casa para consolar y abrazar a Matías.
<¡Basta Paula!> se retó mentalmente.
No debía entrometerse en la vida de su ex jefe.
Desde el entierro de Cristina no había vuelto a hablar.
En vano esperó un mensaje o una llamada. Cuatro días de completo silencio.
_ ¿Señorita? ¿Va a venir?_ insistió Carmen.
_ No lo sé. Creo que no me corresponde...
_ Usted es a la única que el señor va a escuchar.
_ ¿Por qué me escucharía a mi? No soy nadie Carmen, soy solo a chica que cuidaba a su abuela.
_ Eso no es cierto. Usted es mucho más que eso para el señor.
El corazón de Paula se aceleró ante la declaración de Carmen.
¿Sería verdad? ¡No! Si fuera así, la tendría que haber llamado o contactado.
_ Carmen... estoy en la facultad, y tengo otra clase en media hora...
_ Venga cuando pueda, pero por favor, que sea hoy... Hágalo por la señora Cristina, piense cuan afligida estaría de ver a su nieto en estas condiciones.
<Golpe bajo>
_ Bien, estaré allí en unas horas.
...
Carmen le abrió la puerta de entrada y le agradeció por responder a su llamado.
La pobre mujer quería mucho a su jefe y le preocupaba realmente una recaída.
Paula le dio un fuerte abrazo y caminó hasta la cocina con ella.
La casa estaba tal cual como la recordaba.
No se habían cambiado los muebles, ni la decoración, ni las lámparas, y aún así, todo se sentía diferente.
_ ¿Puedes prepararme algo de comida para llevarle?
_ Seguro, le haré un sándwich de atún, que es su favorito.
Paula caminó hasta la salida de la cocina.
_ ¿Podría ir a la pieza de Cristina? ¿Crees que a Matías le molestaría?
_ No señorita. Pase mientras termino de preparar la comida.
Abrió lentamente la puerta y el aroma a la colonia de Cristina le inundó las fosas nasales de inmediato.
Cada cosa permanecía tal y como cuando la anciana todavía estaba con vida.
Miró la mesa de luz y la Biblia de Cristina estaba abierta en el Salmo 17
Un versículo resaltado llamó su atención: "En cuanto a mí, veré su rostro en justicia. Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza".
Una sonrisa se formó en el rostro de Paula.
<Ya has visto su rostro Cristina, el rostro de tu Salvador, y has despertado con un cuerpo sano y transformado.>
Cerró el gran libro negro y lo dejó nuevamente en la medita de noche.
Cerró sus ojos y por un segundo, escuchó la voz dulce y sueva de Cristina diciendo:
_ Te pido que cuides de mi nieto.
Abrió los ojos asustada ante la claridad de esas palabras.
< Lo cuidaré> respondió de inmediato.
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DÉJATE QUERER
RomanceTodos queremos un amor para siempre. Un amor que llene de alegría y color nuestras vidas. Paula es una jovencita soñadora que quiere enamorarse y conocer al amor de su vida. Aceptará el trabajo de cuidar a una anciana enferma, sin imaginar que la hi...