Capítulo 28.

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Margaret y Francisco acaban de irse, y yo me encuentro en mi habitación esperando a Lía, dice que tiene una sorpresa para mí

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Margaret y Francisco acaban de irse, y yo me encuentro en mi habitación esperando a Lía, dice que tiene una sorpresa para mí. Eso causa miedo, nunca sus sorpresas son buenas.

Una vez dijo que iba a ser una sorpresa genial para mi cumpleaños, terminamos presas. Desde ese entonces temo a sus sorpresas.

—Entonces, ¿qué otro lugar te gustaría estrenar?—aparece por mi ventana.

—Tú nunca vas a usar la puerta, ¿verdad?—sonrío y el niega.

—Le quita lo divertido.—se acerca a la cama para dejar un beso en mis labios.

Una actitud un tanto dulce de su parte, ya que no fue un beso intenso, fue más uno calmo y corto.

—¿Qué hacías?—se recuesta en mi cama con los brazos atrás de la cabeza.

—Esperaba a Lía, dice que tiene una sorpresa.—arruga la nariz.

—Que horrible son las sorpresas.—asiento.

—Hablando de sorpresas.—juego con los dedos de mi mano.—No nos cuidamos.

—Es verdad. No suele pasarme eso, si quieres puedo ir por las pastillas para el día después mientras tu esperas a tu amiga.—le sonrío apenas.

—Por favor.—esté se levanta.

—Enseguida vuelvo.—asiento y el salta por la ventana.

Yo llego a saltar así y olvídense de mí, pareciera un huevo estrellado contra el suelo.

El sonido del timbre me sobresalta. Resoplo antes de encaminarme hasta la entrada, ¿por qué no solo abrió ella y ya?

Al abrir está ella con una sonrisa y dos chicos, por favor. Que está no sea la sorpresa, sino vaya sorpresa va a llevarse Adriel, no yo.

—Hola hermosura.—deja un beso en mi mejilla e ingresa, atrás de ella entran ellos.

Si, adelante.

—¿Qué es esto, Lía?—digo en cuánto cierro la puerta.

—Tenemos que pasarla bien, hace mucho tiempo que no lo hacemos y encontré a estos dos chicos, sumandole el hecho de que tus padres no están, todo estaba conspirando para que esto pasara.—estos me sonríen.

—¿Podemos hablar un poco? A solas.—esta asiente.

Guío a los chicos hacia el jardín y vuelvo para encarar a Lía, me cruzo de brazos.

—¿Estás loca?

—¿Qué tiene de malo? Son lindos, estamos solteras, casa sola.

—No son mi tipo, ninguno de ellos y lo sabes. ¿Viste como sonreían?—digo haciendo énfasis en lo último.

—Ailena, por el amor de dios, deja de lado un día tus prejuicios hacia los chicos buenos, está bien, no folles pero permítete conocer a uno y solo pasar un buen rato.—la señalo con el dedo.

Alas grises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora