capítulo 30

4 1 0
                                    

Atenea

Después de quedarnos un rato abrazados su madre nos dijo que ya estaba la cena lista, era un gran reto para mi comer, y más aún delante de gente que no conocía. Me senté en la mesa y ya estaba su padre y su madre solo faltábamos nosotros allí.

El principio de la cena fue bastante incómodo ya que nadie hablaba, hasta que su padre decidió romper el hielo.

Bueno Atenea, ¿qué te gustaría estudiar? - dejé el vaso de agua sobre la mesa para poder responder a su duda cordialmente

Pues sinceramente, aun no lo sé señor, estoy un poco perdida aún- le dije sinceramente.

No te preocupes aún sois muy jóvenes, está claro que siempre está bien tener las cosas claras, pero si tarde un poco más no pasa nada, está bien ir a lo seguro y tomar una buena decisión. - vero asintió para reafirmar ¿a su marido?, en realidad no sabía que tipo de relación tenían no me quería meter.

sin embargo, Luca observaba a su padre con una mirada más gélida que hielo, no se mostraba prácticamente nada de sentimiento o eso es, lo que al menos quería aparentar.

  De vez en cuando vero miraba mi plato ya que aún estaba bastante completo, yo le aclaré que lo sentía mucho, pero tenía molestia en el estómago. No podía decirle otra cosa, no quiero que piense cosas sobre mí, o que me trate diferente, simplemente no quiero que más gente se preocupe por mí.

Acabamos la cena en poco tiempo, ya que enseguida Luca se levantó de la mesa, dijo que nos teníamos que ir ya.
Simplemente le seguí la corriente y ya. Fuimos hacía su dormitorio nuevamente para calzarnos, a lo que yo cí en cuenta que mi ropa seguía mojada.

Oye, mi ropa aún está mojada- le mostré la ropa para que viera que lógicamente era verdad.

Sacó una sudadera color verde bosque, una mezcla entre un verde oscuro con unas pequeñas motitas de claro, me la tendió. - un día por ti otro por mí, ya me devolverás el pijama tampoco lo uso mucho – salimos de la estancia, estaban sus padres en el salón para despedirnos, le di un abrazo cordial a su padre y él lo recibió gustosamente, finalmente su madre me abrazó un poco más fuerte, y me susurró solo para que pudiéramos oírlo nosotras- gracias, hace mucho que no le veo reír así con nadie- me quedé algo confundida no sabía cómo tomarme esas palabras, no podía evitar sentir una gran responsabilidad , aunque no quisiera lo era y más con las palabras que me había dedicado su madre.

Cundo salíamos del vestíbulo una corriente de aire revolisqueó mi cabello, hacía una temperatura fría, pero soportable. Los vidrios de los vehículos estaban empañados de la húmeda noche.

Este tiempo me gustaba mucho, era tarde, no quedaba nadie por las calles. Los únicos ruidos que podíamos llegar a escuchar era el eco de nuestros propios pasos y el sonido de las hojas chocando entre sí, me llevé una sorpresa cuando noté que no nos dirigíamos hacía mi casa, sino que me llevaba a un pequeño parque desierto, donde simplemente había dos columpios además de un largo tobogán de tirabuzón.

Él se posicionó en uno y yo en el otro- ¿por qué me has traído aquí? - le pregunté mientras me balanceaba.

Miró hacía arriba dejando ver su marcado mentón- venía aquí con mi hermana, le encantaba este parque, aunque nunca lo entendí es bastante cutre, cuando se lo decía se enfadaba, bueno le decía que era feo- una sonrisa amarga se le escapó de sus labios.

Bueno tiene su encanto, todo lo tiene- dejé escapar las palabras con el fin de que se las llevará el aire, y se las pudiera llevar a Hada.

Nos quedamos en silencio, cada uno en su mundo, en su realidad, había cosas que aún no entendía de él. N o sabía por qué me llevaba a sitios como este tan personales, tan únicos.

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora