Capítulo 2.

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Y como bien dije, me aliste y fui hasta la cocina, para pedirle a Margaret las galletas, ella me las dio, no sin antes darme una advertencia de que vaya con cuidado

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Y como bien dije, me aliste y fui hasta la cocina, para pedirle a Margaret las galletas, ella me las dio, no sin antes darme una advertencia de que vaya con cuidado.

¿Cuidado de qué? Están alado. En fin, al llegar a la casa de los vecinos, toco timbre y espero a ser atendida, coloco mi mejor cara y mastico el chicle que llevo en la boca.

La puerta es abierta, pero por ella no se ve al chico de la ventana, sino qué al chico que nos saludó hoy cuando llegábamos del colegio, este me sonríe.

-Eres nuestra vecina, ¿no?-dice y asiento.

-La misma, ten.-le doy las galletas.-Las manda Margaret para ustedes como bienvenida.

Él mira las galletas y sonríe.

-Oh, que amable de su parte, ¿quieres pasar?-pregunta.

Iba a negarme pero enseguida que él pregunta eso, oímos unas voces que provienen desde adentro.

-Samael, ¿quién es?-pregunta una voz potente, haciendo que cada vello de mi cuerpo se erizara, no sé por qué.

-Es la vecina, nos ha traído galletas.-dice mirándome y asiento.

-Qué se las lleve, ¿qué te he dicho de aceptar cosas de extraños?-frunzo el seño.

-Pero..-este es interrumpido.

-Pero nada, obedece.-este suspira y me pasa nuevamente las galletas.

-No, son para ti, dile al capullo que no sea tan aguafiestas, no gastaría mi tiempo en hacer algo contra alguien que no conozco.-le paso las galletas.

La puerta es abierta en su totalidad y allí aparece ese chico, con el seño fruncido, mirándome como si fuese su peor enemigo, sólo dije la verdad

-He dicho que te las lleves.-habla con la voz ronca.

Quedo unos segundos viéndolo, qué quizás fueron muy largos por que empezaron a verme raro.

-Y yo he dicho que las traje para él.-digo de igual manera.

-No queremos de tú caridad, y mucho menos tus galletas.-habla una chica apareciendo por atrás de ellos.

¿Y a esta quién la invitó? No traje para ella las galletas.

-No te lo pregunté linda.-le sonrío falsamente.-Igual tranquila, no son para ti.

Miro a quién ahora sé que se llama Samael, un nombre particular, creo que nunca antes lo había oído.

-Disfrútalas Samael.-le sonrío ya un tanto más sincera y doy vuelta para volver a mi casa.

-Espera.-grita y giro para mirarlo.-¿Cómo te llamas?

-Ailena.-digo y sigo mi camino.

Al llegar a mi casa mi madre me interrogó sobre los nuevos vecinos, ¿qué le pude decir? Casi nada, sólo que uno solo es simpático, los otros dos pareciera que desayunan limón y vinagre.

Luego de una cena muy amena con mi familia, dónde hablamos de temas al azar, y reímos mucho, como de costumbre, ayudé a Margaret a lavar todo lo que habíamos ensuciado.

Ella se negó un buen tiempo, pero cómo ya debe de saberlo, no puede ganarme a mi, si ella es terca, yo lo soy el doble.

-Cariño, no hace falta que hagas esto, de verdad puedo hacerlo sola.-dice por octava vez, si, las he contado.

-Ya te he dicho, voy a ayudarte y después voy a la cama, ¿sí?-termina asintiendo.

Lavamos todo muy rápido, ya que estamos dos, una lava y la otra enjuaga, en menos de quince minutos teníamos todo listo.

Me despedí de ambos y subí a mi habitación, la cortina aún seguía abierta, la luz de la luna entraba por ella, es una de las cosas que más amo de esta habitación. Aquí la luna llega en su máximo esplendor.

Me quité la ropa que llevaba y me coloqué mi pijama, me senté frente a la ventana para poder dibujar la luna de esta noche.

Cojo un lápiz primariamente y hago todo el contorno, todos los detalles.

-Nunca quedará tal cuál lo ves.-dice una voz haciendo que me sobresalte y el lápiz se me corra, haciendo cualquier cosa.

Levanto la mirada y allí está el individuo responsable de lo que acaba de pasar, rueda los ojos.

-¿Además de capullo, también eres metiche?-le digo y busco el borrador para arreglar lo que hice.

-Sólo dije la verdad.-vuelvo a levantar la mirada.

-La verdad es relativa, tú verdad no es la misma que la mía, así que evita decirla.-expulsa el humo.

No me había dado cuenta de que estaba fumando hasta ahí, este quiere morir antes de tiempo.

Suspiro y vuelvo mi vista a la luna, queriendo recordar cada detalle de ella, lo plasmo poco a poco en la hoja que estoy usando para dibujar.

-Nos vemos chica galletas.-dice y cierra su ventana.

¿Chica galletas? ¿En serio? Que poco original.

Ya un tanto frustrada por ver que en el dibujo no se muestra lo que yo quiero ver, dejo de lado la hoja y me dispongo solo y únicamente a ver yo con mis propios ojos su belleza. Una que tantas veces me cautivó, ¿a quién no? La luna tiene ese poder, siempre estás buscándola, ya sea para poder apreciarla o para sacarle una foto.

Un sonido en el jardín de alado hace que pierda la mirada en la luna, frunzo el seño e intento buscar de que se trata ese sonido.

Allí en la cerca que divide nuestros jardines se encuentra Samael mirando hacia mi ventana.

-¿Que haces?-le pregunto, este me sonríe.

-Quería decirte que me han encantado tus galletas.-asiento con el seño fruncido.

-No las he hecho yo, pero gracias, ¿no podías esperar a mañana?-le pregunto un tanto confundida.

-Si, pero para mañana no va a ser lo mismo, por que la acción sería fingida, ahora estoy siendo sincero, porque recién las he probado, ¿que gracia sería decirte mañana, si no voy a recordar a que saben?-pestañeo intentando asimilar lo que ha dicho.

-Tienes un buen punto allí, entonces, me alegro que te hayan gustado.-le digo.

-Descansa, Ailena.

-Igualmente, Samael.-el se despide con un gesto de la mano y desaparece por donde vino.

Que familia rara, está el chico misterioso que solo sabe hablarte grotescamente, la chica que nadie invita pero se mete en todo, que por cierto, también es grotesca, y por último, un chico sumamente agradable que no encaja en nada allí.

Va, igual tanto no me importa, voy a intentar estar lo más lejos posible de ellos.

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora