capítulo 29

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Atenea

Estaba en casa de Luca, era todo un poco incomodo en cuanto me dirigió hacía el cuarto de baño, me quedé algo más tranquila, simplemente me di una ducha caliente y me vestí, luca me dio una camiseta de manga corta, no sé si lo hizo aposta, como si fuese una prueba, o es que realmente no sospechaba que siguiese haciéndolo.

Cuando acabé la ducha me dirigí de nuevo hacía su habitación, no miento si digo que estaba cagada de miedo, no sabía cómo iba reaccionar Luca, esperaba lo peor la verdad.

Entré a la estancia, cerré la puerta y me quedé ahí plantada, el solo recorrió mis brazos con su mirada y se levantó al instante.

Me empezó a decir que desde cuándo, que por qué, pero yo no dije nada.

Al final entró en razón, me sentó en la cómoda cama y se marchó, no sabía con certeza del por qué se había ido, pero todas mis dudas se resolvieron cuando vino con un botiquín y ya sabía lo que iba a hacer. Procedió a curarme herida por herida, con muchísima delicadeza, como si en cualquier momento me fuera a quebrar.

Ninguno decía nada, estábamos sumergidos en un profundo y largo silencio, os acordáis cuando os decía que había pocos silencios que me parecían cómodos pues este es uno de ellos, simplemente dejaba mi mente en blanco o lo intentaba.

Lo siento- son las únicas palabras que conseguí gesticular, suspiró, y empezó a guardar todos los utensilios.

- ¿tu madre lo sabe? - negué con la cabeza.

Y otra vez silencio- ¿no vas a decirme nada más? - creí que me iba a echar la charla, o un discurso, pero salvo las preguntas de antes no hubo nada más.

-No, nada más, ya sabes todo lo que opino de esto, sabes perfectamente lo que puede ocurrirte, ¿para qué voy a gastar tu tiempo y el mío? Si no vas a escucharme, o me dirás que no me meta en tu vida. - se tumbó en la cama bocarriba, yo le imité. ¿Puedo poner música? - me hizo un asentimiento de cabeza, cogí mi móvil y reproduje a todo volumen( count me, de bruno Mars).

Era una canción muy bonita, y daba muy buenas vibes, era perfecta para la ocasión, me levanté de la cama y me solté. Procedí a dar vueltas, a moverme con pasos sin sentido mientras cantaba, me acerqué a luca y le agarré la mano estaba vez me tocaba a mi arrastrarle.

Se levantó y empezamos a bailar, dábamos vueltas por la habitación como unos locos, quizás eso era lo que necesitábamos, ser nosotros mismos, dejarnos llevar por la locura del momento, simplemente dejarnos fluir por la música.

Me puse de pie de su cama y le lancé una almohada, él se subió conmigo y empezamos una lucha de almohadas.

- ¿Luca que haces? - su madre se quedó parada al igual que nosotros- perdón  no sabía que teníamos compañía, encantada soy verónica, pero puedes llamarme vero, soy la madre de Luca.

- me bajé corriendo de la cama y fui a presentarme, fue muy simpática conmigo, me dijo que si me quería quedar a cenar, la verdad es que no era mi mejor plan, pero no podía decirle que no.

Algo que me extrañó fue que no me dijo nada al respecto de mis heridas simplemente me  habló como una persona más, y no como una enferma, se sintió bien.

Nos volvió a dejar solos, iba a decirle a luca lo cuanto de bien me había caído su madre, pero lo noté raro, quizás era un buen momento para preguntarle como estaba ante esta situación.

Se que no te gusta hablar de estos temas, pero creo que te hará sentir mejor el hablarlo con alguien. - por un milisegundo creí que realmente iba a abrirse que me iba a contar lo que le atormenta, pero entonces hizo algo que no me esperé de él.

Que gracioso que justo la persona que nunca cuenta nada a nadie, diga que lo mejor para mi es contar mis cosas ¿pero tú te oyes?

Me acerqué a él sin vacilar- claro que me oigo, y por eso sé que tengo razón, ¿crees que quiero que acabes como yo?, despertando en un hospital después de querer suicidarte, sentir que cada día estás más muerto, pues no, no quiero eso para ti- estábamos a centímetros del uno al otro y entonces me dejé lleva por segunda vez, hice lo que él hizo por mí.

Lo abracé lo más fuerte y puro que pude, intentando recomponer cada parte de su ser, quebré su armadura de hierro y se desplomó dejando ver a un verdadero Luca, me devolvió el abrazo. Lloró, lloró sin consuelo, yo solo me quedé ahí, no rompería ese abrazo hasta que el me lo pidiera.

-Por favor no me sueltes- me pidió desconsoladamente.

-No te voy a soltar. Ni, aunque me lo supliques- le abracé más fuerte y él se aferró a mí.

Como habíamos pasado hace unos simples minutos de la alegría y la euphoria , a de repente una tristeza profunda, es muy fácil la respuesta, somos de verdad, sentimos de verdad, esto no es una historia de ficción donde pasan cosas fantásticas y todo sale genial, hay veces que nos tenemos que romper que tocar lo más profundo para poder subir. En nuestro caso aún teníamos que aprender a aceptar que está bien caerse, estar mal y solo así podremos en algún momento volver a subir. 

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora