Capítulo 21

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Siempre pensé que era diferente, que era un bicho raro, pero, en el fondo de mi corazón, esperaba que algún día todo cambiase, que toda la oscuridad que había dentro de mí fuese iluminada por un rayo de luz que me ayudara a recuperar la fe en mí misma. Pero nunca llegaba, hace mucho que deje de esperar.

Ahora solo contemplo el techo de mi habitación mientras mi vida pasa por mi mente como si de una película de terror se tratase, viendo cada momento en el que me hicieron daño, en cada momento que tuve que sacar una sonrisa de donde no podía sacarla.

Y ahora, ahora que estaba tan controlada, me rompía más ver a mi madre, ver como la estaba destruyendo, ver que le estoy quitando la vida.

—¿Atenea, cariño estás despierta?-me llamó dulcemente mi madre.

—si mamá, ¿por?-pregunté con curiosidad.

—ha venido tu amigo Luca a verte, no tardes en salir-al notar que no conteste me volvió a llamar - ¿Atenea me has escuchado?

—me costó unos segundos en responder hasta que tomé el aire suficiente para hacerlo-si mamá, ya voy.

Me levanté con sumo cuidado de la cama, ya que aún me mareo al hacer movimientos bruscos, me puse una sudadera encima de la camiseta de pijama y fui hacia el salón.
Al llegar me encontré a Luca y mi madre sentados en la mesa desayunando, no llegué a escuchar de que estaban hablando porque en cuanto me vieron, se callaron.

—buenos días, hija, tengo aquí tu desayuno.

—no, no hace falta mamá, no tengo hambre-dije con pereza, a lo que ella muy indignada dijo

— no era una pregunta Atenea-me miró como si hubiera hecho algo horrible - chicos me tengo que ir a trabajar, Luca cuidará de ti - me comentó como que no quiere la cosa-nos vemos por  la noche adiós.

Antes de que pudiera decir nada se esfumó, dejando un incómodo silencio entre Luca y yo.

—¿vas a desayunar hoy o mañana?-dijo mirando mi plato y después A mí.
—nunca-respondí con firmeza.

—claro que lo harás, por las buenas o por las malas, tengo todo el día.

Enarqué una ceja y crucé mis brazos a modo de burla-¿sabes que esta es mi casa y que te puedo echar, verdad?

— me gustaría ver como lo intentas

No voy a negar las ganas que tenía de borrar esa estúpida sonrisa que le adornaba la cara, pero tenía razón, no iba a poder sacarlo de aquí.

Me agarró de la mano y me sentó una silla.
—venga, solo la mitad del plato no es tanto— me miró a los ojos a modo de súplica

—vale-me comí el plato lo más rápido que pude y bebiendo mucha, muchísima agua.

—ya está, me lo he comido todo, me voy un momento a mi habitación-dije con prisa.

Él me mira con cara de tristeza-no te importará que te acompañe, ¿verdad?.
Me giré hacia él con cara de susto

—sí, sí que me importa, déjame sola.

—¿para qué?, para que vayas al baño a vomitar o para que vayas a tu habitación para matarte haciendo ejercicio y así bajar las calorías, venga dime— bramó con fuerza.

El sonido de la bofetada que le di resonó por toda la estancia.

— no te metas en mi vida, te lo advierto— dije gritando, a lo que él ni se inmutó
— me da igual que intentes echarme de tu vida, me voy a quedar aquí, pero eso no te entra en tu estúpida cabeza, me da igual que me des cien bofetadas más, porque voy a seguir aquí junto a ti.

— yo no te lo pedí, nunca, nunca, te pedí que hicieras nada por mí— mis palabras salieron más envenenadas imposible con el fin de que se marchara de una vez.

Luca dio unas grandes zancadas hacia mí y me agarró fuertemente mi cara, me mantuvo su penetrante mirada

—dime que me vaya, dime que no quieres que me quede— reuní el poco valor que me quedaba.

— vete, no te quiero ver— esperaba que se marchara, pero, en cambio, se quedó ahí, plantado con su estúpida sonrisa.

— ¿ya has terminado?— moví de arriba abajo mi cabeza a modo de afirmación.

— genial, porque no me importa, ale tira a vestirte que vamos a pasear a yodi.

—ni de coña, contigo, no— rechisté

—que bien que no te estaba preguntando, chica del bus.

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora