Capítulo 9.

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Tengo un dolor de cabeza terrible, miro el reloj y son las diez de la mañana

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Tengo un dolor de cabeza terrible, miro el reloj y son las diez de la mañana. Me levanto mirando las enormes ojeras que tengo frente al espejo.

<<Menuda noche>>

Suspiro y me dirijo al baño, sentada en el inodoro comienzo a recordar y pequeños momentos llegan a mi mente. Todo es muy confuso así que decido llamar a Lía a ver qué me cuenta.

Cojo mi celular y lo prendo lo primero que llega a mis ojos es un vídeo, un vídeo mío en ropa interior. ¡DIOS MIO! ¡UN VIDEO MIO EN ROPA INTERIOR!

Cuando al fin notó la gravedad del asunto doy clip en el vídeo y comienzo a verlo. Madre mía y eso cuando sucedió.

Soy yo bajando las escaleras, prácticamente haciendo un desfile de bragas. Todos me miran y comentan. Detrás de mí está Adriel.

¿Qué mierda tiene que ver el con esto?

Está intentando detenerme y lo golpeó, madre mía qué derecha tengo. No les miento, me reí al ver eso, pero no tiene ni puta gracia. ¿Qué estaba pensando? Definitivamente no lo estaba haciendo.

El vídeo se corta cuando Lía me tapa con un abrigo.

Hundo la cabeza entre mis manos. Cojo fuerza y terminó de alistarme lo más rápido posible.

—Buenos días princesa.—saluda Margaret desde la cocina.

—Buen día.—le saludo sin mirarla dirigiéndome a la puerta.

—¿No desayunáras? —niego.

—Estaré en casa de Lía.—cierro la puerta.

Vuelo el camino y ya estoy tocando la puerta.

—Buenos dias Ailena.—comenta la madre de mi amiga.

—Hola, ¿Lia está?—asiente.

Subo hacia su habitación como ya era de costumbre. Atravieso la puerta sin tocarla. Está dormida así que le jalo las colchas y le abro las cortinas.

—¡Qué mierda haces!—me grita acomodándose en la cama.

—¿Qué pasó anoche?—voy directo al tema.

—Te diste buena pegada con el alcohol.—responde.

—¿Sabes que hay un vídeo mío en ropa interior en las redes?—comento frustrada.

—Se les olvidará en unos días, no te preocupes por eso.—dice mientras bosteza.

—Estas de coña.—me dejo caer en la cama.

—Por cierto, ¿tu qué hacías en ropa interior en el cuarto de Adriel?—me pregunta y no tengo ni idea.

—¿Acaso crees que recuerdo algo?—suspiro.—¿Y tú cómo sabes que estaba en su habitación?

—Porque bajaste las escaleras y él te siguió así que supongo que estaban juntos.—alza los hombros. —¡No te lo habrás tirado!

—No digas estupideces. —niego rotundamente a lo que ha dicho, aunque no estoy muy segura.

—No puedes saberlo, no recuerdas nada.—insiste.—Tal vez te tiraste al vecino y no recuerdas si la tiene grande. —hace puchero.—Yo quería saberlo.

—¡Callate!—le grité para poder concentrarme y ver si podía recordar algo pero se me hace imposible, es un gran vacío.—Me voy.

—¿A donde vas?, acabas de llegar.—se acurruca entre sus colchas nuevamente.

—A casa de los vecinos, necesito saber porqué estábamos juntos y yo en esas condiciones.—le explico.

—¿Quieres que vaya contigo?—niego.

—Sigue durmiendo, yo me encargo.—le doy un beso en la frente y salgo.

Al brincar la acera Samael está en el jardín y la puerta abierta. Ni siquiera lo saludo y entro en busca del idiota.

—¡Adriel!—grito desde la parte baja.

—¿Qué haces aquí?—pregunta de forma amenazante la chica que ni se el nombre aún.

—¿Adriel está?—pregunto mirándola de la misma forma.

—No puedes venir aquí pasar sin que nadie te lo permita y gritar.—dice acercándose un poco.

—Eso no es tu asunto, además no vengo a verte a ti. —Samael aparece y interrumpe nuestra no tan amigable conversación.

—Mi hermano no está.—me informa este algo incómodo.

—Pues dile a tu hermano que tengo que verlo.—dejo claro eso y me voy.

Tarde o temprano lo veré y me explicará todo, ya que es el único que puede saber lo que ha sucedido anoche

Al llegar a casa tuve la obligación de ayudar a Margaret con una tarta, ya que quiere exactamente eso de postre hoy. No me molesta ayudarla solo que hoy es uno de esos días en lo que prefiero estar sola. Al rededor de unos treinta minutos subí a mi habitación, debía darme una ducha ya que estaba embarrada de harina y otros ingredientes.

Cojo mi pijama de corazones y entro al baño. Después de darme una buena ducha salgo para recostarme un rato.

—¿No perderás las malas mañas?—pregunto alzando una ceja y cruzándome de brazos.

—¿Me buscabas?—cometa tranquilamente sin intenciones de responder mi pregunta.

—¿Qué rayos hacía media desnuda contigo en tu habitación?

—Pues..

—¿Nos acostamos?—lo interrumpo, necesito saberlo.

El sonríe maliciosamente y se acerca un poco a mi.

—¿No recuerdas nada?—pregunta con un brillo no antes visto en sus ojos.

—Es obvio que no recuerdo, sino no estaría aquí hablando contigo.—comento irónicamente.

—Pues si, nos acostamos.—temía que dijera eso pero ahora que lo ha dicho estoy enfadada conmigo misma por no recordar si fue un buen polvo.

—Podemos repetirlo aquí, ahora mismo, ya que te noto deseosa de saber qué tan bien follo.—me acaba de leer la mente o qué.

—No quiero gracias, puedes retirarte.—esquivo su mirada ya que no tengo ganas de mirarlo, si me ha dado algo de vergüenza.

—Bueno, es tu problema si por pena dejaras pasar esta oportunidad. —sonríe. —No te avergüences no sería la primera vez que te viera en ropa interior.—niego.

—No tienes remedio, eres un imbécil nivel dios. —le doy la vuelta y me acomodo en la cama.—¡Largate y apaga la luz!

—Esta bien chica galleta.—me mira por última vez de arriba a bajo.—Te queda bien los corazones.—sonríe en forma de burla para después brincar por la ventana.

Ni apagar la luz pudo el muy idiota. Me levanto enojada, apagó la luz y vuelvo a la cama.

No puedo creer que me he acostado con el vecino. ¡Maldito alcohol! ¡Maldita peda! ¡Maldito Adriel!

Lía no dejará de hablar del tema en semanas y ni hablar de los de la escuela, recuerdo el vídeo y solo puedo hundir la cabeza contra la almohada y gritar.

¡Maldita vida de mierda!

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora