CAPÍTULO 24: LA LISTA

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Carmen encendió la cafetera y comenzó a preparar el desayuno. Una sonrisa se dibujó en su rostro al sacar dos tazas de la alacena y ponerlas sobre la mesa.

La señorita Paula se había quedado a dormir para cuidar al señor Matías.

La tarde anterior, cuando la llamó, estaba preocupada por su jefe. Al verle tan depresivo y solitario había hablado con Clarisa, pero ellos se encontraban de viaje, así que Álvaro le sugirió que llamara a Paula.

Debía admitir que había sido una buena idea.

Esa mañana temprano, la joven había bajado a la cocina y le había pedido el desayuno para llevarle a Matías a su cuarto.

Matías se había recuperado y animado con solo la presencia de la futura enfermera. Esa dulce niña que había dado vuelta su mundo en estos últimos meses y de eso Carmen era testigo.

Si Cristina pudiera verlos juntos, seguramente se sentiría completamente feliz.

Hacían una bonita pareja.

_ Buenos días_ saludó Matías mientras se sentaba en la punta de la mesa.

_ Buenos días señor, se lo ve mucho mejor_ respondió Carmen_ pensé que desayunaría en su cuarto.

_ Me siento bien Carmen. ¿Y Paula?

_ Está caminando por el jardín. ¿Quiere que la llame?

_ No, está bien... Iré a buscarla.

_ ¿Preparo el desayuno en la cocina o en la galería?

_ La galería esta bien, Avísanos cuando esté servido.

Matías caminó rodeando la piscina, la mañana estaba cálida y soleada.

En el otro extremo del gran jardín vio a Paula.

Se veía pensativa, con la vista elevada, moviendo los labios pero sin pronunciar palabra.

Seguramente estaba hablando con Dios. No era la primera vez desde que la había conocido que ella tenía ese hábito de orar por la mañana al despertarse.

<Es tan hermosa> pensó de inmediato.

Tan sencilla y espontánea. Con esa tranquilidad y alegría que la caracterizaban. Vestida con un jean y una remera celeste claro, sin maquillaje ni un peinado elegante, era hermosa, la más hermosa de todas las mujeres.

¡Qué feliz sería de tenerla todos los días con él! Despertar cada mañana a su lado, verla pasear por el jardín, hacer compras juntos, remodelaciones en la casa, viajar un fin de semana... cualquier cosa a su lado sonaba atractiva.

Las miradas de los dos se encontraron, casi como una escena de película. El canto de lo pájaros ambientaba el momento como una sinfonía de Mozart.

Ella sonrió y caminó despacio hasta donde Matías se encontraba.

Se veía tan bien en ropa deportiva. Su espalda ancha, sus fuertes brazos. lucía como un modelo de revistas y esa mirada tan tierna. La tarde anterior al verle enfermo y demacrado su corazón se había conmovido de dolor.

_ Buenos días_ saludó Matías.

_ Buenos días... ¿Te sientes mejor?

_ Si, gracias a ti.

_ No hice nada, no te di ningún remedio_ respondió ella mientras se encogía de hombros.

_ Te quedaste... Tenerte a mi lado es la mejor medicina.

Paula bajó la mirada al sentir que sus mejillas se enrojecían.

_ Lo digo en serio_ afirmó mientras toma la mano de Paula y las miradas se cruzaban nuevamente.

En ese instante el tiempo se detuvo.

Hasta los corazones dejaron de latir por la emoción.

Las miradas se abrazaron, las mariposas en el estómago se agitaron y todo pareció transcurrir en cámara lenta.

_ ¡El desayuno está servido!_ exclamó Carmen desde la galería, rompiendo el hermoso momento.

Paula retiró rápidamente su mano y caminó huyendo hacia la casa.

Matías soltó el aire contenido en sus pulmones y caminó detrás de ella.

Una vez sentados, Carme les sirvió el café y trajo todo lo necesario para desayunar.

_ Carmen si que te has esmerado. Gracias por todo.

_ De nada señor, tiene que alimentarse bien. No quiero que enferme nuevamente.

_ Estaré bien_ agregó desviando su mirada hacia Paula_ Carmen, ¿podría traerme una lapicera y un papel?

_ Si señor_ respondió mientras se retiraba con la bandeja vacía.

La vista del jardín era perfecta. Las hermosas palmeras y las flores que rodeaban la piscina estaban prolijas y frondosas. El jardinero se había encargado de cortar y podar cada rincón para hacer de ese espacio algo digno de contemplar.

_ A Cristina le encantaba desayunar aquí_ comentó Paula_, era su lugar favorito de la casa.

_ Siempre que regresaba de la clínica las encontraba por acá. Sonriendo y charlando. Ustedes dos se llevaban muy bien.

Unos minutos de silencio se formaron permitiendo que ambos tomar su café y comieran algunas tostadas.

Carmen dejó la lapicera sobre la mesa junto al papel blanco.

_ Quería pedirte algo.

Paula levantó la vista expectante. Matías se veía un poco nervioso.

La miró directo a los ojos mientras colocaba los dedos de sus manos sobre el papel y lo deslizaba sobre la mesa hacia donde ella se encontraba.

_ ¿Podrías hacer una lista de diez cosas que un hombre tendría que hacer para que te enamores de él?.

Paula abrió los ojos sorprendida.

_ ¿Qué dices?

Matías aclaró su garganta antes de repetir.

_ Lo que escuchaste. Si puedes hacer una lista de diez cosas que debo hacer... Quiero que te enamores de mi. Quiero que te dejes querer... ¿Lo harías?_ reiteró golpeando con sus dedos la hoja sobre la mesa.

A Paula se le atragantaron las palabras.

De golpe, sintió que viajaba en el tiempo, a la casa quinta de Jesús María, donde vivía Cristina, revivía ese día donde había conocido a Antonio, allí al lado del granero. Ese preciso instante donde la vida de ambos daría un giro que nadie esperaba.

Jamás pensó que algo así le podría suceder.

A ella nunca le pasaban cosas emocionantes en la vida.

Pero ahora, su jefe, allí sentado, le decía que quería conquistarla.

_ ¿Y? ¿Qué dices?

_ Matías... yo...

_ Prometo hacer todo lo posible, cada cosa de la lista y si no funciona... aunque me tome meses o años, quiero ganarme tu corazón...

_ No, no es eso...

_ Entonces... ¿Qué pasa?

_ No necesitas una lista...

Paula estiró su pequeña mano y la posó sobre la suya que todavía permanecía apoyada en la hoja.

_ No hace falta que te haga una lista, porque...

Las miradas volvieron a encontrarse y abrazarse. Mientras las mariposas revoloteaban a más no poder en el estómago. El aire se llenó de perfumes florales y cantos de ruiseñores.

_ ¿Qué pasa Paula?_ insistió Matías ante el silencio.

_ Yo... ya estoy enamorada de vos.



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