Capítulo 8

123 15 3
                                    

- Venga, idiota. Tráeme un café de verdad- Ordenó Agatha- O lo más parecido que tengamos por aquí.

Tras pronunciar aquellas palabras con un tono malhumorado, la genetista dejó caer con desdén su ordenador portátil sobre su escritorio, sin preocuparse demasiado por la integridad de aquel dispositivo. El impacto produjo un característico sonido de metal contra metal cuando aquel hardware reforzado chocó contra aquel escritorio de oficina metálico. Ya habían pasado cinco horas desde que se desconvocó aquella reunión de los mandos de Deimos, tras aquel críptico informe que la Comandante Persephone les había transmitido, y tanto la genetista como su monstruoso guardaespaldas habían vuelto a lo que ella consideraba su hogar; al menos, hasta que lograse volver a Phobia Aegis.

Antes de que la genetista se irritase aún más de lo que ya lo estaba, Tyrant-03 se apresuró a dar media vuelta apenas un segundo después de haber entrado con ella a su despacho, y volvió a salir por la puerta, dejando a su ama a solas. Agatha observó con desdén cómo aquel silencioso Goliat se marchaba, caminando a paso ligero rumbo a la cafetería de aquella instalación. En aquel momento, se encontraba en una modesta instalación de Prometheus Labs llamada Myrmidon Genesis, la cual había convertido en su centro de operaciones desde que se hizo con el puesto de Científica Jefe de Deimos. No era más que otro laboratorio genético dedicado a la creación de supersoldados, sin nada que lo diferenciase de cualquier otra instalación construida por la HEC por encargo de Prometheus Labs. Para alguien como ella, que había tenido la oportunidad de trabajar en el mismísimo Icarus Rest, aquel lugar resultaba anodino e incluso irritante. Era un lugar donde la ambición y el ansia de progreso había muerto. Los científicos que trabajaban allí tan solo se dedicaban a replicar fórmulas ya existentes y crear supersoldados para Deimos, con la esperanza de que un poco más de carne en la picadora decantase la balanza en favor de aquella causa perdida. Agatha no recordaba la última vez que había tenido la ocasión de probar una fórmula prototipo o había dado con algún sujeto de pruebas especialmente prometedor. Todo el trabajo que realizaban en aquella siniestra instalación se había vuelto mecánico y repetitivo, casi como si la línea que separaba a los científicos de Prometheus Labs de los operarios de fábrica de la HEC se hubiera borrado.

Agatha emitió un leve suspiro cuando la puerta automática del despacho se cerró tras Tyrant-03, y a continuación se giró hacia su escritorio. Su despacho tenía uno de aquellos característicos escritorios de metal gris oscuro con su propio equipo informático integrado. Por todas partes en aquella habitación, había un gran número de armarios archivadores, los cuales desde hacía años no se molestaba demasiado en ordenar. Algunos estaban tan llenos que sus cajones no podían cerrarse del todo, y los papeles de su interior sobresalían o incluso se encontraban esparcidos por el suelo. La habitación era un auténtico desorden. Había carpetas, hojas de papel con informes, ficheros, batas de laboratorio sucias e instrumental quirúrgico usado por todas partes. Incluso a un lado del escritorio había una camilla de hospital, la cual trajo en una ocasión en la que quiso examinar a un sujeto de pruebas a escondidas en su propio despacho. Sin embargo, la camilla se acabó quedando en aquel lugar después de aquel examen. Al principio, era otro trasto inútil más en aquella habitación, condenado a desaparecer cuando finalmente se hiciera limpieza en aquel lugar. Sin embargo, cuando Agatha descubrió que podía bloquear la puerta de su despacho y usarla para dormir entre horas, decidió que aquella camilla ya no se movería de allí. Se había convertido en su último recurso para cuando ni siquiera las anfetaminas eran capaces de mantener su cuerpo funcionando. La habitación no tenía ninguna clase de ventanas, y la iluminación era tenue y rojiza. Resultaba fácil confundirla con una prisión de paneles de oricalco cuando Agatha se encerraba allí dentro y daba rienda a sus frustraciones.

Llegados a aquel punto, Agatha sencillamente no era capaz de ocultar cuantísimo odiaba su propia vida. Todo había comenzado con una traición. Trató de encubrir a una compañera con la que trabajaba en Icarus Rest, la única persona a la que la Dra. Olsson se había atrevido a considerar su amiga y la única con la que había tratado de tener un gesto amable. Su recompensa por ayudar a alguien fue una ruin puñalada. Su "amiga" la acusó de unos errores que ella no había cometido, y logró que Prometheus Labs la despojase de su puesto en Icarus Rest y la destinase a Myrmidon Genesis. Se vio obligada a trasladarse desde Phobia Aegis hasta Aura Terra, cuando la provincia aún pertenecía a Phobos. De vivir en la capital, pasó a vivir en un territorio fronterizo mucho más inestable. Poco tiempo después de su traslado forzoso, la Comandante Aldrich y sus lacayos invadieron la provincia y se hicieron con el control de aquella misma instalación. En aquel momento, Agatha se convirtió en simple botín de guerra, y se vio obligada a elegir entre cooperar con Deimos como científica o como mano de obra esclava en las minas y fábricas. Ni siquiera se tomaron en ningún momento la molestia de encañonarla con un fusil antes de coaccionarla. Aquello era, quizás, lo más siniestro de Phobos, y por lo tanto de la vil imitadora que era Deimos. Nunca amenazaban a sus enemigos vencidos con algo tan benevolente como la simple muerte. Siempre encontraban algún castigo más práctico, eficiente y cruel para quienes no estaban dispuestos a cooperar.

PhobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora