capítulo 28

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En cuanto cogí la llamada y vi que era Atenea sabía que algo no iba bien, en todo el tiempo en el que nos conocíamos, nunca me había llamada a esas horas de la noche. En cuanto me dijo que estaba sola, y que no podía dormir, no dude en salir de mi casa e ir a la suya lo más rápido posible.

Cuando me abrió la puerta tenía un aspecto pésimo, con muchas ojeras, y con expresión de agotamiento, ella quería hablar, pero no la dejé, no quería que siguiera pensando de más, simplemente le agarre de la mano y la lleve a su habitación, nos acostamos en la cama.

-gracias por venir- sus palabras me pillaron de sorpresa, pero sentí mucha ternura, Atenea podía ser muchas cosas, pero una persona desagradecida nunca, da igual lo que hicieras, o digas que siempre te demostrara lo mucho que te lo agradece.

-no hace falta que me des las gracias, ahora duerme, yo estaré aquí. - me dio la espalda poco a poco se escuchaba como su respiración se iba volviendo más tranquila, más pausada.

Era increíble como esta chica me tenía a sus pies, da igual que me llame a las nueve de la mañana como a las dos de la madrugada yo estaré ahí para ella.

Intenté dormir lo máximo que pude, eran las ocho y media, atenea me despertó ya que daba muchas vueltas en la cama, estaba toda sudada y no paraba de hablar en sueños, supe enseguida que estaba en una de esas pesadillas, no quise despertarla.

Simplemente extendí mi mano y acaricie su cabello hasta calmarla me quede media hora así.

Me había acostumbrado al silencio hasta que atenea pego un salto y empezó a chillar que legaba tarde a clase, y de repente su madre entró y casi le da un infarto.

Creía que habíamos hecho algo, imaginaros la situación, la madre de atenea a punto de darle un infarto, atenea más roja que un tomate e intentando convencer a su madre de que no habíamos hecho nada, al final intervenir para que esto se solucionara cuanto antes.

Al final su madre desistió y todo se calmó

¿Qué hacemos ahora? - después de echarnos unas risas, pregunté que quería hacer, ella solo se quedó callada.

¿oye te enfadaras si te digo que me gustaría estar sola? - su cara era de arrepentimiento, no me iba a enfadar con ella por eso, entiendo que necesite su espacio, yo se lo voy a dar.

Que va, no me voy a enfadar, tu quédate descansando- me levanté de la cama caí en cuenta de que iba en pijama, aunque no vivo extremadamente lejos, hace frío estamos en pleno noviembre y calor precisamente no hace. -oye Atenea, puedes dejarme una chaqueta o una sudadera, es que estamos en peno noviembre y bastante frío pasé anoche viniendo.

Se levantó de la cama y fue hacia el armario, estaba todo desastrado, revuelto, parecía eso el machu pichu .

- ¿Esta te sirve? - me entregó a sudadera que tanto conocía sabía que tenía un gran apego emocional- muchas gracias, de verdad.

No hay de que, pero la quiero de vuelta eh- me dio una sonrisa que no olvidaría jamás.

La cuidare más que a mi vida, y estará cuanto antes devuelta, lo prometo- le di el meñique a modo de promesa.

Me acompañó a la puerta, y me dirigí hacía mi casa, no tenía muchas ganas, había ya tiempo que las cosas habían cambiado, desde que volvió mi padre casa han intentado hacer como que volvemos a ser una familia intentando normalizar algo que no es normal. Como son capaces de hacer como que no ha pasado nada, si literalmente están actuando como si nunca hubiera existido Hada, no hablan de ella, no la nombran, no pienso dejarla caer en el olvido.

Mil y una heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora