Narra Dasha
Ha pasado una semana más, los días han sido mejores, incluso, me siento hasta más repuesta, los moretones de los golpes han desaparecido y me siento otra Dasha con más ganas de salir adelante, de vivir una vida al menos mucho mejor que la que tenía, la luna ya estaba por caer, estaba sentada en el jardín, inspirando mi vista.
— Que tanto haces muchacha, llevas como dos horas aquí sentada y solo te veo borrar y escribir en ese cuaderno — la voz de la señora Fatima en mi espalda me alertó por lo que cerré de inmediato mi cuaderno de dibujo pero éste se cayó al piso, mostrando lo que estaba, haciendo en el.
La señora Fatima miró sorprendida mi garabato y con la mirada me dijo que lo recogiera y se lo mostrará bien, yo negué cuando lo tuve en mis manos nuevamente y me aferré a mi cuaderno, no quería que lo viera de nuevo.
— Dasha mi vida, muéstrame eso que acabo de ver, ¿le negarás eso a esta vieja? — su arrugado rostro hizo mueca de dolor por no confiar en ella, lo que me removio el corazón y se lo pase, una vez lo agarró, paso hoja por hoja.
Su rostro pasó de sorprendido a alegre, pero no sabía que le causaba eso, no hay mucho de bonito en lo que hago, ella me miró nuevamente y me abrió sus brazos para que me acercara, así lo hice, me dío un abrazo que sentí más que el de una amiga, como si fuese alguien querido e importante para ella.
— ¿Porque no me habías dicho que tenias este talento? — me pregunta y me hace sentir confundida — Muchacha son diseños que me parecen estupendos, podrías ser una gran diseñadora si te lo propones una vez salgas del colegio. — me dice luego de separarnos y darme el cuaderno nuevamente.
— Son solo garabatos, no creo que sean tan...
— Dasha deja de menospreciarte, debes creer en ti, la vida no golpea porque sí, todo tiene un propósito — comenta sonriente — Llamaré Shidu, le encantará, dame uno de esos dibujos, firmalo a tu puño y letra, te recomiendo que hagas eso con todos uno nunca sabe, por cierto, no muestres a más nadie ese cuaderno — me aconsejo y no entendía mucho su alegría y no lo mostrarían nadie, ella es la primera que los ve.
La señora Fatima se voltea y se va a paso lento caminando hasta dentro de la casa, me siento en nuevamente donde estaba casi cerca a la piscina y empiezo a hacer lo que me dijo, pongo mi nombre en cada dibujo que he hecho en mi cuaderno.
Lo cierro y me quedo viendo a la nada, todo están tranquilo aquí, puede sonar un poco loco pero me siento en un hogar con buenas personas que me tratan con cariño.
Suspiro y me levanto de donde estoy para dirigirme a la habitación, paso por la cocina y me robo unas uvas que estaban en el mesón, me provocaron.
Bueno no me las robo porque Martha, Zulema y la señora Fatima me dicen que puedo agarrar de comer cuando yo lo desee y ahora es así, me metí una a la boca y saboreo, estan ricas.
Cuando ya llevo cinco uvas escucho una puerta cerrarse con fuerza, no me espanto seguro es el amargado de León ahora quién sabe que estrés trae encima.
Desde ayer que me dijo lo que me dijo, no lo he visto y es mejor así, sus palabras me lastimaron, mi profesor me atrae y me gusta de una manera que aveces creo que estoy colada por él, no se como funciona eso pero me es indescriptible lo que pasa por mi mente cada que lo siento cerca.
— No te lo permito León, ¿en que estas pensando? No puedes sacarla y meterla de nuevo en ese hueco, no se lo merece por Dios — escucho a la señora Fatima alterada por lo que dejo de lado las uvas y salgo de la cocina hasta el sala de estar.
Ella está con una mano en el corazón espantada por lo que me preocupa y voy hasta a ella, siento miedo si algo le pasa, le pregunto si está bien y me dice que si, que no le ponga cuidado.
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Te Quiero, Chiquilla
Teen FictionLeón Carvaggio es un hombre de treinta y dos años, un hombre frío, distante a todo lo que le rodea, trabaja impartiendo clases en la Institución Fund Nueva Granada, tiene una vida muy ordenada, es uno de los mejores profesores a nivel nacional, muy...