Capitulo 24 - Destruida

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¿Es suficiente llorar? He sido una niña infeliz, una adolescente infeliz, una mujer infeliz, nunca tuve amor de mis padres, eso es algo que en mi pecho duele, duele mucho.

Nunca tuve juguetes, barbies o esas cosas con las que juegan las niñas, nunca fui a un parque a disfrutar aunque sea de jugar con otros niños y divertirme, nunca tuve un abrazo de abuelos, un abrazo de tíos, de primos y lo más importante un abrazo de mis padres.

Muchas veces me pregunto a que vine a este mundo, aún no encuentro mi propósito aquí, lloro porque cuando pensé que había encontrado un poco de luz en toda esta oscuridad, esta se apagó de la manera más cruel.

Los pensamientos de intentar suicidarme llegan a mi mente, no tengo más nada que me detenga a estar aquí en un mundo lleno de sufrimiento y gente mala.

Miro todo a mi alrededor y palpo la baranda que me separa del vacío, hace media hora salí del instituto con la excusa de que me sentía mal, la profesora ante mi rostro me creyó.

En estos momentos la brisa golpea mi rostro, cierro mis ojos que seguro están rojos e hinchados, el dolor es algo que sale una vez explotas y los llantos son parte de eso.

Me rio con amargura al recordar que aquí León y yo nos acercamos por primera vez, abro mis ojos y más lágrimas salen de mis ojos, sollozo fuerte.

¿Quién me quita este dolor por dentro? ¿Porque jugó conmigo? Él sabía que no tengo nada más que a él.

— ¿Porque me hiciste esto León? ¿Porque? Si, yo te amo y creí que lo hacías también. — digo en susurro para mí misma, con voz entrecortada.

Limpio mis lágrimas, dejo caer el bolso al piso y veo el precipicio, no dolerá, moriré enseguida en el acto, quito mis zapatos para después subir a una de las barandas de abajo.

— Dolerá — una voz se escucha y veo unas manos a mi lado — ¿Que sucede? ¿Porque esta determinación? — volteo y lo observo, su rostro es de una persona que no desea que haga tal cosa, me bajo de donde estoy, mi vista se nubla y sollozo, él se acerca a mi y me abraza reconfortandome.

— ¿Q- que haces aquí? — titubeo al preguntarle.

— Se cuando algo no va bien, invente una excusa a la profesora para poder salir también, siguiéndote hasta aquí, te llame varias veces pero al parecer no escuchaste mi voz — me explica de manera rápida y en preocupación — Dasha, no se que ha pasado pero esta no es la solución, ¿por...

— Soy un estorbo, soy una pobre infeliz, yo solo deseo descansar de todo esto — le interrumpo hipando sin poder controlar mis sentimientos y separándome de él.

— Martina y yo, no vamos a permitir que te hundas y menos aquí lanzándote para que te coman los cocodrilos. — me reprende como niña pequeña.

— Gabriel...

— No, Dasha, Gabriel nada, por Dios, ¿estas loca? — sigue regañandome y yo me encojo — No voy a permitir esto, nos vamos ahora mismo de aquí — culmina agarrando mis zapatos y bolso como la primera vez que me vio triste, él nunca pregunta de más, yo lo observo apenada.

Miro hacia el vacío, también a mi alrededor, es un lugar solitario no viene gente por estos lares, luego observo a Gabriel que va camino a la carretera, no viene con su chófer, pues lo que veo es un taxi esperándolo, suspiro, quizá solo deba esperar un poco más, decido seguirlo, hace un sonido de calma cuando me ve junto a él y entramos al auto.

Dentro de este, no decimos ninguna palabra, tampoco deseo hablar, me recuesto en el asiento y cierro mis ojos.

La imagen de León besándola hace su aparición y un pinchazo en el corazón que duele en lo más profundo por dentro me hace abrir los ojos.

Te Quiero, ChiquillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora