CAPÍTULO 14: UN SUSTO EN LA MADRUGADA

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Los tres días en casa de Matías se sintieron para Paula como unas vacaciones.

Disfrutó de la piscina, de tomar sol todas las tarde, hacer caminatas en el jardín con Cristina y mirar películas en el living hasta altas horas de la noche.

Caminar por aquellos pasillos y recorrer cada habitación de la casa, se había vuelto algo completamente normal.

Había podido preguntarle a Cristina sobre la enfermedad de Matías y el tiempo que estuvo internado. Tal y como lo suponía, durante esos largos meses, el relato de la vida de Cristina había sido para el pequeño un escape del dolor que sufría. También lo había sido para la anciana. Recordar todo lo vivido con Antonio, hacía que su ausencia no fuera tan real y triste. Abuela y Nieto había sido un mutuo consuelo y fortaleza. Escuchar el relato del sufrimiento del pobre niño durante meses y meses; y los estudios médicos, análisis y exámenes que le realizaron para poder sacarlo adelante.

El domingo por la noche, Cristina se acostó temprano. Había caminado bastante y no quiso descansar a la siesta. Carmen también estaba dormida.

Paula terminó de ver un capítulo de su serie, apagó las luces, revisó que las puertas estaban bien cerradas y se dirigió a la habitación.

Para estar al pendiente de Cristina, eligió el primer cuarto de arriba, dejó la puerta abierta, por si la anciana la llamaba poder escucharla.

Acostada boca arriba, mirando el techo de su habitación volvía a recordar las palabras de Cristina: Dios no se equivoca. Si Marcos era el hombre que tenía para Paula, Agustina nunca lo habría conquistado.

Soltó un fuerte suspiro.

Le costaba aceptar que fuera así. Cerró los ojos con fuerza, obligándose a dormir y dejar de pensar en Marcos.

En el silencio de la noche, escuchó un ruido extraño.

Abrió los ojos exaltada y levantó un poco la cabeza de la almohada.

Era el sonido de unas llaves en la puerta de entrada.

Miró de reojo el celular, eran las dos de la mañana.

La puerta crujió con suavidad, y luego se cerró.

Asustada se sentó rápidamente en la cama.

Pensó por unos segundos llamar a la policía...

Algo crujió por las escaleras y de inmediato se puso de pie cerca de la puerta.

Unos pasos silenciosos se acercaban por el pasillo.

Contuvo la respiración, mirando en la penumbra de la noche que podía utilizar para defenderse. Tomó un gran paragua que colgaba de un perchero.

En puntillas caminó hacia la salida del dormitorio.

Podía sentir que aquellos pasos se acercaban más y más, y se confundía con el sonido de su acelerado corazón.

Una gran sombra se presentó ante ella.

Con todas sus fuerzas tomó aquel paragua y sin dudarlo comenzó a golpear, dispuesta a luchar contra aquel rudo ladrón que amenazaba su seguridad y la de Cristina.

Un solo golpe pudo lanzar, antes de que una fuerte mano frenara aquel paraguas y una voz susurrante le dijera:

_ ¡Soy yo! ¡Soy yo! Por favor, ¡no grites! o despertarás a la abuela.

Paula confundida logró distinguir en medio de las penumbras el rostro de Matías.

_ ¡Oh por Dios! ¡Casi me matas de un susto! ¿Estás loco?! ¿Cómo llegas a esta hora?!

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