Corro lo más rápido que puedo hasta mi cuarto para cerrar bajo llave mi habitación con manos temblorosas, él ha llegado, está borracho como todos los viernes por la noche, sus gritos enfadados se escuchan por toda la casa y los de mamá también, se que sufre en estos momentos por los golpes que le está dando, yo no trato de ayudarle porque cuando lo hice ambos me golpearon durando en cama una semana con varias contusiones que ellos mismos me curaban nunca me llevaban al medico cuando lo hacían por temor a que los denunciara o hicieran preguntas de como me hice los golpes.Una vez estoy dentro de mi habitación, voy de inmediato a mi escondite, es una parte de mi guarda ropa, ingreso y aseguro la puerta del closed, encogiéndome en el lugar de modo que quedo sentada con mis dos piernas pegadas a mi pecho, tapo mis oídos para no escucharlos más y un sollozo sale de mi garganta.
"Para que vivir esta vida de porquería acaba con tu vida y dejas de sufrir"
La voz en mi cabeza resuena y lloro aún más, aunque quisiera no puedo, no soy tan valiente, ni fuerte para hacerlo, lo intente una vez y mi mano soltó el veneno que iba a consumir.
Escapar no era una opción, no tenía a donde ir, tampoco el dinero para hacerlo, no sabía de más familiares, no tenía amigos, yo no era nadie.
— ¡Donde estas maldita! — brinco del susto cuando mi padre golpea la puerta y detengo mis lágrimas para que no me escuche — ¡Sal ahora bastarda, no me hagas entrar! — yo no contesto, nunca lo hago por miedo, por débil, por mi paz.
— ¡Ya basta maldita sea, me tienes harta! — le grita mi madre con voz histérica — Siempre que vas con tus amigotes vuelves así, lárgate a dormir y deja a esa estúpida en paz, total que nos importa — culmina de la manera más normal como si él no la hubiese golpeado hace minutos atrás, ella siempre es así, lo perdona y sigue como si nada.
Leonor, mi madre, no es buena, sus palabras calan muy profundo en mí, como quisiera que me protegiera como lo hacen otras con sus hijos, aquellas que dan cariño y amor, yo nunca he tenido de eso por lo que; Mis silenciosas lágrimas siguen cayendo con más fuerza, no valgo nada para ellos, no me quieren, nunca han estado para mi y me duele saber que mis padres no me aprecian, no le deseo eso a nadie.
— ¡Escoria, abre la puerta! — vuelve a gritar pero está vez con otro tono de voz, uno más suave pero con veneno, yo no respondo y así sigue tocando por diez minutos hasta que se cansa, dejo de escuchar su voz por lo que se que se ha ido a su habitación.
Por suerte esta vez me he salvado de él y de ella.
Salgo de mi escondite, voy pasivamente a mi cama, quito mis sandalias, me meto debajo de las cobijas, me acurruco en posición fetal y miro hacia la ventana que no cerré viendo la oscuridad de la noche, no cierro mis ojos, hace mucho no tengo el sueño tranquilo, hace mucho no hay noches bonitas, me da miedo dormir que tumbe mi puerta y me mate a golpes.
El tiempo pasa, las horas, la madrugada y al fin veo la claridad de la mañana, no hay pájaros cantando, ni gallos, ni alarma simplemente estoy aquí, en mi cama, muerta en vida, si logré dormir fueron sólo dos horas.
Me levanto retirando mis cobijas y tendiendo la cama, debo ir a la escuela, estamos en en pleno abril, las clases no me emocionan, no tengo amigos, todos me miran raro, me rio, mi vida es una total estupidez.
Hoy saldré más temprano antes de que mis padres se levanten no deseo verles y dañarme la mañana.
Voy al baño, me aseo mi cuerpo, mis dientes, mi cabello, miro mi reflejo en el espejo y veo un rostro pálido, soy una flacucha sin gracia, mi cabello negro liso va hasta mis hombros, mi flequillo es un desorden cuando no está bien peinado, mis ojos marrones comunes no tienen brillo, mis pecas apenas se ven, suspiro y peino mi cabello sin soportar más mi reflejo. Dejo el peine en mi mesa de noche y me coloco la ropa interior, para luego colocarme mi uniforme, tomo mi bolso y salgo de mi casa.
Me voy caminando hasta el instituto, esta solo a quince minutos, veo a la señora Susana en su puesto de fritos y le saludo con una media sonrisa como buenos días, que ella me devuelve amablemente.
— Ven muchacha — me dice una vez le quito la mirada por lo que detengo mi paso y la miro, es una anciana, tiene el cabello cubierto por las canas, es un poco baja de estatura, sus ojos son de un bonito color verde, se nota que es su juventud fue muy bonita, vive con sus hijos los cuales son buena gente pero trabajan y casi no se les ve, solo una vez cruce palabras con alguno de ellos dos — Mira jovencita, algo me dice que no ha desayunado — comenta y yo no la miro sin saber que decir, veo como me pasa una empanda y un vaso plástico con jugo de mango, yo niego apenada — Dasha estas muy flaca por Dios, toma por favor niña, te dará gastritis si sigues así, no se ni siquiera porque dices que no.
— Yo...
— Tu nada, recibe muchachita terca — le sonrió sintiendo calidez en mi pecho y recibo la comida.
— Muchas gracias — le digo con un poco de timidez
— No te preocupes, ahora ve con Dios, espero te pase algo bonito hoy para que ese rostro cambie — me desea y yo en agradecimiento me le acerco a darle un beso en su frente.
— Gracias nuevamente — le digo, despidiéndome de ella para seguir mi camino, comiendo lo que tengo en mano.
La señora Susana siempre hace eso, por más que le diga que no, tiene un don, sabe cuando no he comido y cuando algo va mal pero no soy muy abierta con ella, nunca he tenido una conversación por más de diez minutos con ella, espero algún día poder agradecerle con algún regalo. Cuando consiga trabajo lo haré.
El camino a la escuela es como siempre, monótono y aburrido, ya termine la empanada y el jugo, mi estomago esta feliz con algo de comida.
Llego al colegio, ingreso y voy directo a mi salón de clases, no han llegado todos los estudiantes aún ya que todavía es temprano, en el salón hasta ahora solo han llegado siete estudiantes de treinta que somos, Fund Nueva Granada es un colegio público común y corriente.
Me senté en la última silla al fondo del salón, me gusta este lugar, nadie me molesta, nadie me habla, ni me toman en cuenta.
Pasaron unos minutos hasta que ya todo el salón estaba con los estudiantes completos, hoy ninguno faltó. Todos estaban hablando entre amigos, con sus grupos y yo sola mirando a la nada.
— Buenos días muchachos — la voz ronca y grave del profesor de Biología resonó en el salón por lo que todos prestaron atención.
Y ahí estaba, el gran León Carvaggio por quién las profesoras y madres de los estudiantes suspiraban, un hombre imponente, con una mirada fría que no transmitía nada, era alto 1.85 de estatura, su cabello era castaño corto a los lados y perfectamente peinado en la parte de arriba, se notaba hacia ejercicio pues sus músculos se notaban por encima de la camisa que le quedaba perfectamente ajustada a su torso, ni que decir de sus piernas igual de trabajadas, muchas de mis compañeras alegaban que tenía un buen trasero, sinceramente no aparentaba sus treinta y dos años parecía de menos edad, su mandíbula siempre estaba tensa, ese hombre no reía, muchos aquí le tenían miedo, sus clases eran las únicas en las que no se escuchaba ni un solo ruido a menos que él preguntara algo.
Me lo quedé viendo mucho tiempo por lo que por instinto volteó y nuestras miradas se cruzaron, sus ojos azules me determinaron como otras veces pero está vez sabia que no era una mirada como esas, me transmitió preocupación.
Hola, espero estén bien, llego el primer capítulo.
Espero les haya gustado.
A.F
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Te Quiero, Chiquilla
Teen FictionLeón Carvaggio es un hombre de treinta y dos años, un hombre frío, distante a todo lo que le rodea, trabaja impartiendo clases en la Institución Fund Nueva Granada, tiene una vida muy ordenada, es uno de los mejores profesores a nivel nacional, muy...