Capitulo 8 - Una caridad

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Han pasado dos días desde lo ocurrido, no puedo negar que he llorado mucho, no porque extrañe mi casa o a mis padres, simplemente me siento así porque no he sido una persona con suerte. 

Ver salir a mi madre por esa puerta me rompió el corazón, como alguien que me tuvo en su vientre ¿no le duele su hija? Poco o nada le importo dejarme a mi suerte.

No estoy mal aquí en casa de mi profesor pero me da mucha vergüenza incomodar, Zulema, Martha y la señora Fatima son unos ángeles conmigo, ese día después de todo lo que paso con mamá, me consolaron de una manera que nadie nunca lo había hecho, por primera vez me sentía importante para varias personas.

Fueron tan lindas conmigo, luego de llorar sobre ellas, subimos a la habitación donde me estoy quedando y me subieron el ánimo contando sus anécdotas de pequeñas y además colocamos una película de comedia y reímos mucho, se los agradezco mucho, fueron muy especiales.

— Eckan, nuestro chofer, te llevará al instituto. León se ha ido muy temprano, no le he visto la cara estos días, ni pareciera que viviera aquí — se queja la señora Fatima, despidiéndose de mí.

Yo solo me rio, es una señora un tanto difícil me he dado cuenta desde que estoy aquí, camino hacia el carro que me llevará un poco apenada ya que me abruma tanto lujo aquí, jamás pensaría que iba a llegar al colegio en un auto de estos, además con chofer.

Saludo a Eckan y él también, me subo en los asientos de atrás, arranca y me quedo mirando por la ventana, miro las calles, los árboles, las personas y uno que otro parque en este lado de la ciudad, no me habia puesto a mirar las bellezas de la naturaleza, en una vida gris, nada de eso tiene color más allá de un simple día monótono. 

Luego de varios minutos, llego al instituto, me bajo del carro, despidiéndome de Eckan y dando las gracias por traerme, este me desea un buen día y se marcha.

Una vez frente a la entrada empiezo a caminar, agacho mi cabeza para que nadie me vea, aunque se que es difícil acabo de llegar en un gran carro con chófer, se que están especulando pues siento murmullos.

Nada es fácil, nada.

Entro al salón de clases y me ubico en una de las sillas del fondo, es el mejor sitio para pasar desapercibida ante los ojos de los demás, soy una de las primeras en llegar por lo que saco, mi cuaderno de dibujos, y empiezo a garabatear es un hobbi que tengo muy guardado para mí, espero nadie nunca vea esto, son muy feas, pues sueño con ser Diseñadora de modas pero se que hasta allá no voy a llegar, no tengo como, seguro estaré muerta para entonces.

Agradezco a León el tener mis cosas en estos momentos, ese mismo día que mamá salió de su casa y luego de no verlo en todo lo que restaba de ese día, fue hasta donde vivo con mis padres y busco mis pertenencias, no se como me las trajo, ni como lo dejaron recogerlas, tampoco me dio tiempo de preguntarle, pues, desde ese día no lo veo, parece que no quisiera verme. 

Lo he esperado hasta tarde sentada en las escaleras al menos para agradecerle pero nunca entra, yo solo me resigno y subo hasta la habitación donde me estoy quedando, ni de la propia abuela se ha dejado ver. 

— ¡Dasha! — cierro con rapidez el cuaderno y miro a la persona que tengo de pie frente a mí — Te quedamos esperando para hacer el trabajo pero el profesor de biología nos dijo que estabas enferma y que en estos días no vendrías — martina habla con mucha euforia que me abruma, me habia olvidado completamente de la tarea — Adelantamos un poco del trabajo en grupo, si quieres después de que terminen las clases nos quedamos aquí en la biblioteca y seguimos adelantando, mira — me da el cuaderno que trae en manos — léelo y si quieres agregar o cambiar algo lo debatimos, ¿te parece? — yo asiento con la cabeza y ella me mira queriendo preguntar algo — Tu mejilla... 

Te Quiero, ChiquillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora