Capítulo 1.

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—¡Diablos!—grito en medio del turno de historia, me había quedado dormida y el profesor me despertó dando un fuerte golpe en la mesa

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—¡Diablos!—grito en medio del turno de historia, me había quedado dormida y el profesor me despertó dando un fuerte golpe en la mesa.

—Se duerme en mi clase y tiene un mal vocabulario jovencita. —dice este moviendo su gran bigote, es algo que me da risa y simplemente me río en su cara.—¿A porque le da gracia? Bien no entra más a mi turno de clases hasta que no venga con sus padres.

No le respondo simplemente me limito a mirarlo con cara de fastidio.

Unos minutos después sonó la campana y por fin había terminado mi tortura, estuve batallando para no volver a dormirme y aumentar su odio hacia a mí. Nunca me ha gustado la historia, para mí es mucho cuento.

¿A caso ellos estuvieron en las guerras o vieron que todos los sucesos que comentan son reales?

Todo es puro cuento, mentiras y más mentiras.

Recojo mis cosas y paso por delante del señor Bernardo y él me mira con mala cara.

—No te soporta.—comenta Lía a mi costado.

—No necesito que lo haga, yo tampoco me lo tragó.—contesto a mi mejor amiga mientras salimos de la institución y caminamos a casa.

Lia ha estado siempre para mí, desde pequeñas, cuando la familia Edevane me adoptó fue la primera carita que vi al llegar, somos vecinas de toda la vida. Nunca nos separamos a pesar de las peleas y discusiones que hemos tenido.

—¿Sabes que hoy se mudan los nuevos?—me comenta.

—Si, eso oí decir a mi madre. —dije sin el mínimo interés.

—¿Serán guapos?—me pregunta como si yo supiera la respuesta.

—Sabra dios.—levanté mis hombros.

—¡No es justo!—chilla dramáticamente.

—¿Qué no es justo?—pregunto con naturalidad ya estoy acostumbrada a sus ataques de drama.

—Que tú los vas a tener más cerca que yo.—dice haciendo un puchero y cruzándose de brazos.

—No seas tonta, tu los tienes al frente y yo al lado, es lo mismo.—le respondo mientras por poco me mato porque tropecé.

Lia no ha parado de reírse de mi por tropezar, ella es tan tonta y yo tan torpe. Hacemos un equipo fantástico.

Al llegar podemos ver un gran camión, deben ser los nuevos.

—Estoy nerviosa.—dice la rubia a mi lado.

—Deja la bobera seguro son dos ogros de feos.—digo a lo que tengo que tragarme mis propias palabras.

Uno de ellos está cargando una caja nos mira y mueve su mano en forma de gesto.

—Me dices cómo se respira.—susurra Lía con una sonrisa devolviendo el saludo.

—No es para tanto.—digo imitando su acción.

Después de eso ella brincó la acera y yo me dirigí a mi casa. Justo antes de entrar mire hacia el ventanal que da a mi cuarto por puro impulso, sabes esa sensación como que te están mirando y tu vista se va sola, así paso. Había una sombra que al yo mirar desapareció detrás de las cortinas.

Me causó intriga pero tampoco le di mucha importancia.

—Buenas tardes.—saludé al entrar y ver a Margaret.

Ella es lo más parecido que tengo a una madre, los primeros 6 años de mi vida me crié en un horfanato, luego Margaret y Federico me adoptaron y aquí estoy. Han sido lo mejor que me ha pasado en la vida. A pesar de llegar muy pequeña no me acostumbré nunca a decirles mamá y papá, era muy joven pero entendía que mis verdaderos padres no me quisieron, que no signifiqué nada para ellos y pues me juré a mi misma no decirle eso a nadie en mi vida.

—Hola princesa.—me saluda dándome un beso en la frente. —¿Qué tal tu día?

—Bien, bueno...—me acordé de lo dicho por señor bigotes.—De hecho el profesor de historia me ha pillado dormida en clases.

—Y tengo que ir a la escuela.—dice terminando la frase por mi.

—Exacto.—dije bajando la cabeza, de verdad no me gusta darles problemas.

—No te preocupes yo me encargo.—me dice levantándose y caminando a la cocina.—Ven te tengo una sorpresa.

Camino atrás de ella por el pasillo. Al llegar a la cocina puedo ver dos grandes bandejas llenas de galletas con chispitas de chocolate. No pude evitarlo y mi cara dejó salir una gran sonrisa, sabe lo que me gusta.

—Gracias.—digo abrazándola.

—No te las tragues todas, deja a Fede y a los nuevos vecinos, para que más tardes les des la bienvenida.—expresó dándose la vuelta.

—¿Tengo que ir yo?—digo haciendo una mueca.

—Son muy guapos y hay uno de tu edad, quién sabe si ahí está tu futuro novio.—dice sonriendo.

—Vale pero después no te estés quejando.—bromeo.

Después de darme buena atragantada de galletas fue a darme una ducha y a ponerme bonita para visitar a los vecinos.

Nomás entro a mi cuarto, puedo ver a través de mi ventana a un chico alto, está sin camisa dejando ver su figura bien definida, y de su boca sale un humo que se pierde en el aire. Miro su mano y puedo notar el cigarrillo. Esta perdido mirando al cielo y apenas nota mi presencia después de unos segundos.

Su mirada, es totalmente inexplicable, es tan penetrante, profunda y atrayente. Me quedo como boba mirándolo y el a mi, se da la última colada del cigarrillo y lo bota aún mirándome. Hace una mueca suelta el humo y cierra la ventana.

No se que acaba de pasar, solamente sé que él es jodidamente sexy.

Voy a alistarme para hacer lo que Margaret me pidió.

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora