Capítulo 7

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Euryale permaneció allí tirada boca arriba, sobre el charco de su propia sangre que se había formado debajo de ella, viviendo lo que pensaba que sería su último momento en Erebus. Le costaba ser consciente de lo que sucedía a su alrededor. Podía escuchar disparos, gritos y algunas explosiones, pero no tenía forma de saber si las tropas leales a Phobos habían logrado contener a los traidores. Tampoco podía saber qué había sido del Comandante en Jefe. Ya ni siquiera tenía fuerzas para tratar de incorporarse y mirar a su alrededor. Con sus piernas separadas del cuerpo, sus brazos en aquel lamentable estado y la mitad de sus entrañas esparcidas a su alrededor, la Arpía ni siquiera lograba comprender por qué aún seguía viva. Era consciente de que los supersoldados de Phobos resultaban difíciles de matar, pero sobrevivir con unos daños tan extremos en su cuerpo ya parecía más alguna especie de cruel ironía que una ventaja biológica. Ahora que su cuerpo había dejado de producir las drogas de combate que habían mantenido a raya el dolor, aquella horrible sensación se había apoderado de todo lo que le quedaba de carne. Los pocos movimientos que era capaz de realizar se limitaban a retorcerse de dolor y sufrir algún ocasional espasmo muscular. Ya ni siquiera lograba pensar con claridad. La mente de Euryale oscilaba como un péndulo entre lamentarse por haber fracasado de aquella forma delante del Comandante en Jefe, y desear que su cuerpo terminase de desangrarse de una vez por todas. Llegados a ese punto, ya no codiciaba otra cosa que la paz de la muerte, la cual su propio organismo parecía negarle.

Mientras agonizaba, la mirada de Euryale permanecía perdida en el cielo sobre ella. Aún era apenas mediodía, y las capas de gases atmosféricos luminiscentes que iluminaban Erebus durante los ciclos diurnos formaban una peculiar aurora, a tanta altura que resultaba inalcanzable incluso con la tecnología moderna. Aquellas peculiares luces podían verse desde casi cualquier lugar de Erebus, pero Euryale no estaba acostumbrada a verlas con semejante nitidez. En los territorios dominados por Phobos el paisaje iba adquiriendo lentamente un tono gris conforme las megacorporaciones explotaban los recursos y realizaban su actividad industrial. Incluso a pesar de la capa de humo y polvo de escombros que se había comenzado a formar sobre la plaza, aquello no se podía comparar con el gris y contaminado cielo de Phobia Aegis. Aunque aquella luz tan intensa resultaba casi molesta para alguien tan acostumbrada a la penumbra como ella, Euryale mantuvo los ojos abiertos en todo momento. Aquella aurora probablemente sería lo último que vería, y prefería que fuese así antes que bajar la vista para observar su propio cuerpo mutilado o intentar mirar a su alrededor para encontrarse con las consecuencias de su lamentable fracaso.

- Quiero toda el área completamente vacía en menos de dos minutos- Ordenó el Comandante Black, dejando a un lado su fachada grandilocuente y hablando con un tono autoritario- Pobre del que siga por aquí cuando yo levante la mirada.

- A sus órdenes, Comandante en Jefe- Respondió otra voz cercana, ligeramente distorsionada por el casco de una armadura de Clase Terror.

Aquellas voces despertaron a Euryale del trance derrotista en el que se había sumido a sí misma tan profundamente que había perdido la noción del tiempo. A pesar del dolor que sentía y de la terrible desorientación que se había apoderado de sus sentidos, su mente fue capaz de llegar a unas últimas conclusiones. El Comandante en Jefe seguía vivo, y contra todo pronóstico la situación en la plaza parecía estar bajo control. Euryale no se había atrevido a considerar que aquello fuese siquiera posible. Doscientos soldados de Clase Terror contra veinte supersoldados de Clase Goliat era un enfrentamiento extremadamente desigual, en favor de los traidores. Realmente había creído que ella era la única capaz de decantar la balanza a favor de Phobos; y aún sabiendo que los traidores habían sido derrotados, no se le ocurría como había aquello sido posible.

Cuando el Comandante en Jefe dio aquella severa orden, Euryale pudo distinguir cómo los soldados de Clase Terror comenzaban a gritarse entre ellos y repartir órdenes de forma frenética. Todo apuntaba a que la cadena de mando había quedado hecha pedazos a causa de aquel enfrentamiento. Con los líderes de escuadrón y suboficiales muertos, el Comandante Black era la única figura de autoridad que quedaba, y sus órdenes requerían de una coordinación que a las indisciplinadas tropas de Clase Terror les costaba tener por iniciativa propia. Sin embargo, la amenaza implícita en las palabras del líder de Phobos resultó lo bastante disuasoria para que su voluntad se cumpliera. Desde donde se encontraba, Euryale escuchó cómo las voces y el característico sonido de las botas de neomitrilo golpeando el asfalto cada vez se iban alejando más, hasta perderse en la distancia. Fue entonces cuando la plaza quedó en completo silencio, a excepción de un último grupo de pasos.

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