Capítulo 11.

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Asistir a la escuela es una mierda, después de tanto tiempo volver a clases es agotador

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Asistir a la escuela es una mierda, después de tanto tiempo volver a clases es agotador. ¿No abría una forma más fácil de hacer el encargo? ¿Por qué diablos tiene que ser esta?

Es aburrido y pierdo mi tiempo, en estos momentos podría estar haciendo cualquier cosa, sin embargo, estoy caminando en dirección a un aula. "Literatura"

¿Qué me mostrarán ahí que ya no sepa?

Entro a la clase y me siento en mi respectiva silla. ¿Profesor nuevo? Pienso al ver a un hombre que no había visto antes.

—Buenas tardes estudiantes.—saluda este y como es de costumbre no le devuelvo el saludo.—Mi nombre es Eflucir seré su nuevo maestro de literatura.

¿Eflucir? ¿Por qué me parece muy llamativo ese nombre y su compostura, su rostro, no lo sé me resulta conocido?

La clase tránsito normal, algo aburrida la verdad al parecer este se graduó los otros días porque como profesor no tiene ni la más mínima experiencia. Agradezco al mismo satanás porque la clase había terminado y ya podía irme a casa. Recojo mi libreta totalmente en blanco porque no copio ni pienso copiar nada.

—¡Adriel!—exclaman mi nombre y me giro antes de salir por la puerta.—Quedate un momento.

—Anja.—comento secamente regresando a donde está el profesor.

—Soy yo.—balbucea y enseguida caigo.

—¿Qué haces aquí?—pregunto confundido.—¿Profesor, enserio?

—Necesitaba estar cerca y supervisarlos y por lo de profesor era lo primero que se me ocurrió, buena tapadera y fácil de adquirir un puesto.

—¿Qué le hiciste al otro profesor?—interrogo pero ya me imaginaba alguna de las cosas que pudo hacerle.

—Digamos que se tomó unas vacaciones para siempre.—sonríe ampliamente y me toca el hombro.—Vamos a casa.

—¿Vivirás con nosotros?—creo que es una mala idea así que trataré de evitarlo aunque no creo poder hacerlo.— Me parece una idea mala, estarás muy cerca y llamaras la atención.

— ¡No te estoy pidiendo permiso!—exclama y comienza a caminar. —¿Cómo se ha comportado Belia?

—Bien, supongo.—realmente no lo sé, no estoy vigilandola todo el tiempo.—Si te refieres a si no le ha hecho daño, entonces bien.

—Muy bien, no quiero que le toquen ni un pelo.—ordena y seguimos avanzando.

Al llegar a la casa todo fue una total locura, nadie lo esperaba.

—Te juro que me pareciste conocido pero nunca imaginé que realmente fueras tú. —comenta Samael.

—Te extrañaba.—esta vez habla Belia y le brillan los ojos, siempre ha tenido algún tipo de obsesión con él.

—Muy adecuado tu nombre "Eflucir".—bromea Samael y para ser sincero si tiene algo de gracia, es muy creativo.

—Voy a mi habitación.—me despido y los dejo atrás mientras subo las escaleras.

Mi habitación, realmente la siento tan mía. Prendo el cigarrillo apenas entro a ella, tenía tantas ganas de hacerlo. Cómo es costumbre abro la ventana y miro hacia fuera. Muchos pensarán que lo hago por la vecina, realmente ella no me importa, lo hago porque me siento libre aún estando encerrado en estas cuatro paredes, es tan liberador expulsar el humo mientras el aire entra por la ventana.

—¿Eres un capullo?—me gritan desde la otra ventana.

No respondo solo observó, Ailena está gritándome desde su ventana, está furiosa y no entiendo el por qué. ¡Que le den! No voy a responderle eso la enfadará aún más.

—Te estoy hablando.—insiste.

—¿No ves que te estoy ignorando?—respiro profundo al ver caído en su trampa.

—Pues he recordado, eres un idiota.—se cruza de brazos.

—¿Qué has recordado Ailena?—hablo con fastidio ya que no tengo ganas de escuchar sus chillidos y realmente está muy brava puedo sentirlo.

—¡No nos acostamos eres un capullo de las narices y un gran mentiroso!—me tira lo primero que ve y cae al jardín.—¡Mierda he tirado mi sujetador!—chilla por la estupidez que acaba de cometer.

—Pues si has recordado debes saber que te he librado de una.—comento tranquilamente mientras prendo otro cigarrillo aquel no me lo disfruté como quería.

Ella no responde solo gruñe y cierra la ventana, deja caer la cortina tapando mi visualización hacia ella. Eso fue miedo, no sabe pedir perdón, es tan dura y cabezota que no es capaz de decir un simple gracias. Pero realmente no me importa, no necesito que me agradezca ni me haga sentir un héroe porque no lo soy. No soy el bueno en esta historia que vivimos diariamente, ni mucho menos quiero serlo.

El bueno siempre tiene debilidades que personas como yo nos aprovechamos de ellas, no es bueno ser bueno y valga la redundancia. Mientras más hijo de puta seas mejor te irá. No pienso ser débil nunca, no le daré la oportunidad a nadie de aprovecharse de mi.

—¡Deja de fingir conmigo!—vuelve a gritar la loca de al lado sin yo molestarla, levanta la cortina y vuelve a abrir la ventana.—¡No necesito que me protejas, deja de fingir ser mi amigo porque esa vestimenta de tipo bueno no te la compro!

—Bien, dejaré de fingir ya me estaba cansando de está mierda.—la miro mal, esta vez soy yo quien vota el cigarrillo y cierro la ventana. Después de todo fue Samael quién me pidió que fuera amable y eso no me lleva a ningún lado no pega conmigo.

—No la trates así. —me dice el nuevo integrante de la casa.

—No puedes obligarme a tratarla bien.—me recuesto en la cama.

—Te equivocas. Si puedo.—este me mira y sus ojos pasan de cafés a rojos, ya se lo que significa.

—Eflucir no lo hagas.—hablo pero me salió casi como un ruego.

—Sabes de lo que soy capaz no me desafies, no terminaría nada bien para ti.—vuelve sus ojos a color café y agradezco que no me hiciera gritar de dolor.

—Está bien, no la trataré mal pero no me obligues a ser agradable porque sabes que eso es cosa de Samael.—mascullo.

—Lo se y no te lo he pedido. —comenta dejando mi habitación.

Ahora es que apenas esto comienza, su llegada me demuestra que nada volverá a ser como antes, tendremos sus ojos encima, no podemos equivocarnos él nos destrozaría.

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora