CAPÍTULO XV: OVEJA BLANCA SIN REBAÑO

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Habían pasado un par de semanas desde que Matilda... Anne... Lucy; bueno, lo cierto es que Hank no sabía quién de las 3 había sido la que lo besó. Ni siquiera había tenido la oportunidad de hablar con Lucy, después de lo que hizo Matilda las cosas en el hospital estaban demasiado tensas, nadie sabía si en algún momento el político volvería para cobrar su venganza, y debido a lo que pasó en la azotea ni Hank ni Anne o Lucy se podían ver al rostro para poder hablar, Matilda era quien estaba en control casi todo el tiempo, excepto a la hora de dormir. 

Matilda se había vuelto un poco más abierta, al menos con Hank, es cierto que aún seguía teniendo sus problemas de ira y deseos de beber, pero su tiempo en el hospital la había ayudado mucho, pues ahora era mucho más tranquila, aunque aún no podía hacer nada para cambiar su mirada de odio, al menos los demás pacientes ya no temían acercársele y pasar tiempo con ella.

Hank siempre observaba a Matilda a lo lejos mientras ella se relacionaba con otros pacientes, sintiéndose feliz por ver que estaba desarrollando empatía, incluso se unió a la actividad recreativa de pintura del hospital, es cierto que el sitio no estaba en buenas condiciones, pero al menos contaba con actividades recreativas y deportivas que eran de mucha ayuda para olvidar que uno estaba encerrado como un animal.

Hank admiraba a Matilda a lo lejos, pero no se animaba a hablar con ella, pues lo único que quería preguntarle era quién fue la que lo había besado, pero eso era algo que quería preguntarle a Lucy y Anne directamente, Hank optó por esperar pacientemente, en algún punto Anne o Lucy deberían aparecer, y mientras eso pasaba, Hank seguiría esperando que Livi volviera a salir, pero eso no pasó, Hank tuvo asimilar la idea de que tal vez Livi ya había desaparecido dentro del cuerpo de Lucy.

Una vez más, Hank se encontraba en terapia grupal, las cuales ahora eran dirigidas por el profesor James Isaac, pues la anterior terapeuta fue despedida por falta de presupuesto. Y no sólo el Doctor James estaba ahí, también había otra persona inesperada, Jhosua, quien iba a contar un poco sobre su vida y lo que lo llevó a colapsar mentalmente por un tiempo, pero luego se pudo levantar.

Cuando Jhosua terminó de contar su historia, y muchos se sintieron conmovidos, aterrados y otros ni siquiera podían creerlo, pues su trabajo de servicio militar le quitó todo lo que alguna vez tuvo, sus amigos, su pelotón, su familia y su propia humanidad, llegando a desarrollar estrés postraumático debido a tantas situaciones en las que su vida corrió peligro, en realidad Jhosua no se consideraba a sí mismo como un ejemplo a seguir ni que su vida era una historia de superación, de hecho, se abrió a los demás para decirles que el reprimirse tanto tiempo y no admitir que algo estaba mal fue lo que lo llevó a como estaba ahora, viejo, solo y miserable, cargando en su memoria con decenas de muertes hasta el día en el que él mismo muera, y quizás ni eso podría librarlo de sus pecados, pues, si el infierno existe, ni el eterno sufrimiento bastaría como castigo.

Hank comenzó a pensar en la situación de Jhosua, pero en lugar de aprender una lección, empezó a recriminarse, a pensar que Jhosua sí tenía razones para ser cómo era, pero él por otra parte no, no había una justificación para haber caído tanto. Hank pensó que lo mejor debió haber sido morir en el hospital, no, en el accidente de avión... El accidente de avión, ese maldito accidente.

Hank había avanzado muy bien en su terapia, tanto que ya no tenía pesadillas y pensar en el accidente de avión no le afectaba demasiado, pero a veces los recuerdos volvían a él, no iba más allá que una leve disnea y cierta debilidad, pero en ese momento, junto a los pensamientos de auto-deprecio, Hank comenzó a tener un ataque de ansiedad.

Se levantó de repente y se puso de rodillas en el suelo, puso sus manos en su cabeza y comenzó a gritar, nadie entendía nada de lo que decía.

—¡Detente papá! ¡Suelta a mí mamá! Por hoy... por favor... ¡SÓLO por hoy no hagan esto!

El Doctor James se apresuró en tratar de calmar a Hank, pero en cuanto él lo vio a los ojos entró en pánico.

—¡NO! ¡ALEJATE! ¡NO me toques! ¡NO quiero que te me acerques! ¡LÁRGATE!

Hank empujó a James y salió corriendo de la habitación, el Doctor James y Matilda intentaron ir tras de él pero le perdieron el rastro enseguida, como si la tierra se lo hubiera tragado.

Debido a la falta de personal nadie pudo ver hacia dónde huyó Hank, el Doctor James ordenó a todos los pacientes volver a sus habitaciones, y a los pocos enfermeros que tenía disponibles les pidió buscar a Hank por todos lados.

Pasaron un par de horas y Hank todavía no aparecía, nadie sabía dónde estaba, o bueno, casi nadie lo sabía. Matilda se ofreció a ayudar a buscar a Hank, no tardó mucho en encontrarlo pero cuando lo hizo él ya estaba mucho más tranquilo, pero no quería que le dieran drogas para sedarlo o lo enviaran a las habitaciones de restricción, por eso le pidió a Matilda que lo escondiera, hasta que se tranquilizara por completo.

Hank y Matilda estaban en el cuarto del conserje, la habitación de Jhosua, un sitio oscuro y lúgubre, que carecía de muchos muebles y decoración, no había más que un colchón en el suelo, una vieja silla y un escritorio desgastado, Hank se encontraba sentado, guardando silencio, mientras Matilda estaba junto a él, sin decir nada. Pero uno de los dos tenía que romper el silencio en algún momento.

—Entonces... —Dijo Matilda finalmente— ¿Qué fue eso de hace un momento?

Hank no respondía, pero sus ojos reflejaban que quería decir algo.

—Hank, sé que tal vez no confías en mí como en Lucy o Anne —Matilda hizo lo impensable, tomó la mano de Hank para hacerlo sentir seguro—, Pero ahora mismo yo estoy aquí, y si tienes algo que decir el momento para sacarlo es este.

—No quiero hablar del accidente, Matilda. —Dijo él, intentando soltar su mano.

—No me refiero a es. —Ella la apretó aún más— Hablo de tu pasado, dime Hank ¿Cuál es la historia de tu vida?

Hank miró a Matilda a los ojos, cada que lo hacía sentía mucho miedo, pero ahora mismo, Matilda tenía una expresión de compasión, unos ojos que le decían «Está bien, estoy aquí, puedes confiar en mí». Una mirada que veía en los ojos de Kenneth cada vez que sentía que el mundo se le venía abajo, ese era el rostro de un amigo que se preocupa por ti y quiere ayudarte.

—Está bien, será un poco largo pero te lo contaré. —Hank miró la cicatriz que tenía en su brazo, una quemadura de cigarrillo— La historia de mi vida

AMOR POS BIPOLARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora