Hammerhead encabezaba la marcha de aquel reducido grupo. A pesar de la densa oscuridad de aquel siniestro pantano, todas las fuentes de luz de las que disponían estaban apagadas. De no haber llevado puesto en aquella ocasión el casco de su armadura y haber activado su visión nocturna, el Comandante de Deimos habría sido incapaz de ver mucho más allá de unos pocos metros frente a él. Debido al abrupto terreno y a la falta de visibilidad, los dos tanques Virus que acompañaban a Hammerhead y sus dos Goliats apenas podían alcanzar una fracción de su velocidad máxima. Desde el principio, el plan había sido sencillo en lo referente a aquellos vehículos y sus tripulantes; si se convertían en un estorbo, los supersoldados no dudarían en dejarlos atrás. Sin embargo, pese a que la velocidad a la que el grupo se desplazaba no era lo que Hammerhead había esperado, las opciones de armamento de las que él y su escolta disponían eran limitadas, y le parecía demasiado pronto para renunciar a aquellos cañones Chimera de los vehículos. No sabían qué había apostado Phobos en aquella zona boscosa, pero Hammerhead se negaba a creer que Ironclaw hubiera dejado un punto débil tan evidente en su línea defensiva sin vigilar. Era cuestión de tiempo que una amenaza se cruzase en su camino.
Mientras continuaban avanzando, un nuevo estruendo que estremeció toda la región anunció que el cañón Armagedón acababa de volver a disparar. En aquella ocasión, pocos segundos después, se pudo escuchar otro estruendo, perteneciente a una gran explosión a pocos kilómetros de distancia. Los asaltos contra las fortificaciones de Phobos que la Comandante Persephone se había visto forzada a ordenar habían comenzado, y el tanque Black enemigo había dejado de cañonear objetivos estratégicos más allá de la frontera para pasar a tomar como objetivos a las fuerzas atacantes. Los sonidos de batalla aún podían percibirse en la distancia; ambas facciones estaban intercambiando miles de balas a cada segundo que pasaba. Aunque Hammerhead había perdido el contacto con Persephone cuando abandonó la relativa seguridad del búnker de mando, no le hacía falta ningún informe para hacerse una idea de la situación general. El Comandante Ironclaw había caído en la provocación. Había interpretado los ataques por parte de Persephone como un desafío, y había respondido enviando también a miles de sus soldados hacia una muerte segura, arremetiendo contra las defensas de Deimos. Lo que había sido una pequeña chispa de hostilidad, en pocos minutos había encendido un conflicto bélico a gran escala entre ambos ejércitos. Aquel no era el resultado que Hammerhead había esperado, pero se encontraba entre las posibilidades con las que había contado. Probablemente, Deimos estaba a punto de asumir muchas más bajas de las previstas. Sin embargo, gracias a ello, Hammerhead se quedó más tranquilo al saber que resultaba mucho menos probable que las tropas de Phobos escuchasen el sonido de los motores de sus dos tanques. Quizás, después de todo, sí que llegase al menos a acercarse lo suficiente a las posiciones enemigas como para causar algunos problemas.
Mientras permanecía atento a cualquier indicio de amenazas, Hammerhead continuó avanzando al frente de la formación, con su hacha antitanque desenvainada y firmemente agarrada en su mano derecha mientras corría. Por culpa de los tanques, los Goliats rara vez podían correr demasiado sin romper la formación. En más de una ocasión, alguno de aquellos vehículos llegó a encallar en el fango o incluso volcar. La densa vegetación tampoco ponía de su parte para facilitar su avance. Las grandes extensiones de matorral y las extensas y nudosas raíces de los enormes sauces de casi treinta metros de altura eran prácticamente trampas naturales, capaces de incluso de frenar en seco a los tanques. El terreno resultaba casi impracticable, incluso para unos vehículos tan versátiles como los Virus. Cuando aquella clase de incidentes sucedían, el grupo detenía la marcha y los dos Goliats que acompañaban a Hammerhead se apresuraban a resolver la situación por la fuerza, mientras su superior gruñía y fruncía el ceño en el interior de su casco. El conflicto no se detendría repentinamente si lograba neutralizar al Comandante enemigo, aquello estaba claro. La carnicería que había comenzado no pararía hasta que ambos bandos estuvieran demasiado desgastados como para continuar. Sin embargo, la ventana de oportunidad que la situación les había abierto era bastante limitada. Cada parada que se veían forzados a hacer y cada rodeo que tenían que tomar para evitar una profunda charca o un barranco comprometía el ya de por sí improbable éxito de la misión.
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Phobos
Science FictionSatsuki Aldrich es una titán que trabaja para una megacorporación, siendo la Comandante de uno de sus ejércitos. Sin embargo, su tiempo de vida de agota, y para sobrevivir se ve obligada a hacer un trato con un siniestro genetista que le promete sal...