Capítulo 25.

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|°| Mentiras, Mandrágoras y Duendecillos |°|

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—Arthur.

La voz del temible profesor de pociones provoco que los dos niños frente al nombrado se congelaran a medio tomar de su cerveza de mantequilla.

Habían llegado hace menos de una hora en las tres escobas, luego de una despedida más apropiada por parte del azabache y su papá. En ese tiempo el señor Weasley había mandado una carta de emergencia a Hogwarts para cualquier profesor, avisándoles que Harry y Ron estaban con él porque hubo un problema extraño que no les dejo cruzar para tomar el tren.

Ninguno de los dos chicos espero que, de todas las personas, fuese el profesor Snape quien los fuera a buscar.

—Ah, Severus. Ya veo que tu viniste por ellos. Qué bueno.

—Dumbledore me mando... debí suponer que se trataría de Potter. Ni ha iniciado el ciclo escolar y ya está en medio de algo, típico de ellos —comento con su voz baja y de forma lenta.

Harry y Ron intercambiaron una mirada, mientras el Weasley mayor reía creyendo que era una broma y se los encargaba al maestro.

—Fue un placer tenerte en casa estos últimos días, Harry. Para la próxima, tendremos que decirle a tu tío que venga... tal vez que traiga a tus otros tíos y tu primo... Tienes un primo, ¿verdad?, Ron había mencionado algo.

—Er... se lo mencionaré en las cartas, pero no creo que a p... tía petunia pueda... ella, eh, suele estar ocupada con... eventos de jardines—mintió Harry.

—Oh... de todos modos, puedes preguntarle y le dices a Ron si al final acepta. Pórtense bien. Ron, cuida de Ginny... Severus— con un asentimiento hacia el profesor, que ninguno se percató se había tensado tras escuchar el nombre de Petunia, el señor Weasley comenzó a encaminarse hacia la chimenea del lugar que le habían prestado por Madame Rosmerta.

—Adiós Sr. Weasley. Adiós, papá— se despidieron el azabache y el pelirrojo.

—Caminen, no tengo todo su tiempo. En un minuto debe venir un elfo por sus cosas.

Los niños se pusieron en pie rápidamente y siguieron a su ahora más mal humorado profesor. Caminaron en silencio la mitad del primer camino.

—¿Harry? —preguntó en un susurro el pelirrojo. Fijándose en que el mayor no les estuviera escuchando.

—¿qué? — pregunto en igual tono el azabache.

—Yo... nosotros estuvimos encantados estos días que estuviste en casa, pero... creo que en el tiempo que llevamos de ser amigos he llegado a conocerte un poco y... noté que te incomodo cuando papá menciono lo de que vinieras con tu familia el siguiente verano y... bueno, no lo sientas como obligación. Sé que mi casa es un poco apretada y...

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