capítulo 2

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Ya era sábado, y estaba tirada en mi cama escuchando los argumentos de victoria de porque tenía que acompañarla esta noche a una discoteca que estaba cerca de la playa, aunque ella sabe que a mí no me hace una especial ilusión ir a discotecas, pero ella sigue insistiendo.

Porfa ate, solo hoy, solo acompáñame hoy para que seas que es estar en una discoteca porfa cuando quieras nos vamos- me miro con unos ojos de cachorrito que no pude resistirme por desgracia.

Vale -inquirí- pero solo hoy y cuando quiera nos vamos

Y así es como acabe con todo el armario revuelto por culpa de victoria, porque quería encontrarme un look perfecto o eso decía ella, pero no contó de que en mi armario solo hay sudaderas anchas, algún que otro jersey y pantalones largos, ya que no me gusta ponerme cosas muy cortas o pegadas.

Así que al final quedé obligada a ponerme un pantalón negro de tallo alto y un jersey que ni sabía que tenía de color rojo, tenía un pequeño escote en forma de uve, me maquillé lo justo para tapar mis ojeras, ya que me daba mucha pereza hacerme el eyeliner, o alguna sombra de ojos elaborada como victoria.

Salimos de casa sobre las once y media porque la discoteca abría sobre las doce y entre que llegábamos y tal ya serian casi la una, al llegar estaba toda llena de personas borrachas y sudorosas, bailando, cantando o simplemente bailando tan pegados que casi se podrían quedar embarazadas, quito esa horrorosa imagen de cabeza y mi amiga me arrastra hasta la barra para pedir alguna bebida, de un momento a otro me perdí no encontraba a mi amiga y por muchas llamadas que le hice nunca las llegó a coger, empezaba a notar ese sudor frío que tanto conocía, el hormigueo en las palmas de las manos, la falta de aire en mis pulmones y cuando creí que iba a derrumbarme alguien me agarra del brazo y me lleva fuera de la discoteca, estaba tan abrumada por el pánico que no sabía quién me agarraba del brazo ni por qué, pero sentí un gran alivio.

En el momento que noté esa brisa fría tan refrescante que me ayudaba a respirar aunque aún me costaba demasiado. Intentaba hacer un ejercicio de respiración como me enseñaron, pero no podía simplemente no podía y notaba como mis palmas ardían de la presión tan fuerte que hacían mis uñas sobre las palmas de mis manos cuando siento como alguien me agarra las manos y me levanta la cabeza

Ojos peculiares...

Atena mírame, mírame por favor- me miraba con esos ojos que tanto me gustaban y que tanta paz me transmitía por alguna extraña razón

No puedo, no puedo respirar- admití balbuceando por culpa de la falta de aire

Tú eres fuerte puedes con esto, tú eres más grande que el miedo- sus ojos irradiaban preocupación, pero a la vez tranquilidad, que me consiguió calmar, inconscientemente acabé apoyada en su pecho

Demasiado agotada, cuando fui consciente de que había pasado me separé del él, ninguno decía nada empecé a caminar hacia el sitio que más calma me daba, la playa, la arena, el sonido de las olas al romperse, sabía que Luca me estaba siguiendo no dije nada porque en el fondo sabía que estaba a gusto con él y eso no suele pasarme con otras personas.

No quiero que me preguntes sobre lo que acaba de pasar- dije mirando fijamente el mar, él tardó unos segundos en responder como si estuviera pensando bien sus palabras sobre el que decir y como decirlo.

No te iba a preguntar, porque sé que no ibas a querer contármelo, eres una persona predecible no mucho, pero lo eres, no te conozco de mucho, pero ver lo ocurrido ahora sé que tienes ataques de pánico, - admitió tranquilamente mientras miraba al mismo punto que yo - sé que son muy dolorosas un amigo mío los sufría y también sé que eso no es lo único que te pasa no sé la razón, pero sé que esos ataques de pánico no solo son eso sé que son muchas más cosas.

En este punto de la conversación yo ya tenía toda mi atención sobre sus palabras y estaba aterrada de que él también lo supiera todo esto, nadie lo sabía, era uno de los tantos secretos que abarcaba mi ser

Era como si por fin alguien me entendía, y no me juzgaba.

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora