Capítulo 27.

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—Ailena suelta eso

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—Ailena suelta eso.—me dice Lucifer.

—Lo siento pero debo cumplir la profecía.—digo acercando la daga.

—¡Ailena!—grita Adriel atrayendo mi atención hacia el.—Somos nosotros, miranos.

Los miro a todos y solo puedo ver a unos demonios con los ojos rojos dispuestos a atacarme si no cambio de opinión.

—Deben morir, así está escrito.—terminando de mencionar eso y me lanzo directamente a su corazón encajando la daga en él.

Los ojos de Adriel comienzan a tornarse oscuros y van dejando salir de ellos toda gota de vida.

—Ahhh.—dejo salir un grito.

—¿Estas bien?—me comenta Adriel despertándose por el grito.

Ha sido una pesadilla, se veía tan real.

—Estaba soñando que...

—Sea lo que fuera es solo una pesadilla preciosa. —este me arrecuesta a él.

—Pero...

Me besa cortando cualquier palabra que fuera a mencionar. El beso es intenso con cada gesto en él. Me detengo y nuestros ojos hacen contacto, no mucho solo fueron unos segundos luego volví a besarlo. Nuestros labios encajan perfectamente,  su lengua se abre paso entre mi boca y yo me subo a horcajadas sobre él aún manteniendo el beso. Puedo sentir su paquete mientras se pone duro.

Joder ya quiero sentirlo dentro de mi.

—Adriel.—susurro en su oído.

Sus manos tienen vida propia y no se están quietas. Me está manoseando como le da la gana.

—Quiero que te toques para mí.—susurra dejando unos besos en mi cuello.

Me aparta de arriba de él en un segundo, es increíble la fuerza que tiene. Se pone de pie mientras se retira el bóxer, puedo ver con claridad todo su miembro erecto. Me muerdo los labios.

—Desnudate para mi.—ordena.

Acato sus órdenes y me retiro la ropa. Me vuelvo a acostar abriendo mis piernas para el. Su mano baja hacia su pene y comienza a hacer un pequeño movimiento, hacia delante y atrás. Me llevo un dedo a mi boca de forma provocativa y los mojo de ahí bajo hacia mi vulva y acaricio suavemente mi clítoris.

Veo que esto lo afecta y sonrío pícaramente.

—Ven.—esta vez soy yo la que doy la orden. El baja a mi zona y diosssss que lengua.

Me estremezco de placer y dejo salir unos gemidos, el sonríe y me mira. Veo que vuelve a lo suyo mientras yo por puro instinto comienzo a acariciar mis senos.

De buenas a primeras me jala hacia él y me carga.

—No te voy a pedir permiso para penetrarte.—admite.—Lo haré ahora porque me da la gana.

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora