capítulo 25

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—¿Entonces hoy vamos al cine?

Estábamos en la mesa de pícnic los amigos de Luca, Luca y yo.

Ash lleva literalmente  quince minutos intentando convencer a sus amigos de salir esta tarde al cine.

—¿pero,  por qué no? Ni que tuvierais más cosas que hacer, dijo con indignación.

—venga, yo me apunto, le apoyó Sofía.

—y yo- estaba claro que Marta iba a aceptar si iba a Sofía, eran muy amigas por lo poco las había visto.

—Así me gusta chicas,  rodeó los hombros de estas haciendo que ambas soltaran quejas.

—Venga yo también, sin mí esto será un asco

solo quedaban dos por responder
Elías y Luca.

—¿vais a venir? —no pude pasar por alto el tono con el que lo dijo Marta, no entiendo el porqué de ese tono hacia ellos dos a ver eran más o menos atractivos y tal, pero… son amigo ¿no?, bueno, eso tampoco me debe de importar a mí.

Elías levantó su mirada del teléfono como si lo hubiera molestado a la pregunta, hizo un asentimiento de cabeza y volvió a pasar la mirada a su teléfono.

Solo Faltaba Luca por responder

—yo no, no puedo tengo que acabar unas cosas para mañana— la cara de Marta cambió por completo, justo cuando iba a hablar el timbre sonó y todos nos fuimos a nuestra clase.

Normalmente, me acompaña Luca a casa, pero hoy no me apetecía, no era que me pasase algo con él, simplemente quería estar sola.

Al llegar a casa me metí en el servicio, agarré lo primero que encontré para curarme las heridas, ya que habían tomado un color amarillo verdoso. Eché suero en ellas de normal a cualquier persona hubiera gritado del dolor, a mí simplemente me cayó una pequeña lágrima y ya no pasó nada, no sentí nada más.

Yo hacía eso para liberarme, para soltar toda la rabia y el dolor tan intenso que sentía en mi interior.

No tenía vendas, ni tiritas, ni nada sanitario para cubrirlos, ya que si mamá lo viera sospecharía, de momento me apaño con celo y papel higiénico.

Me encuentro en frente del espejo y no puedo evitar que mi mirada recaiga sobre mis brazos llenos de papeles y manchas de sangre, no sentía tristeza por hacer eso, simplemente me sentía mal por la situación, que me hagan sentir que no valgo nada, me hacen y me hago sentir así.

Cuando te repiten tanto tiempo lo mismo, al final te la acabas creyendo y opinando eso sobre ti mismo.

Eran sobre las cinco y algo de la tarde estaba tirada en la cama cuando escuché el telefonillo sonar con insistencia, no le tomé mucha importancia hasta que la puerta de mi habitación fue abierta.

—¿ te vas ya mamá?, pregunté sin echar un vistazo a la puerta de mi habitación.

— la verdad es que no, vengo a llevarte a ti.

¿Espera qué?

No podía ser verdad —¿ qué haces aquí Luca?

—Me han obligado a ir al cine así que tú tienes que sufrir conmigo.

—a mí no me han invitado— inquirí con obviedad.

—pero yo a ti sí— eso es lo que cuenta, dijo cerrando la puerta.

A los pocos segundos vuelve a abrir la puerta

—Ah, y tienes  cinco minutos para vestirte y salir, si no te arrastrare hasta el coche en pijama.

Genial

Me vestí con unos pantalones anchos, una sudadera cualquiera y me hice un pequeño recogido con una pinza, intenté probarme otro tipo de ropa, pero me veía horrenda, las piernas muy anchas, me marcaba la barriga con los pantalones, las camisetas me quedaban fatal por culpa de mis brazos anchos, así que la única opción fue esto.

Cuando bajé del edificio vi un coche aparcado enfrente, estaban todos ahí.
No íbamos a caber todos ahí ni de broma, pero no sé cómo lo querían hacer.

El primero en recibirme fue Luca,

— veo que has sido puntual, muy bien —me da unos toques en la cabeza como si fuese una mascota.

El coche era de cinco plazas las cuales estaban todas ocupadas, miré a Luca y entendió el segundo lo que le intenté transmitir.

—Atenea Ponte tú delante con Elías. Y yo me pongo encima de alguno de estos.  Simplemente, sonreí y entré en el coche.

Todo era demasiado incómodo, no lo voy a negar, estará ahí delante en silencio, miras que atrás había una guerra campal, era algo extraño.

Durante el camino intenté distraerme mirando por la ventana, pero sentía que alguien me estaba observando.

Cuando llegamos al cine escogimos una película de miedo, me gustan bastante y cuestan mucho que me asuste, mientras hacían cola los demás para comprar algo para comer yo me quedé en un lado porque no quería nada.

Luca se posicionó al lado mío
—¿no vas a comprar nada para comer dentro?

Me miró con los ojos de extrañeza, pero pareció entender y así sin más se marchó.

Les dije que iba entrando a la sala como excusa para estar un rato a solas, en unos minutos empezó a entrar gente a la sala y con ello los chicos.

Iban todos cargados con palomitas, nachos, golosinas y vasos gigantes de bebida. Parecía que la película iba a durar cuatro horas cuando no llegaba ni a dos.

Yo me puse en mi butaca que justo estaba en el medio, a mi derecha tenía a Luca y a mi izquierda a Elías, no sé cómo lo hacía, pero siempre acababa cerca de él.

Noto como Luca me da unos toquecitos con el dedo, me giro y me entrega una botella de zumo de manzana con una sonrisa.

Era mi favorito…

Me quedé sorprendida porque hacía mucho que no me tomaba una bebida como esta y además su gesto me pareció muy tierno.

Al terminar la película, nos pusimos en marcha, Elías nos iba dejando a cada uno en su casa.

solo quedábamos Marta, Elías, Luca y yo, estamos en un silencio que para ellos sería cómodo, pero para mí no, muy pocas veces estoy cómoda con él y ahora no era uno de esos.

—Buena Atenea tu casa es la siguiente, informó Elías en un tono seco.

—yo bajaré con ella, no hace falta que me lleves a mi casa— me giré hacia él con cara de desconcierto, intentando recibir alguna explicación, pero solo recibí una sonrisa.

Eso me bastó

Algo que no sé me pasó por alto fue la mirada que nos a hecho Elías no sabría cómo definirla, simplemente era muy oscura, muy profunda.

Cuando ya se marcharon con el Coche me atreví a preguntarle.

—Bueno, ¿me vas a decir por qué has bajado conmigo?

—hay veces que no hace falta una explicación o un porqué simplemente ocurre.

No es la respuesta que yo me esperaba, ni siquiera me hago una menor idea de lo que estaba pasando, pero me gustaba, era extraño como nos habíamos conocido, fue algo que sucedió sin haberlo ni imaginado.

—¿ qué tal te lo has pasado hoy en el cine?

No sabía si decirle la verdad o simplemente decir una pequeña mentira para no quedar como una maleducada.

—Bueno… ha sido interesante, hacía mucho que salía con tanta gente.

Ha sonado superconvincente guapa

—ya claro, ¿sabes que eres como un libro abierto? Se puede averiguar fácilmente si mientes.

Y ahí es donde se equivocaba, yo podría ocultar muy bien las cosas y hacer que parezcan otras.

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora